Por fin tenemos a un presidente de un gobierno explícitamente neoliberal y de extrema derecha, anarcocapitalista e incluso “libertario”. Es estupendo, para observar en la práctica, en la experiencia, la inconsistencia e inefectividad, la naturaleza estatista, mentalidad explotadora y espíritu de rapiña de aquellas ideologías, mera chatarra verbal demagógica. De paso, quedaran en evidencia economistas españoles de dicha tendencia, extremo derechistas que están asesorando a Milei, como Jesús Huerta del Soto, Carlos Rodríguez Braun, Juan Ramón Rallo y demás turiferarios de la llamada “escuela austriaca” de economía.
Para comenzar hay que decir que los gobiernos peronistas y más o menos izquierdistas o derechistas que ha habido en Argentina, han contribuido a llevar al país a una situación extrema, con su política de estatización a toda costa, limosnas estatales a la plebe, veneración por la gran empresa, impuestos crecientes, hipertrofia funcionarial, corrupción general y chapucería teorética. Se ha alcanzado un momento en el que, efectivamente “no hay plata”, no hay dinero, y es necesario adoptar medidas severas. El 45% de la población vive en la pobreza, y el 10% en la miseria, tales son los logros del estatismo a ultranza. Así pues, los izquierdistas que reprochan a Milei su “ultraliberalismo” deberían explicar por qué sus recetas estatolátricas, ultraestatistas, aplicadas durante tantos años, han tenidos unos resultados tan negativos.
Para comenzar diré que los problemas de la economía argentina no pueden ser resueltos por ningún gobierno, sea del signo que sea, pues son estructurales, provienen de lo más profundo del sistema capitalista y estatal que ahoga al país.
Argentina se ha especializado, para su mal, en el sector primario para exportar, en particular soja (transgénica), maíz (ídem), trigo, girasol, etc. Son diez grandes multinacionales de la agroindustria las que extraen esos productos del país para su venta en el extranjero. La primera es el ominoso monopolio privado-estatal mundial Cargill, de EEUU, seguida del monstruo estatal-privado chino, COFCO, hoy el primer comprador y exportador de soja argentina. Les siguen Glencore, suiza, y siete empresas más, de las que sólo dos son argentinas, AGD y ACA, aunque éstas en nada son mejores que las extranjeras. Las diez se apoderan ¡del 90% de la producción agraria argentina!, algo aberrante.
Son, por tanto, capitalismo puro y duro, del que tanto gusta al anarcocapitalismo, que se ha ido apropiando de la economía del país bajo los gobiernos peronistas y estatistas precedentes. Al concentrar la actividad económica en los productos agrícolas que exportan, al apoderarse de cada vez más tierras, agua, equipo productivo, etc., resulta que van quedando menos recursos para producir bienes esenciales destinados al mercado interior, de manera que los precios están desbocados y la pobreza crece.
A eso se une el cuasi abandono del sector industrial, de manera que el país tiene una economía radicalmente desequilibrada, centrada en la elaboración de productos agrarios, que cada vez poseen precios más reducidos en el mercado mundial. Así mismo, para favorecer a esas macro empresas, los bancos, las citadas firmas y, sobre todo, el Estado, han ido zancadilleando, reduciendo, a la empresa modesta, desde la pequeña propiedad rural hasta la pequeña y mediana industrial, de tal manera que su participación en la satisfacción de las necesidades más básicas de la gente de la calle es cada vez menor, cuando son ellas las que principalmente han cumplido tal tarea desde hace siglos.
Está, además, la degradación de los suelos agrícolas de la pampa, hasta hace unos escasos decenios entre los más fértiles del mundo. Su tierra antigua, negra, suelta, esponjosa, ideal, se ha ido convirtiendo en una extraña placa amarillenta, dura, compactada, cada día menos fértil, bastante alarmante. Ello resulta de los sistemas de laboreo, tan dementes, propios de la actual agricultura industrial a descomunal escala, que está arruinando los suelos agrícolas en todo el planeta, estableciendo con ello las condiciones para la escasez de alimentos y para el hambre.
Por el momento, el declive de la fertilidad se manifiesta como incremento en los costes de producción de las cosechas, a lo que replican las grandes empresas apoderándose de cada vez más tierras, para lograr en lo cuantitativo lo que cada vez les resulta más difícil de alcanzar en lo cualitativo. Eso produce inflación latente, al ser expresión de una inefectividad oculta que va en progresión.
Tales son los problemas de la economía argentina, de su economía productiva. Originados por el capitalismo privado-estatal o estatal-privado, lo mismo da. Pero Milei, igual que sus asesores, todos obtusamente monetaristas, no se ocupa de la economía real sino del dinero, según su frase tan lapidaria como estúpida, “no hay plata” (no hay dinero), cuando lo que no hay, o escasea, son los bienes básicos que necesita el inmenso sector de los pobres y los hambrientos del país.
Y, en consecuencia, se pone a idear nuevos trapicheos monetarios y financieros, olvidando que: 1) el dinero no es la riqueza verdadera, 2) el dinero responde a los bienes creados, y sólo secundariamente a sí mismo. Es decir, la causa primera de la inflación, de los precios altos, está en la sub oferta de productos básicos en el mercado interior, pues sólo se elaboran unos pocos bienes, aunque en cantidades descomunales, que se exportan. Dentro de Argentina queda muy poco, y eso ocasiona inflación.
Ciertamente, también origina inflación el gasto estatal disparado. Milei ha anunciado medidas para recortarlo, pero, si lo hace, de dónde va a salir la red clientelar que su partido, La Libertad Avanza, necesita para consolidarse, porque el sistema tiene una lógica inherente que nadie puede saltarse, por muy titiritero que sea, y Milei lo es mucho, igual que su admirado Donald Trump, el santón de la extrema derecha planetaria. Anuncia rebajar impuestos, prometiendo recortes del gasto, pero sólo en sectores insignificativos económicamente. Vale decir, está haciendo demagogia. Está engañando a la gente, lo mismo que han hecho siempre el peronismo y la izquierda.
La devaluación del peso, ya anunciada, se dirige a favorecer a las grandes compañías extranjeras extractoras, así como a convertir en muy poco o nada la moneda nacional para que se produzca la dolarización, que, según los cerebros de la cosa, va a terminar con la inflación, suceda lo que suceda en la economía real. Son cada vez más los países iberoamericanos con sus sistemas monetarios dolarizados de facto, comenzado por Cuba y Venezuela, los dos reinos izquierdistas y “socialistas” por antonomasia. Pero, ¿en qué ha mejorado su economía quienes así han actuado? La dolarización es un paso más hacia la conversión del país en territorio propiedad del imperialismo yanqui, lo que convierte a Milei en un traidor a Argentina, y todo ello sin que las transformaciones estructurales necesarias de la economía avancen un paso.
¿Cuáles son las medidas necesarias? Expropiar sin indemnización, creando con sus bienes una economía comunal, a los diez monstruos capitalistas antecitados. Diversificar la economía, haciéndola plural y variada, desarrollando la industria con destino a resolver las necesidades del país. Cambiar radicalmente el modelo agrícola, antes que la pampa sea un semi desierto estéril. Primar la elaboración de los bienes y servicios de primera necesidad para el autoabastecimiento interior. Fomentar por medio de la iniciativa popular, la pequeña y mediana industria en todos los sectores productivos. Recortar radicalmente el gasto estatal y reducir los impuestos, o mejor, acabar con el Estado y crear un sistema de democracia directa con derecho consuetudinario. Evitar la dolarización, y además sustituir progresivamente el peso, que es la moneda estatal, por diversas expresiones de moneda natural, para el intercambio equitativo de bienes y servicios. Hacer que toda la población trabaje y, por tanto, produzca, acabando de ese modo con el paro y la pobreza. Sustituir el mercado actual, que es no-libre, por un mercado libre natural, emancipado de la tutela estatal y de los grandes conglomerados capitalistas monopolistas. Eso permitirá que la formación de los precios se haga de un modo justo, poniendo fin a los actuales precios de monopolio y precios políticos. Terminar con todas las formas de parasitismo y con los gastos suntuarios y de lujo, a cargo de los oligarcas capitalistas, los altos funcionarios del Estado, los prebostes de los partidos políticos, los intelectuales mercenarios, los mandos militares, las estrellas de la industria del ocio y los santones mediáticos.
En efecto, eso es la revolución. La revolución integral.
Fuera de eso, no hay solución. En unos meses Milei mostrará que su charlatanería es sólo eso, palabras mendaces e inmorales para engañar. Entonces habrá llegado el momento de hacer avanzar el proceso revolucionario en el país hermano.
Respecto a los teoréticos, siempre tendrán verborrea profesoral para justificarse, decir y desdecir, perorar esto y lo otro, desmarcarse de Milei en cuanto comience a ponerse en evidencia y así por el estilo. Por ello mismo, por encastillarse en su confortable universo vacío y embustero de palabras y sólo palabras, no sólo son criticables, sino además despreciables. Una muestra de hasta dónde llega la ignorancia, la irresponsabilidad, la fatuidad y la inmoralidad de los profesores funcionarios de la extrema derecha es el libro de Juan Ramón Rallo, “Una revolución liberal para España”. Este sujeto, como vulgarmente se dice, no tiene ni idea de qué es y cómo es la economía real. Habita en un mundo de teorías, esto es, de boberías, sin ninguna utilidad ni significación, salvo para el adoctrinamiento, a fin de impedir que se observe, entienda, comprenda y transforme la realidad.
Unas palabras finales a los anarcocapitalistas. Si el Estado “desaparece”, como demandan los más caraduras de la secta, ¿qué o quién va a defender a los empresarios de “sus” trabajadores?, ¿Qué o quién va a garantizar el derecho de propiedad capitalista, que es rotundamente injusto e inmoral? Si no hubiera Estado, los grandes capitalistas se constituirían en Estado, para cumplir tal función, de manera que estamos de nuevo, ante palabrería huera y necia. Hoy, en EEUU (sobre España no hay datos, porque están rigurosamente prohibidos), son matados anualmente por “sus” trabajadores unos 500 grandes empresarios, o directivos, o gerentes, o capataces, o mandos intermedios de las empresas, quedando muchos miles más heridos de gravedad, con sus bienes personales (automóviles, viviendas, etc.) multitud de veces atacados y dañados. Sucede eso porque el capitalismo es explotador, y porque los sistemas del trabajo asalariado son cada vez más intolerables, inhumanos, brutales. Así las cosas, ¿qué hace la patronal?, servirse de las policías estatales y al mismo tiempo crear sus propios sistemas de seguridad, verdaderos ejércitos empresariales ya. Tales, si faltaran los primeros, serían convertidos en aún más poderosos, constituirían el nuevo Estado, ni más ni menos.
Por tanto, el anarcocapitalismo es una forma de estatismo. Ya lo es el anarquismo, si se deja a un lado su retórica, y ambos elementos unidos, anarquismo y capitalismo, origina una forma especial y multiplicada de estatolatría. Sólo la revolución integral, que va contra el capitalismo tanto como contra el Estado, puede liberar a la humanidad del Leviatán, del tirano corporativo institucionalizado, de la mafia estatal. Así será realizada la libertad, pero la libertad de verdad, no la impostura blasfema y maquiavélica que utiliza la extrema derecha neoliberal y fascistoide cuando usa el vocablo “libertad”.
¡Nos veremos las caras de nuevo cuando Milei comience a patinar y a perder pie! Muy pronto.
Anexo. Atraigo tu atención, lector o lectora, sobre mis libros que se ocupan de la economía, “La democracia y el triunfo del Estado”, “El giro estatolátrico”, “La economía y la transformación integral” y “El Comunal”, ya editados. Y, también “Manual de la revolución integral” y “La revolución del trabajo libre”, pronto disponibles.
Para dialogar sobre ellos, dirigíos a esfyserv@gmail.com