Bastantes se han confundido y confunden respecto a mis ideas y mis objetivos. No soy un intelectual que escribe libros, ni un crítico que critica frívolamente y ahí acaba todo, ni un reformista distópico, ni un contracultural tocapelotas. Soy un revolucionario. Es la idea de revolución la que me impulsa y me otorga fuerzas, en pos de una sociedad nueva y un ser humano renacido.
Para eso hacen falta ideales e ideas, programa y proyecto, estrategia y táctica. Se necesita también organización y activismo, fuerza y número, impulso práctico y admisión del riesgo.
Durante años no he tenido claridad respecto a algunos de esos asuntos, particularmente sobre la organización. Pero según he ido pensando y escribiendo el “Manual de la revolución integral”, he superado esa carencia. Han sido tres años duros, de intenso trabajo, y ahora, cuando el Manual[1] está prácticamente acabado, estoy satisfecho.
Esto coincide con la implosión/explosión del sistema de poder a partir de sus contradicciones inherentes, lo que le está llevando a la imposibilidad tendencial finita de continuar siendo. En consecuencia, avanzamos hacia una gran crisis general estructural, de naturaleza objetivamente revolucionaria. Cuando ésta alcance el clímax nos tiene que encontrar preparados, dispuestos, organizados, para dar el salto a la acción revolucionaria.
Está, además, el fracaso práctico de todas las ideologías y creencias, la quiebra experiencial de todos los modelos políticos, el recientemente constituido universal vacío de ideas y propuestas innovadoras. Porque el sistema está también agotado en estos aspectos, lo que ofrece una gran oportunidad a la acción para su transformación integral.
Se acaba la estabilidad social y el relativo bienestar del último medio siglo en Europa. Ahora la cosa va en serio, muy en serio.
Con el Manual editado y en la calle me adentro en una nueva fase de mi actividad pública, la de organizar la revolución en una situación global que todavía no es revolucionaria pero que va en esa dirección.
Mi proyecto es: 1) difundir el Manual, lo que significa ayudar a su estudio, comprensión y asimilación; 2) agrupar y asociar en equipos de trabajo estables y regularmente conectados a quienes se sientan identificados con sus contenidos, 3) pensar y planear procedimientos para difundir y popularizar sus ideas de todas las maneras y con la mayor amplitud; 4) atraer a más y más personas y grupos a asociarse en torno al Manual; 5) realizar las tareas activistas y combativas que las circunstancias requieran; 6) entrar en polémicas, criticando las formulaciones antagónicas; 7) formar desde él a las personas que deseen sumarse a la revolución; 8) influir decisivamente en la sociedad, en su sector popular, asalariado y trabajador, para cuando la crisis social alcance un máximo de gravedad, profundidad y extensión, planear la revolución como tarea práctica del día.
El futuro inmediato es tan sombrío y temible como esperanzador y exaltante. Tenemos que vivirlo juntos, fraternalmente unidos e ilusionados, bien organizados y con un apropiado plan de acción.
[1] Éste no es tanto un libro de lectura al uso como una obra enciclopédica de consulta. En sus más de treinta capítulos, quien acuda a él puede hallar una buena cantidad de información, citas y datos, de críticas y admisiones, de análisis y formulaciones, de elementos programáticos y propuestas de acción, acerca de un notable número de asuntos, justamente los decisivos en el presente, tratados en positivo. Escrito desde el sentido común, el conocimiento experiencial y la sana sabiduría popular-comunal oral, se vale, al mismo tiempo, del lado universal y excelente de la cultura erudita de Occidente. Su modo de uso es acudir al índice, para encontrar lo que se desea consultar e ir luego a la página correspondiente. Claro que también admite una lectura de corrido, y, cómo no, un estudio profundo.