Revolución significa cambio radical en el todo, transformación sustantiva de lo existente global. Por eso decir revolución integral es redundante, pues si es revolución es de la totalidad.
Sumarse a la idea, ideal, ideario y programa de la revolución equivale a dotarse intelectiva y emocionalmente de otro tipo de sociedad, a tener en mente otra cosmovisión, opuesta y antagónica con la existente, sobre la realidad social y el ser humano. Eso equivale a salirse fuera del sistema, lo que no se consigue con ningún activismo sustentado en lo parcial, siempre torpemente reformador, pues se reforma lo que se quiere mantener.
Estar con la revolución es vivir conforme a ideales y valores, según criterios de grandeza y épica, resurgiendo de la mediocridad y ramplonería hoy habituales, que nos están nadificando. Es, en consecuencia, otro modo de ser persona, cualitativamente superior y mejor. En efecto, adherirse a la revolución, a la vez social y personal, interesa mucho al individuo, para hacerse mejor y elevarse sobre sí mismo.
Los hipercríticos, que se quedan en la verborrea de “denuncia”, nunca dan el paso sustantivo, presentar su programa, el que desean realizar. La revolución, en esencia, es un acto constructivo, una propuesta de una nueva sociedad y un nuevo ser humano. Por eso el “pensamiento crítico” es lo contrario del pensamiento revolucionario. El primero crea, como mucho, rebeldes, pero se trata de ser revolucionarios.
Cuando tales parleros hipercríticos dan el salto a lo propositivo, comprobamos que todos defienden el actual régimen de tiranía política, economía, ideológica y cultural. Es así porque todos tienen en mente el mismo modelo de sociedad y la misma idea sobre el ser humano, ambas horribles[1].
Quienes dictaminan que la revolución es “imposible” están diciendo que son enemigos de la revolución. Porque las crisis sociales extremas son inevitables, suceden cada cierto tiempo, y depende de nuestra capacidad de reflexión, acción, pelea y organización que se eleven a revolución real. Todo sistema social se autodestruye a sí mismo, se ahorca tendencialmente con sus propias contradicciones internas[2], siendo la tarea de las fuerzas y personas revolucionarias el asestarle el golpe final, iniciando a continuación la construcción de la nueva sociedad.
La situación de estabilidad y prosperidad que ha conocido Europa desde mediados del siglo pasado ya está desapareciendo. Ahora nos adentramos en una fase de decadencia, crisis, caos, pobreza, guerras y represión, que irá yendo a más. En ella las distopias reformadoras (todas ellas fracasadas ya en la práctica) irán quedando en evidencia, desacreditadas y refutadas, de manera que la expansión del ideario revolucionario será más fácil.
Decisiva es la destrucción del grancapitalismo por la revolución, eliminando el trabajo asalariado y constituyendo una sociedad del trabajo libre. En el presente, los activistas en pro del sistema “olvidan” al capitalismo, lo que es intolerable. En esto mi posición va a ser tajante y rigurosa, denunciado a todos los sostenedores del capitalismo. A todos.
Pero no basta con formular un programa revolucionario, pues la revolución, además, hay que organizarla.
Organizar la revolución aquí y ahora, cuando todavía no existe una situación revolucionaria, es imprescindible, pues cuando ésta madura y se establece ya no habrá tempo para hacerlo. Es indispensable tener efectuada la labor desde antes, esto es, desde ahora.
Así pues, conviene inscribirse en el SÉPTIMO ENCUENTRO DE REVOLUCIÓN INTEGRAL, a celebrar el último fin de semana de agosto de 2023, días 25, 26 y 27. En él tendrán lugar dos acontecimientos decisivos, históricos, el examen colectivo y aprobación del Manifiesto de la Revolución Integral y del Manual de la Revolución Integral. Ambos, sumados, son un paso de gigante hacia la revolución.
Información e inscripciones:
https://revolucionintegral.org/7_encuentro_revolucion_integral
[1] Por ejemplo, los conspiracionistas de extrema derecha, neonazis, las pocas veces que se atreven a presentar su programa vienen a decir en él lo mismo, en esencia, que los estalinistas feminazis neopatriarcales y procapitalistas.
[2] A quienes consideran que el régimen actual y el capitalismo son eternos, por tanto, imbatibles, los animo a que estudien mi libro “Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad”. De paso, aprenderán algo de filosofía.