Proyecto Arrendajo. FORESTACIÓN Y DISFUNCIONES CLIMÁTICAS

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  • Publicación de la entrada:13/01/2023

La feroz reyerta (monetizada) entre la extrema derecha y la extrema izquierda por la cuestión del clima es funesta, pues en ella todos los asuntos medioambientales auténticos, en particular la forestación, son dejados a un lado, también la funesta agricultura industrial actual y el problema de las inviables ciudades, decisivo. La extrema derecha y sus satélites (los conspiracionistas) niegan, contra toda evidencia, las graves y numerosas anomalías climáticas, mientras que la extrema izquierda las otorga un significado catastrofista, concretado en la teoría del “colapso”, para ella sólo solucionables con una intervención a gran escala de los Estados y las grandes empresas capitalistas, a las que presentan como “salvadores del planeta”. Con ello, los colapsistas se han convertido en asesores y consejeros de las instituciones y de las grandes empresas…

Tras este colosal guirigay prefabricado están los diversos intereses de sectores y ramas del gran capitalismo. La derecha defiende la energía nuclear, que es inaceptable, y la izquierda ecologista las “renovables”, no menos destructivas medioambientalmente. Cada cual tira para el lado de dónde le viene el dinero, en uno y otro caso en cantidades colosales. Por ello, ni los unos ni los otros dicen nada ni hacen nada a favor de la forestación con especies autóctonas…

Nuestra propuesta, como movimiento por la Revolución Integral, es: 1) reducción del consumo global de energía, hasta el 10% del actual, junto con el aprovechamiento energético de elementos locales y comarcales, como antiguos molinos harineros convertidos en generadores de electricidad, etc., 2) reforzamiento de la denuncia y movilización popular contra las nucleares[1], temibles, así como contra los aerogeneradores, ecocidas, y los campos de placas fotovoltaicas, hipertóxicos[2], 3) repudiar la operación política que está polarizando a la sociedad en dos bandos, dividiéndola y enfrentándola, a partir de un tramposo y falso debate izquierda/derecha sobre estos temas, 4) continuar y ampliar el esfuerzo forestador, conforme al Proyecto Arrendajo, para cubrir la península Ibérica de grandes bosques de especies autóctonas, 5) denunciar al movimiento ecologista, hoy un instrumento del gran capital transnacional, de las entidades estatales y de la Unión Europea, que ha abandonado hace mucho el ideario forestador, llamando a las personas honradas que todavía se dicen ecologistas a que lo critiquen y se unan al Proyecto Arrendajo.

Que existen anomalías tremendas en el clima planetario no puede negarse. El verano de 2022 ha alcanzado temperaturas hasta 10 grados por encima de las habituales, y eso durante semanas, lo que se ha vuelto a repetir en diciembre de ese año, también durante semanas, de manera que se habla de “Navidades en la playa”. Pero esto no puede calificarse sin más, torpemente, como hacen las instituciones y sus agentes, de “calentamiento global”. Hay que recordar la ola de frio inusitado que por muchos días ha afectado a América del Norte en diciembre de 2022, con temperaturas nunca antes allí conocidas, hasta 40 grados bajo cero, lo que ya sucedió con el ciclón polar Filomena en el centro de la Península Ibérica, enero de 2021, cuando durante bastantes días, 8 ó 10 según las zonas, las temperaturas descendieron hasta los 20 grados bajo cero[3], algo nunca conocido, quedando varias ciudades, Madrid entre ellas, paralizadas durante más de una semana por el hielo y la nieve. Lo excepcional de este ciclón se manifiesta en que olivos de entre 50 y 100 años se helaron, demostración de que una cosa así nunca había sucedido en el último siglo. A partir de acontecimientos de este tipo, y de varios más, podría incluso generalizarse que nos adentramos en una fase de brusco enfriamiento del planeta…

Estamos, hablando más exactamente, en una situación de desorden y caos climático crecientes, con tendencias extremistas en lo termométrico, elevación continuada de las temperaturas y al mismo tiempo olas de frio devastadoras, declive de la cantidad y calidad de las precipitaciones hídricas, sequías descomunales y sucesivas, disminución radical de los días de heladas y de nieve anuales, aumento del calentamiento del agua del mar, práctica desaparición de los glaciares de los Pirineos (así como de otros muchos territorios), gota fría cada vez más destructiva en Levante, etc., etc. Todo ello ocasiona un estrés hídrico crónico intermitente de las masas forestales y árboles en general, que padecen al mismo tiempo las olas de calor y las terribles olas de frio con cada vez mayor dificultad, lo que se manifiesta en su decaimiento continuado, con enfermedades  y daños resultantes, en primer lugar “la seca” de los quercus, que ahora se está ampliando a otras especies, y que ya ha ocasionado la muerte de hasta el 20% de los árboles en el suroeste peninsular, que es donde más está afectando[4].

La causa última de todo ello es la deforestación descomunal, que está convirtiendo al planeta en lo que nunca antes ha sido, un mundo sin árboles, o casi. Su causa es la agricultura industrial, que lo está arrasando todo. Dicha agricultura existe para abastecer a las ciudades, en las que se acumula la población, una vez vaciados los campos, porque aquéllas son los centros físicos del poder, del poder político, del poder militar, del poder económico, del poder cultural, del poder tecnológico, del poder médico… de todos los poderes despóticos y tiránicos, de manera que necesitan rodearse de una masa colosal de esclavos asalariados, para su servicio. Tales son las desventuradas gentes que habitan las infectas y decadentes megalópolis de hoy en día.

Así pues, el actual régimen de tiranías en curso constituye las ciudades monstruosas contemporáneas, y éstas necesitan abastecimientos, que se los proporciona la agricultura industrial, quimizada y mecanizada. Y de todo ello resulta el descuaje a gran escala de los bosques y los montes, a veces sustituidos por las plantaciones forestales de pinos y/o eucaliptos, que nada tiene que ver con una floresta auténtica.

Los bosques crean lo que se conoce como “microclima”[5], o clima propio del espacio geográfico que ocupa cada bosque, que se define por su frescor, humedad, estabilidad, tibieza y regularidad. Sin sequias devastadoras ni lluvias torrenciales, sin huracanes trituradores, sin extremismo climático ni diferencias abismales entre las estaciones ni entre el día y la noche, sin ciclones polares ni temporales de aire incandescente… O sea, lo conforman como espacio óptimo para el desarrollo de la vida en todas sus manifestaciones.

Pero la voz “microclima” tiene un defecto cardinal, que se refiere a los bosques actuales, rodeados de espacios agrícolas (además de estar ellos mismos bastante artificializados por su explotación empresarial y del capitalismo estatal), pequeñas islas en medio de territorios en devastación medioambiental, de ahí su condición “micro”. Dentro de ellos el clima es bueno mientras que fuera no, pero lo exterior es mucho más, en kilómetros cuadrados, que lo interior. Ahora bien, usemos la imaginación y pensemos en una situación en que los bosques ocupasen la mayoría de la superficie terrestres, siendo los espacios agrícolas una porción minoritaria de ella, simples islas en medio de un gran mar arbolado, verde, húmedo, tibio, estable… En este caso ya no se podría hablar de “microclima” sino de clima. O mejor, de macroclima, el de toda o la gran mayoría del planeta, en cada área geográfica con sus esenciales particularidades.

Es decir, si los bosques predominan lo que tenemos es una revolución climática. Tal es el objetivo del ideario, proyecto y programa de la revolución integral.

El clima de las tierras emergidas no ha existido con anterioridad a los seres vivos. Ellos construyen su propio clima, tarea que realizan las plantas, en las zonas continentales sobre todo los árboles. Con esto sucede como con el oxígeno del aire que no estaba ahí antes de la existencia de los seres vivos, sino que estos, en la forma de cianobacterias, lo instauraron. El clima que ha conocido la tierra durante milenios, con sus variaciones, rudas pero acompasadas y operando en un tiempo al que llamaremos geológico, lento y pausado, ha sido formado por los seres vivos más abundantes, los del reino vegetal. Estos, para los terrenos por encima del nivel de los mares, se agrupan en los bosques, que son muchísimo más que los árboles, pues están formados, además, por el sotobosque, o arbustos, las hierbas, las criaturas microscópicas del suelo, formadoras de la decisiva capa de humus, y los hongos. Así pues, por cinco niveles, a cuál más fundamental, interactuando. Y, además, consustanciales al bosque son los animales, pues no hay masa forestal sin vida animal, la cual desempeña funciones decisivas en su permanencia y mejora.

Todo ello creó un tipo de clima, un régimen de lluvias, un marco termométrico, una forma de ser de las estaciones, etc. que se ha ido al garete cuando su causa agente, el bosque, ha sido ciegamente aniquilado practicamente de golpe por la modernidad urbanita.  Ahora nos enfrentamos a un orden climático caótico, enloquecido, errático, poco apto para la vida e incluso cada vez más hostil, atención a esto, a la agricultura masiva e industrial, capitalista, subsidiada y dirigida en nuestro caso por la funesta PAC (Política Agraria Común), de la Unión Europea, un elemento causal decisivo de lo que las instituciones denominan “el calentamiento global”, entre otras razones por su hostilidad al bosque y al árbol, debido al obtuso productivismo con que contempla los espacios rurales europeos, agricolizados sin contemplaciones por la PAC.

Se nos dice desde el poder que el incremento del dióxido de carbono del aire, desde el 0,025% al 0,040% actual, debido al uso masivo de los combustibles fósiles, es la causa segura del “calentamiento”, negando la experiencia humana milenaria que enseña que donde se acaba con el bosque, en ese territorio precisamente, cambia el clima a peor[6], exactamente a un tipo de él similar al que ahora tenemos en prácticamente todo el planeta. Y a partir de ahí se organiza un descomunal aparato para “descarbonizar”. Pero, primero, no está probado experiencialmente que esa sea la causa pues lo que se afirma e impone con tanta fanfarria resulta de proyecciones y cálculos por ordenador; segundo, el incremento de aquel gas es pequeño, dudosamente capaz de originar ningún efecto, positivo[7] o negativo; tercero, si aceptamos que tal resulta ser la causa, la pregunta es, ¿cómo rebajar el nivel de carbono contenido en el aire? Porque si el existente ha ocasionado el actual panorama, tan lúgubre, no basta con evitar que se incremente (que es a lo que supuestamente se dirigen las medidas institucionales) sino que hay que rebajarlo. Y esto demanda plantar árboles, sembrar bellotas y otras semillas de árboles, para que dicho carbono sea absorbido por ellos y se manifieste como madera y follaje, dejando de ser parte de la atmósfera. No hay otro modo de hacerlo.

Curiosamente, de esto no se hace nada de nada.

La causa de esa imprudente inactividad, tan calamitosa, reside en la naturaleza última del sistema de alimentación de las ciudades sedes del complejo institucional-empresarial por la actual agricultura capitalista, casi absolutamente regulada por el Estado y el sistema de Estados que es la Unión Europea. Como los suelos agrícolas están perdiendo fertilidad a pasos de gigante, y además se toxifican con rapidez por la erosión, el exceso de laboreo, los abonos químicos, los herbicidas, los pesticidas, las sales del agua de riego, los metales pesados industriales difundidos por el viento, la compactación por la maquinaria pesada, etc., hay que tener toda la tierra existente (salvo la ya totalmente devastada y aridificada, que aumenta cada año) disponible para la agricultura, de modo que pueda destinarse a sustituir a la que ya está tan dañada que no ofrece rendimientos. En consecuencia, no pueden efectuarse proyectos de forestación a gran escala. Para realizar ésta hay que tener un programa de superación de la agricultura como fuente de alimentación, mirando hacia las plantas silvestres y los frutos arbóreos. Por eso el Proyecto Arrendajo no sólo propone sembrar bellotas sino también comerlas, incorporarlas masivamente a la alimentación humana, rebajando nuestra dramática dependencia de los cereales, por tanto, de la agricultura, lo que permitirá devolver enormes espacios terrestres al bosque, regenerando de ese modo las condiciones climáticas.

El futuro reside en vivir de los bosques y vivir en los bosques. No como ahora, en megalópolis levantadas en medio de descomunales superficies agrícolas toxificadas, eriales, basureros, baldíos, áreas industriales y semidesiertos, sin árboles, sin arroyos ni ríos, sin bosques ni montes ni árboles, sin animales ni aves silvestres, con una biodiversidad mínima, todo ello de una sordidez y fealdad espeluznantes. Esa es la meta del movimiento de la revolución integral. Estamos en un planeta muerto, o más exactamente, a punto de perecer, y eso se manifiesta también como disfunciones e irregularidades climáticas cada vez mayores…

Que no se esté haciendo nada desde las instituciones para forestar indica, también, que la locuacidad propagandística sobre el dióxido de carbono y su supuesto “efecto invernadero” es sólo un hábil recurso publicitario que se lo toman en serio, porque no se lo creen, ni sus más sobreexcitados defensores[8]. La meta real última de todo el teatrillo es lograr un grado mayor de autoabastecimiento energético para la Unión Europea por medio de “las energías renovables”, para que pueda operar más eficazmente como potencia imperialista en un escenario mundial en que los preparativos de guerra entre las superpotencias se aceleran y amplían[9]. Por tanto, el objetivo real de aquél no es “salvar al planeta” sino contribuir a la militarización general. Como la resistencia popular a los aciagos campos de aerogeneradores y placas fotovoltaicas ha sido y es muy fuerte, había que crear un discurso justificativo supuestamente aceptable… También se utiliza para ocultar la causa real de las anomalías climáticas, lo que llevaría a las gentes a chocar directamente con el sistema de poder actual, a la revolución.

La tierra ha conocido varias edades del hielo, o fases de frío, la más reciente terminó haca unos 10.000 años, quedando entre ellas los llamados periodos interglaciares, de temperaturas más benignas, incluso cálidas. Los científicos, con su descarada verborrea habitual, lo explican por alteraciones en la actividad solar, variaciones en el eje de rotación de la tierra, etc., pero en realidad apenas sabemos nada de las causas. Nadie se atreve a explicar tales acontecimientos con el dogma artificioso, politiquero y simplista del dióxido de carbono, por motivos obvios. La cuestión es, en efecto, inabordable desde él, pues si se admite que las fases gélidas las ocasiona una atmósfera “descarbonizada”, ¿de dónde proviene el dióxido de carbono en ascenso que, pretendidamente, va a constituir el posterior periodo cálido? Por tanto, hay que admitir que las etapas de calentamiento debieron tener otros orígenes. ¿Cuáles?, no las conocemos, por el momento[10]. Pero sí sabemos lo que está sucediendo en el presente. Cuál son sus causas y cuál es el remedio.

Una explicación plausible es que la fotosíntesis de las plantas absorbe y convierte la energía solar en azúcares, hidrocarbonos, etc., que luego se van transformado en muchos otros elementos básicos, todo ello a partir del dióxido de carbono, dejando como subproducto libre el oxígeno. Si la cantidad de materia vegetal global ha disminuido drásticamente, la energía solar no se gasta en la misma proporción que antaño en producir sustancias orgánicas, sino que se manifiesta como calor, de ahí lo observado, con los aumentos de las temperaturas máxima estivales e invernales entre 3 y 10 grados en menos de dos decenios. Es cierto que los cultivos agrícolas también absorber mucha energía solar, pero bastante menos que los bosques, pues su ciclo de vida es de sólo unos meses, por ejemplo, los cereales, y además aquéllos tiene una masa verde realizando la fotosíntesis mucho menor. Todo esto tiene que ser investigado experiencialmente. El uso masivo de herbicidas, al desnudar aún más los campos, contribuye al calentamiento…

El árbol es un ser vivo. Y el bosque una suma de seres vivos vegetales que opera desde sí mismo, como ente colectivo. El árbol genera calor, como todo ser vivo, mucho más en invierno, para protegerse del frio y sobrevivir[11], y genera frescor en verano, por los mismos motivos, emitiendo vapor de agua por las hojas, refrescándose de ese modo. Es, por tanto, un regulador térmico. A la vez, la manera que operan los rayos solares al tener que atravesar las diversas capas del bosque, desde la copa allá arriba al estrato de humus, es radicalmente diferente a cómo lo hacen en los terrenos desnudos, deforestados. Un tercer elemento es que el árbol, como ente colectivo, monte o floresta, reduce el efecto de los vientos, limitando su intensidad y velocidad, protegiendo por tanto la humedad de cada área o espacio, tan refrescante. Frena, también, los vendavales abrasadores, que son tan destructivos para las plantas, al producirlas golpes súbitos de deshidratación y calentamiento, lo mismo que los ciclones heladores, que dañan muy especialmente a las plántulas de escasas edad[12].

Otra diatriba contra los doctrinarios de “la huella de carbono” es que, aunque se redujeran efectivamente las temperaturas con sus propuestas, eso no resolvería en absoluto el pavoroso problema de la Falta de arbolado en la península Ibérica, de modo que los trabajos de forestación popular, voluntarios y comunitarios, en hacendera, auzolan, fer en comú, fiado, etc., que son el meollo del Proyecto Arrendajo, deben continuar. En efecto, ¿qué validez tendría una Iberia menos calurosa pero convertida en un definitivo semidesierto, sin arboles ni bosques? En los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, las temperaturas fueron bajas, con muchas heladas y nevazos, pero ya entonces los bosques ancestrales eran muy pocos y realizar un vasto proceso forestador popular resultaba inexcusable. Tenemos que volver a la Iberia del siglo XV cuando los viajeros iban del Pirineo a Gibraltar bajo un dosel arbóreo permanente. Luego, la emergencia de las tiranías estatales, el ascenso del poder de los reyes y señores, de las reinas y las princesas, lo fue arrasando todo paso a paso, hasta llegar la apoteosis del horror, la revolución liberal ecocida, liberticida y genocida, que organiza la Constitución gaditana de 1812. Esta expolia el comunal a las comunidades rurales, lo que es la mayor catástrofe medioambiental de nuestra historia. Así de mal se inicia la modernidad progresista…

En efecto, con calor o con frio, los árboles son imprescindibles. Pase lo que pase.

Con una advertencia. Como he expuesto antes, no conocemos, en realidad, cuales son todas las causas de la actual desorganización y caos climático. Lo más probable es que las temperaturas continúen ascendiente, máximas y mínimas, y en todas las estaciones, hasta alcanzar en pocos años una situación límite. Los efectos de esto no son fáciles de precisar, aunque parece seguro que van a ser graves, lo están siendo ya. Pero puede suceder que la tendencia se invierta y nos adentremos de súbito en una fase de frio extremo, que sería no menos funesta, lo que puede estar anunciado en las anomalías gélidas ya citadas y en otras a las que se presta escasa atención, como es el enfriamiento continuado de la Antártida. Porque nunca como ahora es cierto el dicho popular sobre que “el tiempo se ha vuelto loco”, utilizado para referirse a situaciones cambiantes y caóticas, antaño sólo coyunturales, transitorias y por eso mismo poco preocupantes. Un planeta sin árboles es una ruleta rusa climática.

A quienes con buena voluntad creen en lo del “efecto invernadero” les digo: si esto no es así, si esto es un error, no habrá una segunda oportunidad, pues las anomalías se han disparado en los últimos años, yéndose con rapidez a una situación límite y quizá irreversible, de manera que lo prudente es sumarse a las actividades forestadoras del Proyecto Arrendajo. A los del otro lado, a los negadores del “cambio climático”, que ofrecen una imagen idílica y conformista, abiertamente procapitalista, reaccionaria y derechista, de la situación, sin preocuparse por saber algo de, por ejemplo, la colosal crisis de la agricultura actual, les pido que se informen, que cuestionen a los gurús de la extrema derecha que les están manipulando y que se unan así mismo al Proyecto Arrendajo. Criticar, denunciar, decir bobadas indocumentadas, y quedarse en ello, no vale. Como se ha dicho, no basta con decir no, hay que comprometerse y actuar, esto es, en nuestro caso coger bellotas y forestar. El mundo se transforma con la acción positiva, no con verborrea alucinada.

                               Programa de Acción

Uno. Continuar con el Proyecto Arrendajo, temporada tras temporada, de la bellota (noviembre-febrero), ampliando, a medida que sea posible, su actuación, desde los quercus a otras especies de árboles, conforme al principio de que forestar es una tarea popular altruista, no institucional ni empresarial, que efectúa la gente, conforma a las tradiciones ancestrales de trabajo en común propia de los pueblos ibéricos. La siembra de bellotas ha de hacerse, preferentemente, en terrenos comunales.

Dos. Parte decisiva del Proyecto Arrendajo es su popularización, de manera que hay que darlo a conocer por los todos medios que sean posibles, videos, panfletos, charlas, libros, actos públicos, tertulias, conversaciones con amigos, etc. Cada persona que se una al Proyecto Arrendajo tiene que prepararse para ser un difusor eficaz de éste, lo que significa que tiene que estudiar sus contenidos y enfoques para luego saberlos explicar. Hay que organizar paso a paso todo un proyecto comunicativo innovador, audaz y masivo, para llevar las ideas de forestación a la opinión pública, valiéndose de muchos procedimientos y variados canales explicativos. La noción anexa es que explicar es organizar, atraer a la acción, incorporar al Proyecto Arrendajo.

Tres. Se debe pensar en regular las actividades de la Asociación del Común, dotándola de un equipo coordinador designado desde la base, constituyendo grupos de trabajo del Proyecto Arrendajo en el plano local y barrial, con un programa razonablemente desarrollado y un código de actuación.

Cuatro. La actividad forestadora hay que situarla en la complejidad real de la situación actual, pues sino es así no se comprende, falla el compromiso. Lo que hacemos al forestar afecta decisivamente a: los problemas climáticos, el futuro de la agricultura, la cuestión de las grandes ciudades, la recuperación de la población rural y de la cultura rural, la supervivencia grupal e individual en la crisis general en que nos estamos adentrando como sociedad, el rescate de los bienes comunales, el intervencionismo estatal en lo rural, la acción del gran capitalismo del sector del agronegocio[13], la PAC[14] y, por supuesto, la forestación integral de la península Ibérica, para que ésta no sea un desierto. Al forestar estamos actuando más allá de eso, de sembrar bellotas, realizando una actividad revolucionaria que choca frontalmente con todo el sistema de poder y va ejecutando el necesario cambio revolucionario, anticapitalista y antiestatal.

Cinco. Los grupos de trabajo del Proyecto Arrendajo han de irse transformando en colectivos de soberanía popular local, en embriones de concejo abierto, que se comprometen a ir reconstituyendo la soberanía de la gente común en el plano local paso a paso, desde la alegalidad, al margen de las instituciones. Una de sus actividades tiene que ser la Ordenación Económica Integral del Territorio Municipal, en la forma de documento propositivo que se presente a la opinión pública, para devolver al pueblo la soberanía económica (por tanto, silvícola y forestal) en el plano local. Otra es elaborar un Programa para el Fomento de la Vecindad, la Ayuda Mutua y la Cooperación, así mismo en el ámbito de lo municipal. Un tercero tiene que ser el Manifiesto para la Supervivencia y el Autoabastecimiento, a fin de sobrevivir al desplome del actual orden. Y así sucesivamente. Luego. se tratará la educación de niños y jóvenes, la sanidad, etc. Tal es el camino de la transformación revolucionaria integral de la sociedad, sin acudir a las instituciones, sin partidos políticos.

Seis. Los barrios de las ciudades y los puebles tienen que irse autogobernando conforme a los principios y las normas de la democracia directa, y desde el Proyecto Arrendajo se debe avanzan también en esa dirección, conforme a la normativa jurídica del derecho consuetudinario[15].

Siete. Es necesario entrar en polémicas, reflexivas, aclaratorias y sustantivas, con quienes desde un supuesto criticismo apoyan al sistema y nada hacen por forestar ni por cambiar la situación de forma radical. Es el caso de los ecologistas institucionalizados, los conspiracionistas de extrema derecha y los colapsistas de izquierdas, además de la izquierda institucional en el gobierno, totalmente entregada al capitalismo deforestador, causante del caos climático y ecocida.

Ocho. Es necesario llevar a la población urbana, que vive absolutamente de espaldas a la ruralidad, el ideario y quehacer del Proyecto Arrendajo. Esto es más necesario referido a la juventud que, en tanto que juventud urbana, lleva una existencia vinculada a las tecnologías destructivas y no comprende nada, pero nada, de lo rural, de lo forestal, etc. Ganar a las gentes urbanas para la idea forestadora es decisiva.                   

                                              Enero 2023

Nota. Para cooperar en la formación de las personas que se aproximan al Proyecto Arrendajo, establezco la relación de algunos textos y trabajos míos útiles.

Libros: Naturaleza, ruralidad y civilización, Los montes arbolados, el régimen de lluvias y la fertilidad de las tierras”, La bellota, añoranza y victoria, en “Manual de cocina bellotera”, de César Lema Costas, ¿Revolución integral o decrecimiento? Controversia con Serge Latouche, Prólogo a “Manual de plantas medicinales y silvestres comestibles”, de Andrea Llorente, “Las “malas hierbas” y el proyecto de una nueva civilización”, en “Bienaventurada la “maleza” porque ella te salvará la cabeza”, VVAA. El Comunal”, “Derecho consuetudinario y democracia directa. Sobre ellos, dirigirse a luchayservicio@gmail.com

Curso: Aprender a forestar con bellotas. Proyecto Arrendajo, el Temario en mi web, felixrodrigomora.org

Vídeos: sobre estas materias, varios en mi canal de YouTube y en el canal de la Asociación del Común.

Artículos: de estos contenidos, en mi web, felixrodrigomora.org, y en el blog de la Asociación del Común.

[1] Produce horror que el movimiento ecologista europeo, dirigido por esa banda de filibusteros, capitalistas, imperialistas, militaristas y aprendices de neonazis que forman el Partido Verde Alemán, haya dado el visto bueno a la energía nuclear, a la que ha declarado, sin más, “energía verde”. Con las nucleares todos están ahora de acuerdo, la extrema derecha y la extrema izquierda, siempre distrayendo y engañando a la gente con sus rifirrafes de mentirijillas.

[2] Un problema añadido es el del agua, pues las placas necesitan ser lavadas regularmente, para lograr un funcionamiento óptimo, lo que requiere de inmensas cantidades del cada vez más escaso líquido elemento, que retorna muy tóxico al suelo, con gran daño para las tierras y para los acuíferos. En el caso de los molinillos dado que sus aspas son altamente contaminantes, no se sabe qué hacer con ellas al final de su vida útil, lo que ha suscitado la atroz idea de enterrarlas “in situ”. Todo en esto es como una pesadilla…

[3] Citar las temperaturas máximas o mínimas alcanzadas no es suficiente. Hay que añadir cuánto tiempo se mantuvieron, para evaluar con exactitud el daño ambiental que tales descompensaciones termométricas originan. Lo peculiar del régimen climático actual, el propio de un planeta desforestado, es que aquéllas persisten durante un tiempo prolongado, lo que antes no sucedía, afectando así superlativamente a bosques, árboles y cultivos. Por ejemplo, con el ciclón polar Filomena, de enero de 2021, hubo, en bastantes áreas de la Meseta central, temperaturas fluctuando en torno a los 20 grados bajo cero hasta una semana continuada. Antaño, sucedía de vez en cuando que alguna noche invernal el termómetro descendiera hasta los 15 bajo cero, pero era una noche, dos como mucho, subiendo a continuación, cambio a peor que es letal para la flora. Lo mismo con las olas de calor de los veranos actuales, en los que temperaturas anormalmente elevadas persisten día tras día durante semanas y meses, rompiéndose así el ciclo clásico de antaño, de hace sólo veinte años, dos o tres días de calor fuerte, luego una tormenta y caída de las temperaturas de un modo perceptible. Así pues, el régimen climático actual es el peor posible para la vida vegetal. Si no se corrige hará de Iberia un semidesierto es muy pocos años, pues la deforestación es un proceso autogenerado, que crea, incluso por sí mismo, más deforestación a través de un empeoramiento progresivamente acelerado del clima. De ahí la importancia colosal del Proyecto Arrendajo.

[4] Algunos sostienen que “la seca” es una enfermedad infecciosa, e incluso aportan, sin pruebas, el nombre de la bacteria que la provoca… Yo no lo creo, al ser la expresión biológica básica de la pérdida de vitalidad de los árboles, sometidos a unas condiciones climáticas nuevas de forma tan súbita y radical que resultan inasimilables, y al mismo tiempo terribles para ellos por antinaturales, además de a una contaminación muy dañina, que llega a todos los lugares esparcida por el viento y la lluvia. “La seca” indica y mide el progreso de la península Ibérica hacia el desierto.

[5] Tomo esta expresión del libro La vida secreta de los árboles, de Peter Wohlleben, y en el sentido en que la usa, como espacio geográfico limitado con un clima peculiar, constituido precisamente por el bosque en tanto que realidad colectiva, orgánica, con entidad propia, constituida por mucho más que la suma de los árboles y las demás plantas que los forman.

[6] Vivimos en una sociedad de idiotas arrogantes e ignorantes armados con super ordenadores y provistos de muchísimo poder, para los cuales el saber ancestral y milenario de la gente común no vale nada. De tales nos vendrán las mayores y peores catástrofes, de modo que o acabamos con ellos o ellos acaban con el planeta tierra. Que la destrucción de los bosques modifica negativamente el clima se sabe desde hace milenios. Hasta hace doscientos años eso sucedía en áreas limitadas, pero cuando ha sido la gran mayoría del territorio de todos los continentes la que ha quedado desprovista de su capa vegetal natural para ser destinada a la agricultura, se ha producido un cambio climático global, que es el que ahora padecemos. La gran catástrofe medioambiental en la península Ibérica la inició (o quizá elevó a un nivel superior cualitativo) la desamortización civil, que estatizó y luego privatizo unos 15 millones de hectáreas desde 1855, un tercio de la superficie del país, la gran mayoría de las cuales fueron desprovistas de arbolado y puestas en cultivo, quedando muchas de ellas al poco erosionadas, desertificadas e improductivas, así las vemos hoy. De ahí, de esa atrocidad perpetrada por el Estado liberal, y de su continuidad hasta el presente, viene todo. Hoy, los destructivos, medioambientalmente, aerogeneradores y plantas solares, se suelen poner, incluso ilegalmente, en tierras comunales….

[7] No sé si hace falta recordar que el dióxido de carbono es un “alimento” básico de las plantas, de manera que, si existe en mayor cantidad en la atmósfera, aquéllas crecen más robustas y más rápidamente… ¿Por qué se oculta esta verdad básica?

[8] Si la cosa fuera en serio, se rebajaría “la huella de carbono”, por ejemplo, liquidando a las grandes compañías multinacionales capitalista, que con sus factorías deslocalizadas queman una cantidad colosal de combustible fósil trasladando a miles de kilómetros lo producido en unas y otras. También, parando la digitalización, que despilfarra energía a lo grande con la multiplicación irracional de los ordenadores de todo tipo, sólo para que el Estado policial alcance un estadio superior de su fascistizante actividad de control. Y, sobre todo, deteniendo los preparativos de guerra entre las grandes potencias imperialistas, pues nada ni nadie consume más petróleo que los ejércitos. Pero no, culpabilizan a la persona común -como hacen siempre los poderes constituidos- de causar “el calentamiento del planeta”, despreciable tarea en la que destacan los ecologistas, con su sucia moralina ambientalista sempiterna.

[9] Al destinar tanto terreno a las “renovables”, que además queda gravemente contaminado y devastado, él y los acuíferos que estén bajo él, se está reduciendo la superficie susceptible de ser cultivada, en unas fechas en que los rendimientos de la agricultura están en regresión y retroceso, lo que anuncia a medio plaza escasez, inflación e incluso hambre. Puesto que, según algunas declaraciones, las autoridades europeas y sus vasallos españoles quieren dedican un millón de hectáreas a las “energías verdes”, el 2% del territorio (y esto, sólo para empezar), se crearía una nueva superficie, de enorme extensión, gravemente mutilada medioambientalmente, en el caso de los molinillos, y del todo desprovista de vegetación, para las placas, lo que agravaría la crisis climática. Todo ello es insostenible también porque el tiempo de vida media de tales instalaciones es de unos 18-20 años, y luego, ¿se volvería a devastar y cargar de venenos otro millón de hectáreas?, dado que instalar las nuevas en los mismos sitios, muy contaminados, no parece apropiado, ni siquiera médicamente. La solución, hay que insistir, es reducir el consumo de energía al 10% del actual.

[10] La ciencia, en tanto que heredera de la religión, tiene explicaciones para todo, y cuando no las tiene se las inventa. No sabemos apenas nada de cierto sobre las fases glaciales y cálidas de la historia de la tierra, como no sabemos nada, sin ir más lejos, de por qué la savia de los árboles asciende por los vasos conductores hasta alturas respetables, por ejemplo, los treinta metros de una encina. Hay, para esto último, hasta una decena de explicaciones, todas refutables a la primera. Pero, atención sí sabemos que el clima no es, experiencialmente, y no puede ser, reflexivamente, el mismo en un territorio arbolado que en ese mismo desarbolado. Porque no puede ser igual la incidencia de los rayos solares sobre un suelo desnudo durante meses, como son los agrícolas, que, sobre otro protegido por cinco capas de materia vegetal u orgánica permanente, que es el caso de los bosques. No, no puede ser lo mismo.

[11] Son numerosos los documentos del pasado que explica que en las zonas de temperaturas bajas no se podía tener ganado en áreas rasas, desarboladas, porque en los inviernos crudos perecían de frio. Sin bosques, dicen aquéllos, era sin ganados, salvo los estabulados. Toda especie vegetal posee una temperatura mínima admisible, y si cae por debajo de ella se hiela, muere o queda dañada. Para evitarlo, genera calor. Lo mismo sucede con las temperaturas máxima, por lo que ocasiona frescor, esto lo hace más el bosque que el árbol en solitario, pero así es. La casi aniquilación de los montes ha dejado a los territorios sin su principal regulador térmico, con los tremendos efectos observables.

[12] La galerna polar Filomena, de enero de 2021, dañó a multitud de plántulas de encina nacidas de las bellotas sembradas en campos abiertos por la gente de la Asociación del Común conforme al Proyecto Arrendajo, de manera que aquéllas, entonces de poco más de un año y una altura media de unos 6 centímetros, tenían marrones, secas, muertas, hasta un tercio de sus hojas. En efecto, la encina, no resiste temperaturas inferiores a los 15 grados bajo cero, menos aun cuando es recién germinada. Año y medio después, tales arbolitos tuvieron que padecer el terrible estío de 2022, con temperaturas de hasta 45-48 grados. mantenidas durante más de dos meses, y una ausencia casi total de tormenta de verano durante todo ese tiempo. Ello ocasionó unos daños que estamos evaluando, aunque lo más probable es que el extremismo climático actual haya eliminado, provocado su muerte, entre el 50% y el 70% de las encinas surgidas de las bellotas sembradas. Lo observado en las plántulas citadas es que las lesiones recuerdan a las de “la seca”, lo que nos lleva a la etiología real de esta terrible amenaza para los bosques ibéricos mediterráneos. La bellota madura a finales del otoño, cae al suelo y conserva su capacidad germinativa latente hasta la primavera, cuando el sol renacido la hace activarse. Si la primavera es lluviosa y el verano no excesivamente tórrido todo marcha bien, pero… eso ahora sucede cada vez en menos temporadas. Hasta cinco años necesita cada pequeño quercus para arraigar bien y quedar exento de decaimiento, pudrición y muerte, llegando en unos años más a la edad adulta y produciendo frutos, semillas.

[13] Actualmente, grandes bancos transnacionales, poderoso fondos de inversión y otras empresas megacapitalistas de temible catadura están comprando enormes cantidades de tierra en nuestro país, para organizar una agricultura aún más destructiva que la actual, con enormes latifundios hiper tecnificados y por ello mucho más ecocidas, trabajados por asalariados semi-esclavos, con práctica desaparición de la pequeña propiedad campesina. Todo eso se está efectuando con el beneplácito y apoyo del gobierno de izquierda, un sector del cual se dice “anticapitalista” … El conjunto de estas actividades, una vez consolidado, va a ser rotundamente funesto, catastrófico, para nuestra ruralidad.

[14] Repudiar la PAC, expresión jurídica del peor capitalismo, es rechazar su fuente, la Unión Europea, con sus 27 Estados miembros, España entre ellos, todos satélites del imperialismo alemán.

[15] En el asunto forestador hay que rechazar todo “apoliticismo”, pues los árboles han sido y deben ser el símbolo de la democracia directa, del gobierno por asambleas, que se reunían bajo su copa, desde hace 1.500 años, esto es, desde la revolución bagauda. Muchos de estos árboles políticos son recogidos en “Árboles de Junta y Concejo”, de Ignacio Abella, a pesar del carácter pusilánime y cortito de este libro, angustiado por el temor a “ofender” al poder constituido… Así pues, árboles y revolución van unidos.