LOS “DERECHOS” NO EXISTEN. Por Alex Cosma

Al igual que confundimos comodidad con libertad, también estamos muy errados en el asunto de los “derechos” …

Los humanos tenemos tres cerebros, el reptiliano (instinto), el sistema límbico (emociones) y el neocortex (intelecto); esto es muy resumido, pero para que nos entendamos, ¿de acuerdo?

Pues bien, los tres son esenciales, los tres nos identifican como humanos, no podemos descartar ninguno, ni dar a uno más importancia que a los otros dos. La vida humana es una mezcla de los tres. Sin más. No es elegible, es así.

Tener hijos es una decisión personal (neocortex), aun así, condicionada por los otros dos cerebros, pero no es un «derecho» (ni tenerlos ni no tenerlos), y cuando no hay adoctrinamiento por medio, lo normal es que una sociedad tenga hijos y se reproduzca (con personas que no tengan y otras que sí tengan).

Una de las supuestas «conquistas» de la modernidad es la de la “libre elección”, pero identificada ésta (de forma falsaria) como “derecho”; tenemos “derecho” a elegir todo en nuestra vida, todo es elegible, ¿todo? Incluso pareciera que los derechos son una IMPOSICIÓN, es decir, no podemos rechazarlos.

Veamos:

Un “derecho”, como tal, debe poder ser ejercido por todo el mundo de forma simultánea, porque un derecho es bueno per se; eso es lo que nos dicen los expertos en derecho, en política, en sociología, etc. Algo que es bueno «per se» (un «derecho») no debería transformarse en algo malo si todo el mundo lo ejerce de forma simultánea; al contrario, el ejercicio masivo de un derecho multiplicaría de forma exponencial la  bondad unitaria de éste, generando así un hiper-mega-bien-mundial.

Analicemos, por tanto, si toda libre elección es equiparable a “derecho” (sobre todo si los que afirman ese derecho, a su vez están a favor de conceptos tales como “solidaridad intergeneracional” y a favor del “sistema de pensiones” (para el caso concreto que pongo como ejemplo, que es el supuesto derecho a no tener hijos):

Todo el mundo puede elegir ser cocinero, todos están supuestamente en su “derecho” a serlo, pero la vida real hace ver al 99% de la gente que ellos no pueden ser cocineros, cosa que asumen con naturalidad. Es decir, ser cocinero es sólo una opción, no un derecho inalienable; y como tal opción, de ser elegida, tiene sus consecuencias, acarrea responsabilidad.

Mucha gente dice que es su “derecho” elegir si tener hijos o no. Pues bien, como tal “derecho” debería poder ejercerse por todas las mujeres y hombres de una misma sociedad al mismo tiempo (y para siempre), con el resultado de que esa sociedad se extinguiría en el caso de elegir no tener hijos. Vemos por tanto, que el ejercicio masivo de un derecho (que es algo bueno «per se» sí se transforma en algo, sino malo, si al menos que no estaba contemplado dentro del pensamiento derechohabiente).

A esto se suele responder que lo normal es que ese “derecho” a no tener hijos se compense con las personas que sí quieren tener y tienen muchos hijos; pero entonces ya no hablamos de un “derecho” que pueda ejercerse de forma simultánea por todo el mundo, sino que dejamos todo al azar de que la mitad de las personas (sobre todo mujeres, que son las que conciben) decidan no ejercer ese “derecho”; y no sólo eso, sino que éstas tengan el doble de hijos de media para compensar a las que ejercen su “derecho” a no tener hijos.

De esta primera contradicción-incoherencia del ideario derechohabiente, se intenta salir con un argumento en forma de huida hacia adelante, la inmigración. Pero:

Todo el mundo se llena la boca con que emigrar es un drama, porque la gente en general no quiere abandonar su tierra, su familia, su cultura, y cuando lo hacen sólo es por imperiosa necesidad, ¿correcto? Correcto. Repitamos: emigrar es un drama, y nadie, en principio, querría hacerlo de forma voluntaria. Pues resulta que para que las personas derechohabientes puedan ejercer su “derecho” a no tener hijos, sin que su sociedad colapse (dentro de un sistema con bienestarismo, sistema de pensiones y la llamada solidaridad intergeneracional), se necesita que haya gente pasando calamidades en sus países y que emigre a otros países; en este caso emigran a los países cuyos habitantes han decidido no tener hijos.

Estamos, por tanto, ante una doble aberración que debe ser escondida, para lo cual se recurre a un tercer argumento, una vez más hablando de “derechos”, en este caso del “derecho” a emigrar. Pero volvemos a lo mismo: ¿y si todo el mundo ejerciera su «derecho» a emigrar al mismo tiempo?

Para resolver esta ecuación (esta concatenación de errores conceptuales) lo correcto es no desenvolverse por la vida en base a los “derechos”, sino en base a los deberes (mejor con mayúsculas: DEBERES).

Todo supuesto derecho se puede convertir en (es en realidad) un DEBER.

– ¿Derecho a la vida? NO; deber de defender la vida, tu vida (a no ser que te sea indiferente morir).

– ¿Derecho a una vivienda? NO; deber de procurarte techo, con tu esfuerzo (a no ser que quieras dormir a la intemperie).

– ¿Derecho a la libertad de expresión? NO; deber de expresarte libremente (a no ser que prefieras ser un objeto pasivo, en vez de un sujeto activo).

– ¿Derecho a desarrollar tu sexualidad como te parezca? NO; deber de desarrollar tu sexualidad como te parezca (a no ser que prefieras que tu sexualidad sea dirigida por el ESTADO y su «derecho positivo», por los medios de comunicación, o en general por los demás).

– ¿Derecho a no tener hijos? NO; deber de elegir libremente la opción de tener o de no tener hijos, siendo que las dos opciones conllevan responsabilidades (de un tipo u otro) y consecuencias (de un tipo u otro).

– ¿Derecho a la libre circulación? NO; deber de elegir libremente la opción de moverte por donde quieras, y deber de elegir libremente si quieren aceptarte o no por parte de las personas (individuos o colectivos) que ya estén establecidos en el lugar al que decidas ir.

Los “derechos humanos” en realidad no existen; existen los deberes. De hecho, desde que nace, un bebé tiene deberes, y el primero de ellos es buscar a ciegas la teta de la madre, porque de lo contrario muere (dejemos por un momento a un lado la tecnología). Sí, el “deber” del bebé es un instinto de supervivencia, que no es lo mismo que un deber auto-asignado de un adulto. Pero se entiende el espíritu del mensaje que se intenta transmitir en este texto. ¿Verdad?

Además, mi supuesto “derecho” (dentro de una comunidad) siempre depende de que el otro cumpla con su deber. De nada vale, por ejemplo, mi “derecho a la vida” si otro me la quita; es decir, si el otro no cumple anteriormente con su deber de no atentar contra ella.

Por tanto, aun admitiendo la existencia de los “derechos”, éstos no serían simultáneos a los deberes. El deber siempre es anterior y superior al derecho.

Por tanto, vemos claramente que, en todo caso, los “derechos” sólo aparecen en escena cuando los deberes son cumplidos o no, y sólo aparecen para confirmar (cual notario) ese cumplimiento o no cumplimiento de los deberes, no para asumir una vida propia o prioridad o cualidad prístina que no tienen.

El deber, asimismo, de forma implícita invita a la acción, mientras que el derecho invita a la pasividad. Alguien que se desenvuelve en su vida en base a sus deberes no necesita que nadie le regale ni conceda ni otorgue nada, sino que todo se lo gana con su esfuerzo. Por el contrario, alguien que se desenvuelve en su vida en base a sus “derechos” se convierte a la larga en un ser dependiente y/o en un parásito.

Si dos personas cumplen con sus deberes, de facto ya se están respetando mutuamente, por tanto, no hay lugar para los derechos de uno o del otro, no son necesarios… mejor dicho, no existen.

¿Por qué existen entonces? Mejor dicho, ¿por qué se les hace existir, y además con la importancia que se les atribuye?

Un “derecho”, tal y como es entendido en el siglo XXI, es otorgado por quien tiene la potestad (dominio, poder, jurisdicción, facultad ) para ello: el ESTADO y su “Estado de Derecho”. Claro, estamos hablando del llamado “derecho positivo”, el cual (según nos dicen) emana a su vez del “derecho natural”.

Un resumen escueto sobre el concepto “derecho” en su recorrido histórico y en sus diferentes versiones sería el siguiente:

  • Derecho divino”, que emanaba de dios (dioses), y del cual sólo disfrutaban los elegidos (reyes, emperadores, etc.)
  • Derecho natural” (iusnaturalismo teológico) también de origen divino, pero en este caso, teóricamente, todos los humanos disfrutaban de él por ser todos hijos de dios. Este derecho, en la práctica, no funcionó igual para todos, como bien sabemos, ya que el poder constituido siempre disfrutó de derechos diferentes y superiores a los del pueblo llano. Este es, por ejemplo, el derecho de las monarquías «españolas».
  • Derecho natural” pero ya despojado de carácter y/o emanación divinos, es decir, de origen puramente racional (iusnaturalismo racionalista), es decir, «la razón» (que, vista así, sería también superior a lo humano e invariable) nos dice que todos los humanos somos iguales y que, por tanto, tenemos todos los mismos derechos. Este «derecho» es el de la ilustración (y luego de las revoluciones liberales, ya con el derecho positivo empezando a funcionar).
  • Derecho positivo”, que es, por ahora, último paso que se ha dado en la evolución del concepto “derecho”. Este es el derecho escrito, y convertido en LEY; es el derecho del ESTADO, y éste puede suspender o eliminar esos “derechos” según “Razón de Estado”.

El “derecho natural» y la «ley natural»[1] no son lo mismo, porque la segunda tiene más que ver precisamente con el deber que con el “derecho”; tiene que ver con la causa y la consecuencia, con lo correcto y lo incorrecto (debo hacer X si no quiero -o quiero- que suceda Y). No existen los “derechos” en ese escenario de “ley natural”.

[1] A los efectos de redactar este texto, admito el concepto “Ley Natural” en tanto relación genérica causa-efecto, no como lo interpreta la supuesta y falsa disidencia actual  (OPPT, REML, etc.) que se basa en una “Ley Natural” que también sería de emanación divina, igual el que el iusnaturalismo teológico.

Los 4 “derechos” expuestos comparten formas tautológicas, es decir, los derechos existen porque existen, y casualmente siempre son una imposición que le llega desde arriba al pueblo llano, siendo ese “arriba” dios, la “razón” o el ESTADO. Por tanto, siempre hay entes suprahumanos y/o humanos expertos (con poder, además de «conocimiento») que dicen a todos los humanos lo que son y lo que no son; lo que deben hacer o no; y por supuesto, les dicen cuales son sus derechos.

Pero, en el caso de pretender seguir aceptando la existencia del concepto “derecho”, el más lógico, desde cualquier punto de vista, creyente o ateo, debería ser el derecho consuetudinario (asambleario) que todos olvidan; y lo olvidan porque es el único que no proviene de ningún poder sobrehumano o por encima de los humanos; este “derecho” no le es dado o impuesto al pueblo, sino que es de creación popular, por tanto, horizontal. Y, como digo, este derecho consuetudinario es cohonestable con los creyentes porque respeta el “libre albedrío” (limitado) que dios otorgó al ser humano; y es compatible con la “razón”, porque sería la razón colectiva emanada de la asamblea.

Volvamos al ejemplo del bebé: si éste no busca la teta y no hubiera tecnología, moriría. Y si ni siquiera dejamos que el bebé busque la teta, y directamente le damos leche artificial, estamos creando desde el primer día de su vida a un humano laxo, derechohabientista, flojo.

Ya en adultos, el derechohabientismo genera seres pérfidos, envilecidos, arrogantes, soberbios, engreídos; y cuando son hiperprotegidos y «empoderados» por el ESTADO, se convierten en tiranos (feminismo, inmigracionismo, homosexualismo… todos ellos nuevas herramientas de dominación, de totalitarismo).

Si el pueblo llano se diera cuenta de la farsa de los “derechos”:

Serían las mujeres las primeras que deberían salir a la calle a luchar contra el (dirigido e impulsado desde el Estado y el Gran Capital) feminismo de Estado y feminazismo. 

Serían los propios homosexuales, lesbianas y transexuales los primeros que deberían salir a la calle a luchar contra el (dirigido e impulsado desde el Estado y el Gran Capital) movimiento LGTBI.

Serían los propios inmigrantes los que deberían salir a la calle a luchar contra el (dirigido e impulsado desde el Estado y el Gran Capital) inmigracionismo.

Serían los propios musulmanes los que deberían salir a la calle a luchar contra el islam político y la teocracia (impulsados desde el Estado y el Gran Capital).

¿Por qué no lo hacen? Porque todos ellos se han creído el papel que les ha sido asignado, el papel de víctimas que, como tales, han de ser protegidas.

Y no lo hacen porque, tanto ellos como el resto de la población, se han creído el embeleco infrahumanizante de los “derechos”, cuando lo que realmente construye un humano de calidad son los deberes; con mayúsculas: DEBERES; y en concreto los auto-asignados, ya que éstos minimizan la necesidad de promulgar deberes impuestos desde fuera del sujeto y desde instituciones por encima de él.

Por tanto, todos ellos, tanto unos como otros, y también los de fuera de esos colectivos, todos, no miran por la sociedad en su conjunto, sino por sus “intereses corporativos”.

Todos divididos y enfrentados, todos derechohabientes, ninguno responsable de nada, todos víctimas. Todos cumpliendo a la perfección el papel que les ha sido asignado desde el poder constituido, desde el dúo Estado – Gran Capital.

Así es. El victimismo es una herramienta muy útil para el sistema de dominación. Todo el mundo se siente víctima de algo, nadie se siente responsable de nada. Incluso el propio Estado (las minorías poderhabientes que lo componen) expande la idea de que él está en manos del malvado capitalismo, con éste, por supuesto, desempeñando gustosamente el papel de malo de la película, a sabiendas de que el Estado realmente vela, ha velado y velará por él. Y una vez que que el embuste del enfrentamiento ESTADO-CAPITAL va quedando en evidencia, se lanza al estrellato al siguiente embuste: el ESTADO está siendo atacado por el globalismo, por élites ocultas. CONSPIRACIONISMO.

El Poder (en todas sus formas ilegítimas, como son el Estado y el Gran Capital) no sabe de razas ni de culturas ni de nada, sino de “poder”; las razas, las religiones, los feminismos, los machismos y el dinero son cebos para el pueblo, para que éste crea que lo importante son dichas cuestiones, y no la libertad con responsabilidad, no los deberes. Son cebos para que todo el mundo, o bien se sienta superior o víctima debido a alguno de esos cebos. El que elige sentirse víctima, en tanto que tal, necesita ayuda-tutela desde arriba; tutela de los ricos, los poderosos y los expertos, que piensan y deciden por todos y que disfrutan en su papel de tuteladores.

Por contra, un pueblo que asume su responsabilidad, que se desenvuelve en la vida en base a los deberes, y que no quiere ser tutelado, es un rival difícil para el poder constituido.

Sí, el victimismo-derechohabientismo es ya la mejor herramienta de dominación.

¿Vamos a seguir divididos y enfrentados en las mil y una ideologías diseñadas a tal efecto, o vamos a unirnos, el pueblo llano, para combatir al poder constituido?

Volviendo al hilo conductor de este texto, ¿vamos a seguir permitiendo que el tipo de vida impuesto por el dúo Estado-Capital nos impida tener hijos y además nos auto-justifiquemos por ello o creamos que lo hacemos por que es «nuestro derecho» no tenerlos?

Los que “ejerciendo su derecho” han decidido de forma voluntaria no tener hijos, aun pudiendo permitírselo ¿son conscientes de las consecuencias de tal decisión? ¿Saben que dicha decisión implica la necesidad de que haya gente en el mundo pasándolo mal que decida emigrar, y que así, con su llegada, hagan posible la viabilidad de esa sociedad antinatalista?

Resumiendo:

El pueblo bienestarista (bienestarizado) HA DECIDIDO no tener hijos. La SUMA DE VOLUNTADES de esas decisiones individuales, por tanto, conllevaría la muerte de esa sociedad bienestarista. Entonces, ¿por qué el ESTADO no deja que la sociedad bienestarista muera? ¿Por qué interviene con inmigración masiva? Pues para sostener el ESTADO y el CAPITALISMO, pero AL MARGEN y CONTRA las decisiones individuales de los ciudadanos y al margen de la suma de esas decisiones, suma que debería conllevar la desaparición de esa sociedad (y así, una vez desaparecida la sociedad bienestarista y el territorio vacío, sí podrían llegar todos los inmigrantes que quisieran para instalarse y repoblar).

Queda claro que el ESTADO no vela por el interés del PUEBLO, porque el PUEBLO quiere morir (eso dicen sus actos) y el ESTADO no permite que muera, y lo que hace es sustituirlo con inmigración. Queda claro que el ESTADO es un ENTE ILEGÍTIMO que sólo mira por su propia subsistencia, la subsistencia de las minorías poderhabientes que conforman el dúo ESTADO-CAPITAL.

Hay gente que sí quiere tener hijos pero dicen no poder por dinero o por lo que sea. En realidad no hay excusa que valga, pero bueno, aceptémosla por ahora, ya que, por desgracia, esa decisión está fundamentada y contiene verdad y parte de razón.

Pero otros muchos, quizá ya la mayoría, han decidido no tener hijos, y afirman que están en su «derecho» de no tenerlos; es decir, que en el acto de no tener hijos están ejerciendo su «DERECHO».

¿Por qué entonces el ESTADO funciona en contra del propio ejercicio de los «derechos» de los ciudadanos, y en contra del resultado y de las consecuencias que debería tener ese ejercicio masivo de los derechos?

¿Acaso no nos dice el ESTADO que el EJERCICIO de los derechos es BUENO PER SE?

¿Cómo es posible que el ejercicio masivo (por tanto estupendo) del «derecho» a no tener hijos produzca resultados negativos?

¿Por qué la gente que no tiene hijos («ejerciendo su derecho» a no tenerlos) no reclama que no sean impedidas las consecuencias del ejercicio de su «derecho»?

¿Acaso la gente cree que los derechos sólo pueden tener consecuencias positivas?

¿Acaso los derechohabientes sólo están para lo bueno pero no para lo malo?

¿Acaso son INFANTILES?

¿Quieren o no quieren los derechohabientes que su sociedad MUERA?

¿Son conscientes los que no quieren tener hijos de que para que ellos puedan ejercer su «DERECHO» (y que su sociedad no muera) es NECESARIO que haya gente sufriendo en el mundo y que decida emigrar? ¿Si les resulta indiferente el futuro y sólo miran por el presente, por qué defienden el sistema de pensiones? ¿Acaso sólo les interesa su futuro personal pero no el de sus semejantes y, por extensión, tampoco el futuro de la sociedad en la que viven?

¿Son conscientes los que no quieren tener hijos de que el dúo ESTADO-CAPITAL sólo puede mantener viva la sociedad  provocando a su vez (mediante guerras, colonialismo, explotación, etc.) que haya gente que sufra y emigre? 

¿Acaso los que no quieren tener hijos tienen remordimientos de conciencia por su actuar, y tratan de paliar las consecuencias que se derivan de él, y por eso se muestran como falsos derechohabientes y apoyan la inmigración masiva (ya que ésta mantiene a duras penas viva a la sociedad y les exonera de responsabilidad)?

Debemos reflexionar sobre todas estas cuestiones, y obrar en consecuencia.

Reflexionar y obrar no son “derechos” (porque los “derechos”, como hemos comprobado, no existen), sino deberes. Si todos reflexionáramos no necesitaríamos a ninguna casta de expertos que lo hiciera por nosotros, empezando por la casta de expertos en “derecho”, y terminando por la casta de los expertos en demografía.