LA IZQUIERDA ES TAMBIÉN EL FASCISMO. Sobre la retirada de los restos de Franco del Valle de los Caídos

Nada menos que 43 años después, la izquierda burguesa y fascista en el gobierno se dispone a efectuar otro de sus actos demagógicos y encubridores, sacar a Franco de la tumba. Es comprensible, necesita tan macabra trapisonda para ocultar que, gracias a su actuar, el Estado franquista emergió indemne de la llamada Transición Política (1974-1978). En consecuencia, los torturadores fascistas, los asesinos falangistas, los militares y guardias civiles bañados en sangre inocente, los musulmanes marroquíes que contribuyeron decisivamente a la victoria del fascismo y que luego, hasta 1956, dieron protección al «Caudillo», con el esperpento de «la Guardia Mora del Generalísimo» y, más aún, los banqueros, grandes industriales y terratenientes, o sea, todos los que habían dado vida al fascismo español, se fueron de rositas.
 
Aquí no hubo un tribunal de Nuremberg, como sí lo hubo en Alemania para juzgar a los nazis; ni un tribunal de Tokio para hacer justicia con los militaristas y fascistas japoneses. No hubo ni tan siquiera una Comisión de la Verdad como en Chile, para investigar y juzgar a los criminales del régimen de Pinochet. Así pues, no hubo justicia para los que, pongamos por caso, torturaron vandálicamente a mi amigo Pepote (tanto que éste, para eludir el dolor, intentó suicidarse), los matones de la BPS (Brigada Político-Social). O para los que literalmente trituraron (con el «submarino», el «quirófano», etc.) a mi querido amigo El Valenciano, tantísimo que, cuando le vi, días después, estaban tan desfigurado que no le reconocí, aunque compartíamos piso desde hacía 2 años, debido al obrar de los sayones de la Guardia Civil. Tampoco para quienes colgaron a Miguel (un chavalito obrero de la construcción al que yo había introducido en la lucha antifranquista), por la melena, a un metro del suelo, y le dejaron así durante horas, también obra de los angelitos de la BPS. Ni para los verdugos frenéticos de tanto otros (entre los que me encuentro). Todos ellos permanecieron cómodamente en sus casas y empleos, cobrando sueldos y pensiones muy jugosas del Estado, disfrutando de la vida, mientras a los que habíamos luchado contra el fascismo de Franco se nos dejó tirados.
 
Quiero que se me entienda bien: no pedimos entonces -ni ahora- dinero o pensiones, sólo justicia, que quienes hicieron lo que hicieron fueran juzgados. Porque nosotros no fuimos víctimas del franquismo sino luchadores antifascistas, de manera que no queremos ser compensados y ni mucho menos remunerados. Fuimos víctimas porque fuimos luchadores, lo cual es un timbre de honor y un motivo personal de orgullo que ha iluminado nuestras vidas hasta el día de hoy, haciéndonos mejores. Nos atrevimos y lo hicimos, y eso nos llena de un regocijo indecible.
 
Pero ahora, a los antifranquistas de verdad, se nos insulta con la mascarada organizada por la izquierda fascista. Por el gobierno del PSOE, el partido por excelencia de los cobardes y los pancistas, sin otra ideología que el dinero. Tal izquierda es la misma que en la Transición pacta con el fascismo, y le garantiza la tranquilidad y la estabilidad a cambio de ingresos monetarios muy crecidos, de cargos, de poder. El convenio entre Adolfo Suarez y Santiago Carrillo, con el apoyo de Felipe González, es el acuerdo a que llegan los fascistas de derechas y los fascistas de izquierda para repartirse el país y vivir deliciosamente de los impuestos que nos extorsionan.
 
Central en ese cambalache, en ese hórrido revoltijo de fascistas de un tipo y de otro, fue el Partido Comunista. Del mismo modo que ahora, en el proceso de fascistización del aparato estatal en marcha, valiéndose sobre todo de «la ideología de género» y del «antirracismo» neo-negrero, es decisivo el partido heredero de aquél, Podemos, o sea, el Partido de los Canallas Fascistas, el PCF. Éste es el continuador de la Brigada Político-Social, la nueva policía política del fascismo de izquierda, dedicada  hoy a perseguir, a calumniar y a amenazar a los revolucionarios. Son gente bestial y desalmada, y cuando los poderes del Estado se lo ordenen, organizarán algo similar a lo de 1936-1948. En efecto, si se evalúa al PCF desde la doctrina del creador del fascismo, Benito Mussolini, se concluye que cumple todos los requisitos definitorios del «fascio redentor», aunque, por el momento, esté en estado de latencia. Cuando pasen a la fase activa, con la agudización la crisis social, se manifestarán como lo que son: fascistas de izquierda, que tildan de fascistas a todos los demás para que no se note lo obvio, que ello son los primeros y principales de tan tremebunda especie.
 
Tienen la desvergüenza de pedir ahora, ¡43 años después!, que se lleve a juicio a los franquistas, cuando prácticamente todos han fallecido. Como dice el refrán «al burro muerto la cebada al rabo». Su jefa, Manuela Carmena, era del Partido Comunista en la Transición, así pues, ¿por qué no pidió que se les juzgara entonces?
 
Si se encausa a los franquistas hay que hacerlo también con el resto de los fascistas, empezando por los jefes del Partido Comunista en la guerra civil, en especial a los del PSUC (el PCE en Cataluña), que fue la organización más fascista, junto con La Falange, de la época, como Orwell cuenta en «Homenaje a Cataluña». Y a los prebostes del PSOE, en especial a Largo Caballero, Margarita Nelken e Indalecio Prieto, tan manchados de sangre inocente como los franquistas. Y a los jerarcas de ERC, no menos letales. Y a los matones de CNT y el POUM. Y por supuesto, a don Manuel Azaña, organizador de la enorme carnicería que fue el Frente Popular, como describo en mi libro sobre la II república española.
 
Para el presente no basta con situar en el punto de mira del antifascismo al Partido de los Canallas Fascista sino también al feminazismo, desde la vicepresidenta Carmen Calvo a la alcaldesa de Madrid, y sin olvidar la de Barcelona. Las feminazis son neonazis, y como tales deben ser tratadas.
 
Quienes no comprendan que en la guerra civil el sistema de dominación se sirvió del fascismo de derecha y que ahora se sirve del fascismo de izquierda, y que todos son uno y lo mismo, yerra en algo decisivo.
 
Antifascismo significa revolución. Y la revolución pondrá fin a la dictadura de unos y otros. Y se hará justicia, justicia popular, contra los fascistas de uno y otro tipo.
 
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