La cuarta edición de mi libro hasta el momento más importante se sustancia en un volumen de 681 páginas, que incluyen un Prólogo a la cuarta edición de 44 páginas, impreso por Editorial Manuscritos. Su precio es de 24 euros. El texto principal no ha sido modificado. La actual impresión contiene un número pequeño de ejemplares, por dificultades económicas personales, boicot de ciertas librerías fascistas de izquierda a mis textos y otros motivos.
El subtítulo del libro es el mismo, “Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizatoria”. Recoge el meollo de mi ideario y proyecto, una revolución política, que establezca un sistema de democracia directa sin aparato estatal y de democracia económica sin capitalismo transnacional y con economía comunal, una revolución axiológica que modifique el régimen moral de la sociedad tanto como el del individuo y un programa para el cambio civilizatorio, que instaure una nueva sociedad, esto es, una etapa superior en la historia y trayectoria de la humanidad.
Estos objetivos son hoy mucho más necesarios aún por cuanto vivimos la marcha, progresivamente acelerada, hacia la autoaniquilación tendencial del orden político, económico y social actual, por derrumbe múltiple del actual régimen social. Pero por eso mismo es una edad de esperanza, ilusión, optimismo y fe en el futuro. Porque toda destrucción de lo viejo es, al mismo tiempo, construcción de lo nuevo. En efecto, lo viejo que está en agonía puede y debe dar el paso a lo nuevo que nace. Y de eso se ocupa mi libro.
La revolución es, sin duda, la solución. Lo es también porque ya no hay proyectos reformadores, ni puede haberlos, debido a que el sistema se ha hecho senil, se ha fosilizado y resulta irreformable, incluso en lo ínfimo.
El libro se ocupa de estudiar la revolución, a partir de las revoluciones del pasado, sobre todo de las perniciosas (la francesa, la liberal española, la rusa, la china, la bolivariana, etc.), para por volteo dialéctico establecer los fundamentos y naturaleza de una revolución positiva, civilizatoria, necesaria, que realice los grandes valores de la libertad, la verdad, la virtud personal, la justicia, la convivencia y la moralidad. Con ese objetivo trata diversos asuntos, no sólo la revolución social sino la revolución individual. La autoconstrucción de la persona, recuperando la cosmovisión propia de la cultura occidental sobre la imprescindible fusión entre virtud cívica y virtud personal.
Porque sin revolución -por libre albedrío- en lo hondo y profundo de la persona, de cada persona, de todas las personas, no puede haber revolución en la sociedad.
Pase lo que pase, y suceda lo que suceda, seguiré trabajando por la revolución. Y esa voluntad de revolución me lleva a establecer estrategias y tácticas, a corregir errores, a investigar nuevas vías, a situarme en el centro mismo de los huracanes sociales, y así hasta realizarla. No importa mucho si eso sucede ahora o dentro de cien años, lo que cuenta es que la revolución tenga lugar, acontezca, e inicie una nueva etapa en el perfeccionamiento de la sociedad y en la magnificación de la persona.
El Prólogo a la cuarta edición corrige errores y supera deficiencias del libro, tal como aparece en la versión original. Su aportación más concluyente es que, argumentando en positivo, ofrece una exposición del programa de la revolución, que es integral o no es. Tal desarrollo de lo propositivo revolucionario es cada vez más necesario, pues a medida que el sistema va mostrando en la experiencia sus incapacidades, disfunciones y contradicciones internas irresolubles, se hace más necesario dar el paso desde la crítica a la propuesta, y desde la propuesta a la acción consecuente. Mucho más cuando ahora sobreabundan las críticas, por lo general demagógicas y fulleras, de manera que es el momento de explicar qué se pretende lograr, y no sólo ni principalmente con que se está en desacuerdo.
Por eso, dicho Prólogo se convierte en un antecedente, en un avance, hacia el “Manifiesto de la Revolución Integral”, un trabajo de síntesis, breve y condensado, que se ha convertido en completamente imprescindible, y que espero tener pronto editado. Éste irá acompañado de un estudio sobre la revolución, que fije las condiciones del cambio revolucionario holístico en las condiciones del siglo XXI, esto es, en un tiempo es que todo el decrépito y monstruoso edificio social actual cruje, se cuartea y amenaza ruina.
La revolución va a ocupar, como acontecimiento y quehacer, todo un largo periodo de tiempo, justamente el que ya ha comenzado con el tremebundo experimento de ingeniería social a gran escala iniciado en 2020 tomando como pretexto la pandemia del covid-19. El blanco de ataque son unas élites mundiales, europeas y nacionales enloquecidas por el exceso de poder, que al mismo tiempo observan, y sufren, que su sistema de dominación y orden económico están aquejados de diversas enfermedades incurables provocadas por sus contradicciones internas, lo que hace a dichas élites aún más dementes y genocidas. Poner fin a su dictadura para establecer un régimen de democracia directa integral es la meta y el objetivo.
Los pedidos del libro en: esfyserv@gmail.com
Declaro la guerra al Estado
Posted on marzo 31, 2021 by EDITOR
Declaro la guerra al Estado, una guerra de subversión, insumisión y guerrilla ideológica, pues sé que mi enemigo tiene el monopolio de la violencia; tiene cientos de miles de efectivos en sus mafias policiales y yo estoy solo y desarmado. Sé que hay otros insumisos, otros guerreros que lo darán todo por la libertad, pero no los conozco, somos un archipiélago inconexo de hombres liberados del culto al ídolo estatolátrico. No podremos organizarnos juntos nunca. Tampoco queremos hacerlo, pues sabemos que toda organización tiene infiltrados del Estado que traicionan los ideales de todos.
Así que ésta en mi guerra hasta el último aliento.
Y declaro: El Estado es el Mal absoluto. Ninguna de sus partes escapa a esta definición general. Ni la sanidad, ni la educación ni la Seguridad Social. Y mucho menos la Seguridad del Estado o el Ejército, bandas armada de españoles de la peor calaña al servicio de la depredación y el expolio; o la Hacienda Pública, asociación de delincuentes para los que la Ley no existe.
Y no, no me siento español, sino castellano, orgulloso de las tradiciones de mi tierra ancestral para la que no deseo un estado independiente del español, sino que le deseo la libertad sin estado que tuvo una vez, antes de que los reyes se hicieran con los territorios de las comunidades de hombres libres que habían derrotado al invasor musulmán. No soy, pues, nacionalista.
Creo en una Península Ibérica de pueblos libres, de estados minúsculos en los que la democracia sea posible, pues todos podamos participar en las decisiones importantes y menos importantes.
No creo en la democracia representativa, la considero una estafa y un oxímoron. El que te representa te roba la soberanía personal. No hay excusa posible para negarte el derecho a participar en cada una de las decisiones que te afectan.
Mi lucha será larga, durará toda mi vida. Pero no desfalleceré, pues la razón me asiste. Y declaro: Todo funcionario es mi enemigo. Tanto más cuanto mayor sea su rango. Todo político, sea del partido y la ideología que sea, es la peste, un ladrón disfrazado de comunista o de nazi, da igual. Todo banquero es un peligro social, un destructor de la riqueza, un creador de dinero de la nada. Todo empresario del Ibex es un colaborador del Estado que parasita al pueblo igual que él. Todo intelectual del régimen es un traidor, como lo es todo periodista de los medios del Nuevo Orden.
No podéis engañarme con vuestras mentiras. Veo la Mátrix.
Os cuesta, ¿eh? Son muchos años de sodomización mental. “¿El Estado el enemigo? Por dios, si es bueno, me cuida. ¿Quién me protegerá sin Estado?” (¿Es que te sientes protegido por la Policía? ¿Tú eres tonto o qué?)
A esta chusma estatista la paramos entre todos. ASÍ:
No creyendo en ellos nunca más.
EN CUANTO OS QUITÉIS AL ESTADO DE LA CONCIENCIA, LA CRISIS DEL COVID, por ejemplo, TERMINARÁ.
ELIMINAR AL ESTADO DE VUESTRO PANORAMA INTELECTUAL ES UN PASO DE GIGANTE. EL PROBLEMA NO SON LAS PERSONAS QUE DIRIGEN EL ESTADO, SINO EL PROPIO ESTADO.
Repetid mil veces:
“El Estado no existe, no es una cosa real. Es un grupo de personas organizado en el uso de la violencia para robarme y parasitarme. El Estado no tiene legitimidad para obligarme a hacer nada que no quiera hacer. Podrá imponerse a golpes, pero ello no hace sino que lo desprecie más. Los servidores del Estado son mis enemigos. Sus élites, políticos, altísimos funcionarios, Ibex35 y hegemones mediáticos, sectas masónicas, religiosas, intelectuales del régimen, etc. son purria fusilable sumariamente a la primera ocasión”.
“Me opongo a los designios del Estado y siempre perjudicaré sus intereses en cuanto pueda. Mi actitud es legítima, pues soy un hombre libre, insumiso, con juicio propio, valiente cuando hace falta serlo, duro para aguantar lo que venga y generoso con mis semejantes. Pero al Estado, ni agua”.