Está a punto de ser publicado por Potlatch Ediciones, quedando con ello a disposición del público lector, el libro “Ética y revolución integral. Reflexiones para una sociedad convivencial”, con cinco textos, de Jesús Franco Sánchez, Félix Rodrigo Mora, Rafael Rodrigo Navarro y Ricard Vidal Miras más un Prólogo de Heleno Saña, el autor de otro libro sobre esta materia, de lectura necesaria, “Breve tratado de ética”. Mi colaboración tiene como título “El yo y la ética. Manifiesto a la juventud”.
Da continuidad a mi preocupación por los problemas morales en su vertiente individual, en tanto que ética de la conducta, el estar y el portarse, como saber práctico autoconstruido que orienta al individuo en los actos del vivir, en los cotidianos tanto como en los trascendentes, en los domésticos igual que en los épicos. Concretamente, en la convivencia y la relación con sus iguales, pues tal es la rama de la ética de que el libro se ocupa. Además, se dirige a la juventud, que es quien necesita sobretodo de la moralidad, para afrontar y contrarrestar la imposición desde las instituciones estatales de lo asocial, egocéntrico, descortés, nadificante, tiránico, codicioso, nihilista, debilitador, delegacionista, autodestructivo y perverso, vale decir, amoral e inmoral.
Además de varios artículos en mi blog, en otros y en revistas, “La democracia y el triunfo del Estado”, mi libro más significativo hasta el momento, tiene como subtítulo “Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora”. Si: axiológica, esto es, en los valores y en los fundamentos morales del existir individual y social. Eso va a tener una significada continuidad en mi intervención en Muro, Mallorca, el 7 de febrero de 2015, de título “Autoconstrucción del yo”, en video.
La ética individual es medular. De ahí que mi aprecio por el sujeto en tanto que individuo esté en contradicción con los politicismos y determinismos sociológicos de toda laya. De manera natural el ser humano dispone de libertad interior para construirse, para autoelegirse, para ser por sí y no por imposición de los poderes constituidos. Ni siquiera las dictaduras políticas e ideológicas más feroces lograr anular del todo la capacidad innata del ser humano para ser él mismo, determinar soberanamente su interioridad y establecer su conducta, para dotarse de valores opuestos a los disvalores impuestos y realizarse como ser de la libertad, la responsabilidad, la rectitud y la virtud.
Esto es una concepción optimista del ser humano, que resulta convenientemente atemperada por las negatividades interiores al yo y por la presión, cada vez más aterradora, de la maldad social y personal impuesta desde arriba, desde el poder/poderes constituidos, los cuales cada día son más poderosos, por tanto, más inmorales y causantes de inmoralidad.
Mi contribución al libro citado es una apelación al esfuerzo moral del individuo para autoconstituir un yo entregado al recto obrar. En contra de las cantinelas habituales contra “el ego”, dirigidas a reducir a la persona a un ente de rebaño, dócil, sumiso y pasivo, lo que propongo es un reforzamiento del yo en un quehacer planeada y de por vida, dirigido al cultivo de las cualidades y atributos convivenciales, morales, emocionales, intelectuales y físicos. Se trata de constituir sujetos fuertes, capaces de ser ellos mismos. En esta época desventurada, la de la globalización, la de la creación de macropoderes planetarios cada día más hipertrofiados, el sujeto en tanto que individuo que se niega a ser hecho (en realidad, deshecho) y se hace él mismo es el elemento decisivo para considerar con esperanza el futuro de la humanidad.
Así es: frente a las dictaduras políticas, económicas, funcionariales, clericales, mediáticas, profesorales y de cualquier naturaleza, se ha de situar el sujeto en la forma de yo que se escoge y se realiza. Con ello el ser nada del orden globalizado resulta superado, emergiendo lo que es hoy más subversivo, el ser humano que lo es.
Es axial en la ética la categoría de “lucha interior”, de conflicto perpetuo por el cual el yo se automejora con esfuerzo y dolor. Tal lucha existe porque el mal está también dentro de uno pero sobre todo porque al mismo tiempo ahí existe asimismo el bien y la voluntad de bien. Es necesario resaltar lo positivo del sujeto, en un tiempo en que todo se dirige a rebajar, agredir y humillar al yo, cuando el hipercriticismo dominante se propone triturar y nadificar a la persona común, presentándola como una simple suma de negatividades y maldades. Tal es una de las peores consecuencias del “pensamiento crítico”, que refuto en varios de mis libros. Ese ser solamente dañino supuestamente, mera perversidad, sólo puede ser salvado, se nos dice, por las instituciones y sus agentes, por el Estado y sus jaurías… lo que refuerza aún más el actual régimen de dictadura múltiple.
Una consecuencia de ello es que cada vez valoro más la moralidad popular, la ética con que la gente común ordena y organiza sus vidas. En mi concepción moral pesa mucho el ideario de los filósofos cínicos griegos, de una parte del estoicismo y del cristianismo verdadero pero mi aprecio por el saber popular actual crece y crece. Podría decirse que, decepcionado por una ética de libros y verborrea, me encamino hacía una recuperación de la sabiduría aplicada del individuo de la calle, al que escucho con creciente interés y respeto.
Eso es más fácil cuando se observa que las y los profesionales de la ética institucional se prostituyen. Por ejemplo, Victoria Camps, catedrática de filosofía moral y política, autora prolífica y senadora por el partido socialista, cuyo quehacer cotidiano se mueve entre la Fundación La Caixa y la Fundación March… No, no, no. En la gran empresa multinacional, una tiranía económica concentrada en progresión, no hay ni puede haber moralidad, sólo inmoralidad. Es ineludible mirar hacia el pueblo.
Es necesario impugnar y revertir el sujeto asocial de la contemporaneidad, entregado a la realización de la guerra de todos contra todos, haciendo posible un individuo sociable, afectuoso, amigable, servicial, altruista, que lo sea sin renunciar a un yo fuerte y autónomo, singular y propio. Esa es la meta de “Ética y revolución integral”. Éste, en suma, no quiere ser un libro para leer sino para convertir en vida vivida, en hábitos de afectividad y sociabilidad, de virtud y valentía. Porque la ética o es eso, costumbre, o no es nada.
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