En el pasado el sistema de dominación operaba sobre todo por represión simple. Su actividad consistía en contener y constreñir los impulsos del ser humano hacia la libertad, el bien, la virtud, la verdad y la autorrealización. Hoy actúa de manera diferente. Va a la raíz de su problema, el enfrentamiento con el pueblo y con el individuo, buscando demoler y aniquilar lo humano, dejando a la persona y a la sociedad civil en un estado tal de inhabilidad, debilidad y degradación que ya no sea capaz de ofrecer ninguna o casi ninguna resistencia. Para ello se ha dotado de nuevos y muy poderosos instrumentos, proporcionados por el crecimiento constante del ente estatal, de naturaleza económica, política, tecnológica, funcionarial y otros.
En consecuencia, se necesita reconstruir al individuo si se desea realizar un cambio social suficiente, tal como el que preconiza el proyecto y programa de revolución integral. Al mismo tiempo, restaurar y rehacer al sujeto es necesario y bueno por sí mismo, con independencia de sus consecuencias políticas y sociales. Es, pues, una tarea que tiene una doble meta.
Lo que no puede dudarse, tras la experiencia de los últimos cien años, es que las propuestas politicistas y economicistas son impotentes incluso para realizar las metas que se proponen. Por supuesto, no menos impotentes son las formulaciones espiritualistas y eticistas. Unas y otras fragmentan al ser humano, lo tratan como una parte de sí ignorándole en tanto que totalidad, niegan su complejidad y, en definitiva, contribuyen a su frustración, desarticulación y envilecimiento, en cooperación con el poder constituido
La construcción prepolítica del ser humano es, por lo expuesto, tarea decisiva.
Todavía no tenemos, ni mucho menos, un proyecto suficiente de recuperación del sujeto, lo que impide ofrecer una interpretación de conjunto de esta fundamental cuestión, pero si podemos ir avanzando algunas formulaciones.
La noción de espiritualidad natural registra, ordena y recoge lo que de manera indudable es la parte trascendente de la persona, con el fin de cultivar luego cada uno de los atributos que la conforman, realizando su desarrollo y robustecimiento. Las sociedades del pasado han tenido siempre sistemas de ideas y de hábitos sobre la construcción de la persona pero la nuestra carece de ellos, lo que evidencia que busca su aniquilación. Hoy al sujeto se le adiestra y amaestra en habilidades técnicas y saberes productivos pero como ser humano no se le aporta nada positivo, sólo pulsiones perversas, paquetes inmensos de vicios, mutilaciones sin cuento e impulsos autodestructivos. Por eso existe como ser para el mal y ser nada.
El verano, agosto sobre todo, es tiempo de hiper-degradación y embrutecimiento pero también puede ser época de reflexión, de retirada al interior de uno mismo, de análisis y balance de la propia trayectoria vital. En agosto podemos comenzar a renacer y llegar a ser lo que no somos pero pretendemos ser.
Examinemos 8 prácticas sencillas con que podemos iniciarnos en la recuperación de la esencia concreta humana fomentando la espiritualidad natural, válida para mujeres y varones.
Conversar. El lenguaje es parte fundamental de nuestra vida psíquica. Antaño se enseñaba retórica y oratoria, y se tenía por atributo de la persona bien formada el dominar el buen hablar. Ahora, en la edad de las multitudes mudas y las pantallas, del lenguaje funcional, los latiguillos “graciosos” y los tacos, eso está perdido. Se trata de recuperarlo, a partir de una añoranza de los tiempos idos, en que la conversación era a la vez información, reflexión, comunicación, ocio y afectuosidad. Un léxico vivo y rico[1], una autoexigencia de hablar bien, un cierto gusto por la elegancia, un saber escuchar, un admirar en el otro el dominio de esta maestría es imprescindible. Aquí la poesía puede ayudarnos mucho. Hay que, como ejercicio personal, leerla regularmente, aprenderla de memoria, recitarla, quedarse prendado de su magia, musicalidad, intensidad y belleza. Hay que emocionarse con ella, y quien se sienta capaz tiene que escribirla, y luego difundirla. La salvación de la humanidad, si es todavía posible, será obra de la poesía, porque la revolución integral es, a fin de cuentas, poesía en actos. Antaño se aprendía a hablar bien escuchando al pueblo, ahora como el pueblo ya no existe, dado que se ha degradado a populacho devoto del Estado de bienestar, esta tarea se ha vuelto casi imposible.
Mirar. Para ver hay que mirar, y ésta es una experiencia humana no fácil. El sujeto solipsista, autista y egocéntrico, que vegeta sepultado en sí mismo, no sabe mirar y no logra ver lo que está ahí, a su lado y junto a él. Abrir los ojos a los demás, a las cosas y al mundo, para sentirse parte del todo y establecer lazos de conocimiento, afecto y servicio, es un quehacer de primera significación. El avieso sistema de dominación nos hace ciegos para que todas nuestras ideas, y en consecuencia todo nuestro hacer, este dirigido por los amos de la propaganda y la comunicación. “Vemos” a través de ellos, lo que equivale a decir que habitamos en la oscuridad, la mentira y la opresión. Necesitamos aprender a mirar para recuperar nuestra autonomía psíquica, para pensar y sentir por nosotros mismos, para percibir el mundo como es y no como nos dicen que es. Ver y mirar, con nuestros ojos no con los de los publicitarios, inventores de teorías, profesores-funcionarios, políticos “emancipadores”, vendedores de utopías, artistas “geniales”, socialdemócratas radicalizados o no y demás fauna nadificadora es una actividad que puede y debe aprenderse. Sólo basta proponérselo.
Silencio. En el silencio nos reconstruimos, también porque es soledad y la persona ha de realizar por sí misma, sin ayuda (aunque quizá con una guía inicial), las tareas más decisivas. En silencio y sola: esa es una magnifica situación. Del silencio extraeremos conocimiento, y de la soledad calidad para, entre otras muchas capacidades, ser sociables, serviciales, corteses y afectuosos. Estar en silencio es estar sin ningún tipo de ruido. Un libro es ruidoso, una pantalla es muy ruidosa. Solos es estar con nosotros mismos, en un fecundo diálogo del yo con el yo, a veces agradable, a veces doloroso, con la atención dirigida hacia el interior de sí[2]. En silencio, sin hacer nada supuestamente práctico, reflexionando, fortaleciéndose, sintiendo el fluir de la vida psíquica propia, siendo desde sí mismo y por sí mismo. Pasear, mirar por una ventana, atisbar el horizonte, contemplar un paisaje, estar tumbado, inactivo el cuerpo pero en movimiento la mente. Necesitamos cada cierto tiempo una terapia de silencio, entendido como operación de recomposición, restauración y reconstrucción. Porque el silencio nos hace más sabios, más fuertes, más auténticos, más valerosos, más briosos, mas sociables.
Belleza. El mundo de la modernidad es de una fealdad infinita, y nuestras vidas son una existencia lúgubre que tiene lugar en inmensos vertederos, pudrideros y cloacas. Dado que todo en aquél, comenzando por el arte contemporáneo (ese engendro que los mercaderes y los altos funcionarios llaman arte), ha renunciado a la belleza[3], es el momento de que la reivindiquemos y hagamos nuestra. Hagamos que presida nuestras vidas, que éstas tengan como meta un ideal de elevación, magnificencia y perfección, que nosotros mismos en tanto que seres humanos nos reconstruyamos como obra de arte que se ofrece a los demás sin pedir nada a cambio, solo por amor. Estetizar la vida: he ahí una gran meta. En esta descomunal avalancha de suciedad, zafiedad, mugre y mediocridad que hoy se ha hecho la existencia hemos de lograr que nuestro actuar aporte ese plus mínimo de belleza que necesita el ser humano para realizarse como tal. La belleza ha de estar en la palabra, en el gesto, en el pensamiento, en los quehaceres, en las cosas cotidianas y pequeñas, en las cosas grandes y decisivas. Con tal auto-exigencia nos haremos mejores, mucho mejores.
Esfuerzo. Hagámonos un proyecto y un plan para que todo, o al menos lo más importante, en nosotros sea un obrar esforzado, épico y magnífico. Busquemos lo difícil y desdeñemos lo fácil. Atrevámonos con lo arduo, lo arriesgado y lo peligroso. No cedamos en esto. Vivir es esforzarse y el esfuerzo nos proporciona la única manera de no desaprovechar y dilapidar nuestras vidas. Exígete, fuérzate a ti mismo, extenúate al servicio del bien, la virtud y la revolución. Libremos batallas victoriosas, una tras otra, contra la pereza, la desidia, la cobardía, la depresión, la debilidad, la autocomplacencia, el victimismo, la irresponsabilidad, el “ya es suficiente”. El hábito del esfuerzo es el fundamento de la libertad personal, pues quien lo posee es libre de manera real, sólida y múltiple, dado que la libertad positiva en su esencia es capacidad para hacer. El fundamento de la virtud es la fortaleza del ánimo, y también la fortaleza del cuerpo, pues sólo los fuertes son o pueden ser virtuosos. Y, al final, esforcémonos también en descansar, incluso si no nos gusta hacerlo, porque dicho está, “el espíritu está pronto pero la carne es flaca”.
Pensar. No basta con las virtudes morales, también son inexcusables las virtudes intelectuales. El pensamiento tiene por meta la reconstrucción exacta y rigurosa del ser en cuanto es y existe por sí, de lo real en tanto que real, con exclusión de toda forma de arbitrariedad, subjetivismo o deformación[4]. Es un ejercicio de severidad por el cual se parte de la experiencia y sólo de ella, de los hechos y nada más que de los hechos, para conocer lo que está fuera y para conocernos a nosotros mismos. Pensar no es fantasear, no es elucubrar, no es divagar, es un ascetismo puro, estricto y terrible de la mente que se dirige a captar lo real experiencial para lograr ese gran bien que se llama verdad. Pensar es, en su primera fase, liberarse de teorías, limpiar la mente de apriorismos, rechazar los axiomas, no admitir ninguna interpretación sin un sólido fundamento fáctico. Con esa mente vaciada de alucinaciones, emancipada de aleccionamientos, librada de impuestas imágenes externas, se realiza luego el proceso esencial de mirar con método, rigor, energía y coraje lo real hasta que comencemos a comprender su naturaleza objetiva y su lógica interior. Pensar es un acto emancipador de un potencial ilimitado, y cualquiera puede dominar el arte de pensar si se adiestra en hacerlo. Pensar es un actuar en soledad que nos hace uno con el universo.
Sufrir. Quienes ofrecen la utopía de un mundo sin sufrimiento son enemigos del género humano, porque es imposible reconstruirse como personas sin que el dolor nos moldee, mejore y purifique[5]. Él nos otorga una parte sustantiva de la sabiduría necesaria, que no puede lograrse de ninguna otra manera; él nos hace madurar como personas, lo que es decisivo en un tiempo de general infantilización. Los mercaderes de felicidad[6]son quienes convierten el hecho de padecer, que forma parte de la vida de manera inerradicable, en algo en exceso doloroso, pues el sufrimiento aceptado suele ser menor mientras que el sufrimiento inaceptado se hace una experiencia aterradora. Los filósofos cínicos exhortaban, con su habitual lucidez, a acostumbrarse a todas las formas de penar y padecer. El dolor nos proporciona asimismo la virtud de la fortaleza, que es la base común de todas las virtudes. Por tanto, no huyamos del sufrimiento con significado y sentido, integrémoslo en nuestras vidas, hagamos de él un viejo conocido, con el que convivimos, a ratos en armonía y a ratos en desarmonía.
Desdeñar. Desdeñar, ¿qué? En efecto, vivir es saber qué apreciar y qué no apreciar, qué admitir y qué repudiar. Los bienes materiales, más allá de un límite, son negativos, son una forma de mal. Con ellos nos dominan y nos hacen subhumanos, ese es el meollo de la sociedad de consumo. Por tanto, digamos no al hedonismo cosista y vivamos con lo mínimo. Los adoradores de las cosas, de la riqueza física, son entes sensuales, sensoriales, lamentables criaturas que sólo utilizan una parte de los atributos de lo humano, los sentidos[7]. Seamos nosotros seres integrales y no brutos encanallados, con voluntad ascética y auto-respeto. Pero en el desdén no incluyamos al cuerpo, que ha de ser tratado como realidad perfeccionable, tanto como el espíritu, pasando de la grasa al músculo, de la debilidad culpable que otorga la pereza a la fortaleza autoconstruida que da el ejercitarse. Tampoco al Eros, porque hasta en sus manifestaciones más inferiores suele tener siempre algún átomo de amor, aproximando a los seres humanos y ahuyentando el gran mal del aislamiento y la vida solitaria, que no es humana, pues la naturaleza nos ha hecho para la convivencia, la amistad, los encuentros eróticos, la mutua ayuda y el amor universal a los iguales. El Eros contribuye a elevarnos a una dimensión nueva, la del nosotros, sin dejar de ser individualidades. Si el existir no es al mismo tiempo yo y nosotros no es humano.
Tener una rica vida interior, gozar de vitalidad espiritual, ir más allá de una existencia inferior y meramente zoológica, volcada en las cosas y en los placeres supuestos o reales que otorgan las cosas materiales, es la propuesta que aquí se formula, dirigida igualmente a las mujeres y a los hombres. Hagamos de la relación con los seres humanos y de la relación con nosotros mismos lo fundamental. Los humanos son lo más valioso, muy por delante del dinero, del placer, de los objetos técnicos y de las cosas materiales, y si nos atrevemos a encaminar nuestras vidas hacia ellos estaremos siendo y existiendo de la mejor manera posible.
[1] Arguye Longino, en “Sobre lo sublime”, que “la elección de las palabras justas y elevadas atrae… y fascina al auditorio… y comunica a los hechos algo así como un alma parlante”. Precioso.
[2] Expone Huanchu Daoren, en “Retorno a los orígenes. Reflexiones sobre el tao”, que “entrada la noche, cuando todo el mundo descansa, siéntate en soledad, observa dentro de tu mente; percibirás entonces como desaparece la ilusión y aparece la realidad”. Exacto.
[3] Es imposible resistirse a citar aquí la definición de belleza que ofrece E. Burke en “De lo sublime y de lo bello”, “por belleza entiendo aquella cualidad o aquellas cualidades de los cuerpos por las que éstos causan amor, o alguna pasión parecida a él”. Magnifico.
[4] Advierte John Locke que “la mejor manera de llegar a la verdad es examinar las cosas tal y como realmente son, y no concluyendo que son según las imaginamos nosotros mismos, o según otros nos han enseñado a imaginarlas”, en “Ensayo sobre el entendimiento humano”. Añade que “todo razonar es búsqueda y es mirar en torno”. En efecto, mirar es cardinal, lo que exige aprender a mirar.
[5] Por eso advierte Séneca, “júzgote por desgraciado si nunca lo fuiste”, queriendo comunicar con ello que quienes han transcurrido sus días sin graves dificultades, pesares y dolores son sujetos de inferior calidad, pues no han sido afinados, robustecidos y elevados por el sufrimiento.
[6] Jenofonte, en “Recuerdos de Sócrates”, al referirse al héroe cínico por excelencia, Heracles, para el cual el supremo bien es la virtud, que se logra con la abstención de los placeres sensoriales, el desentendimiento de la noción de felicidad y el esfuerzo continuado, expone la concepción del mundo de aquél en una frase bien impactante, “mis amigos me llaman Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Maldad”.
[7] Se lee en “Los Deberes”, de Cicerón, “la Naturaleza no nos ha traído a este mundo para las diversiones y los placeres, sino para llevar una vida laboriosa y para atender a ocupaciones graves e importantes”. Como la revolución integral y la autoconstrucción del sujeto, es pertinente añadir.
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Decía Platon que el hombre solo puede ser bueno cuando vive en una comunidad de hombres buenos. Lo que dice Platón es impepinable porque evidentemente si tú vives rodeado de gente tramposa, deshonesta, problemática, etc. pues te vas a convertir en un cabronazo aunque odies ser un cabronazo.
Si lees a Larra, a Galdós, a Clarín, etc. ellos te describen España como un país en el que nada funciona, todo se hace del revés, la gente común es irracional, tarada, fracasada, despreciable, maliciosa y mezquina.
Baroja define a los españoles como "completamente absurdos y envilecidos".
Leerlos te hace tomar conciencia de que España (quitando las honrosas excepciones que siempre hay) siempre ha sido un estercolero humano. Y siempre ha sido un país donde la gente valiosa sencillamente no tiene cabida.
La conclusión que sacas de esto es que aquí no pintas nada. Hay que emigrar. Pero un breve análisis te lleva a la conclusión de que el resto de occidente también se está convirtiendo en un estercolero.
Así que mueves tu vista hacia Rusia. Es el único país decente que queda.
Supón que juegas al poker. Todos intentan desplumar a los demás pero tú no intentas desplumar a nadie. Todos se marcan faroles salvo tú. Todos hacen trampas excepto tú. El resultado es que te van a comer con patatas.
Si estás con gente que intenta desplumarte tú también tienes que intentar desplumarlos a ellos. Si estás con gente que engaña y se marca faroles tú también tienes que hacerlo. Si estás con gente que hace trampas tú también tienes que hacer trampas. Tienes que hacer todo eso porque si no te van a comer con patatas.
En cambio el caso contrario no ocurre. Es decir: si en una partida de poker tú eres el único malo mientras que todos los demás son buenos, ello no va a hacer que tú te vuelvas bueno. Al revés te vas a volver mas malo aún porque vas a comprobar que ser malo te da ventaja. Y los demás (que al principio eran buenos) tendrán que volverse malos porque no les queda mas remedio.
Lo que quiero decir es que la sociedad es como una cesta de manzanas. Si pones una manzana podrida al lado de una manzana buena, la manzana podrida va a hacer que la manzana buena se eche a perder. Pero lo contrario no sucede: la manzana buena nunca va a hacer que la manzana podrida sane.
Por eso en una sociedad justa lo primero que hay que hacer es separar a las manzanas podridas para que no echen a perder al resto. A los malvados hay que aplicarles castigos progresivos y finalmente la ley marcial.
La justicia consiste precisamente en eso: en evitar que los malvados conviertan la comunidad en la que viven en un infierno.
Mientras no se haga eso todo lo demás fracasará. Es lo primero que hay que hacer.
Y España es un país donde se ensalza al psicópata y se desprecia al que es valioso. Aquí nadie pide que a los cabrones se les de lo que se merecen. Justo al revés.
Así que podemos irnos olvidando de que algún día se empiece a hacer justicia.
España es un país que no tiene solución.
Algunos pensamos que sí la tiene,que puede que sea difícil,pero la tiene.Ahora bien,exigirá mucho de la gente que quiera comprometerse a ello,que no seran todos ni la mitad ni mucho menos.Una regeneración de la sociedad a ese nivel tampoco se puede hacer a corto plazo,requerirá varias generaciones para resolver este desaguisado.
Baroja,Larra,Galdós,escriben de la gente de las ciudades.Son esas gentes las que se envilecieron porque la ciudad es así.De hecho,al principio no creo que las ciudades,cuando son pequeñas,sean tan malas,pero gracias a estos autores y a las llamadas que hacían para la regeneración de "España" se ha conseguido lo que tenemos hoy.La sociedad del futuro esperada por ellos ya ha llegado,ciudades como Madrid,de 6 millones de personas,donde quizá cientos de miles pasen hambre y piden en comedores sociales y no se quejan,tan solo esperan que cambie su suerte y la de los suyos para volver a la sociedad de consumo.Esto esto es casi más triste que la sociedad de gandules y fulleros que vendían los literatos.
Dave.
Rusia si que es un estercolero, todo lo que dice se lo puedes aplicar a los rusos elevado a la enésima potencia. Te lo dice alguién que ha vivido allí. En España todavía queda un poso cristiano y rural que es viable recuperar. Cuando los rusos regresen en masa a los bosques y estepas entonces tal vez puedan recuperarse, ahora es el último país al que yo iría a vivir, el desptismo reina por doquier pero lo peor son los propios rusos, indolentes, viles, irrespetuosos y vagos. En fín para que seguir.
Se nota que no los has leído.
Baroja mismo fue médico y vivió tanto en pueblos como en ciudades, trató tanto con campesinos como con catedráticos y gente adinerada. En su libro "El arbol de la ciencia" hace una novela autobiográfica. Y te describe a España como un estercolero humano.
España es una masa de gente imbécil y perversa. Obviamente no todos lo son. Hay unos pocos que son sensatos y buenos. Incluso los había entre los mandos del ejército e incluso entre la clase política.
Durante la transición todos esos hombres de bien fueron anulados. A unos los engañaron por completo. A otros los asesinaron (murieron mas generales durante la transición que durante toda la guerra civil). A otros los prejubilaron o los quitaron de enmedio con cualquier pretexto que pudieron.
El antiguo CNI se creó para vigilar a los patriotas que había en el ejército y buscar maneras de quitarlos de enmedio.
El actual gobierno y el actual ejército están vendidos a intereses extranjeros que pretenden dinamitarnos desde dentro. Y lo peor de todo es que van por el buen camino.
El resultado es el infierno que tenemos ahora.
Yo no veo manera de darle la vuelta a la situación.
Pues sí los he leído,pero ya me olvidé de todas las quimeras que me contarón.He leído mucho a Machado y a Unamuno a toda la generación del 98 y la del 27 y no me convencen.Posiblemente ellos tienen mucha culpa del desarrollismo por estar constantemente haciendo referencia a lo poco que somos como nación.Baroja es un ejemplo,solo uno y todo está pasado por su tamiz.Yo he conocido a mas gente buena en los pueblos que mala.Sin embargo en la ciudad no.
El problema suele empezar por uno mismo,y de este modo,si no quieres ser un tramposo en el poker lo tienes muy fácil,no juegues al poker.Ese es el juego del capital y del que hay que salir.
Acabas de hacer una perfecta síntesis del "Leviatán" de Hobbes, de la que se infiere la undécima virtud recuperadora, la práctica de la bellaquería con nuestros semejantes para no ser menos virtuosos que ellos y la total sumisión a nuestras sabias autoridades que cohesionan la humana sociedad.
Pues nada, añadamos la novena virtud recuperadora vacacional de lo humano: pegarle a tope al vodka. Y cómo no, la décima: recuperar a todo trapo la estela del capitalismo mundial al rebufo de las grandes potencias coloniales o neocoloniales, esas que nos van a enseñar a ser seres humanos como hay que ser en éste perro mundo. Dejémonos de pamplinas que no hay nada como tener petróleo y alcohol de quemar para recuperar la esencia de la humana, para todo lo demás ya está la visa.
Tovarich, camarada; ah, y no te olvides de incluir en tu virtuosa galería de selectos pensadores a Ortega y Gasset, que ya se sabe que la ancestral sociedad rural popular hispana es una invención de ingenuos abates aspirantes a filósofos de renombre. Por algo diría Hobbes que el "hombre es un lobo para el hombre", ¿no?
Dices: "murieron más generales durante la transición que durante toda la guerra civil"
Y yo digo: Ojalá.
Saludos desde Zaragoza.
Yo creo que el cambio si se produce tendrá que empezar con la regeneración moral.
Una historieta de nuestro país. Augusto trajo a la mitad de sus legiones (y precisamente a las mejores) para someter a los cantabros. Tardó unos 10 años en ocupar la zona. Y otros 20 años en pacificarla porque los cantabros prefirieron luchar hasta ser exterminados antes que rendirse. Cuando finalmente los romanos vencieron y crucificaron a los escasos que quedaban los cantabros estaban cantando canciones de victoria en sus cruces.
Al principio de la guerra un líder cantabro llamado Corocota o algo así les causó tantos problemas a los romanos que ofrecieron una enorme recompensa por él. Y se presentó Corocota en el campamento romano. Lo llevaron ante Augusto y este le preguntó algo así como: "¿Tú que haces aquí?" Y el cantabro le respondió algo así como: "Mi pueblo está en guerra y si perdemos nos espera el exterminio o la esclavitud. Necesitamos el oro y no hay nadie de entre los mios que quiera entregarme. Así que me entrego yo mismo".
Pese a que los cantabros eran temibles y darles oro podría ayudarles en su lucha y pese a que Corocota les venía mejor si estaba muerto, Augusto evidentemente le entregó el oro y lo dejó marchar. Porque los hombres grandes tienen valores y normas de conducta que se exigen a si mismos y que están por encima de cualquier otra consideración.
Un mierdecilla habría ejecutado a Corocota y le habría negado el oro. Pero Augusto no era ningún mierda. Por eso le entregó el oro y lo dejó marchar.
Esta sencilla historia moral el 99% de nuestros paisanos no la entienden. No intentes explicarsela porque ellos no van a entender ni que los cantabros decidieran luchar hasta el final, ni que ningún cantabro quisiera entregar a Corocota, ni que Corocota se entregase a Augusto ni que Augusto lo dejase marchar con el oro. Simplemente no lo entienden.
Si lograsemos que la entendieran todo cambiaría porque empezarían a distinguir el bien del mal. Cosa que ahora mismo ellos no distinguen.
"Si lees a Larra, a Galdós, a Clarín, etc. ellos te describen España como un país en el que nada funciona, todo se hace del revés, la gente común es irracional, tarada, fracasada, despreciable, maliciosa y mezquina.
Baroja define a los españoles como "completamente absurdos y envilecidos"."
¿Vivian en la ciudad o en el campo?
¿Proyectaban en los demas sus propias creencias y frustraciones?
¿Erana modelos de virtud aquellos buenos esritores -como par air por ahi sermoneando-?
¿Vendrian algun libro si hablaran de un pais maravilloso, funcional, perfecto?
Tienes razón Iñaki, no podemos permitir que la actuación de los malvados y corruptos sea explicada simplemente por la ventaja que obtienen al actuar de ese modo contra sus semejantes, y que hace que a la larga todo el mundo tienda a comportarse así por pura supervivencia, con lo que al final se legitima la existencia del ente estatal, con dicho argumento.
Estamos de acuerdo con que el actuar bien o mal es una opción que cada individuo elige libremente con todas sus consecuencias, pero convendrás conmigo en que es una ley natural, que todo tienda a ir por el camino que ofrece menor resistencia. Así el agua cae en la dirección que le marca la gravedad, los electrones viajan por el camino más fácil…etc. Y que es únicamente propio de la inteligencia, en este caso la humana, el esforzarse por transitar y recorrer el camino más arduo pero que al final le reportará una ventaja mayor que si decide tirar por la senda más asequible. Ej: Esforzarse por educar a un niño en vez de dejarlo que pase las horas muertas frente a la tv, porque tiene un sentido y un propósito que ese niño desarrolle su inteligencia para si y para su comunidad, en lugar de permitir que se apolille su mente viendo disney channel.
Para mí, el quid de la cuestión para que el individuo opte por ver más allá de actuar en pos de su exclusiva ventaja individual (y que a fuerza de ello finalmente se convierta en un malvado) y sea capaz de ver, apreciar y esforzarse por la ventaja colectiva que le supondría transitar por ese camino arduo de la complejidad que nos presenta la vida autogestionada en comunidad, está en sentir que se comparte una espiritualidad común y plena de sentido con la sociedad en la que se encuentra inserto.
Y a día de hoy, esa espiritualidad colectiva se encuentra secuestrada por el Estado español. Que al otorgarnos la identidad española, nos está reconociendo como súbditos del territorio que conquistó por la fuerza en su día.
Por lo que al percibir, de un modo u otro, que ese proceso de autoconstrucción de la identidad y del sentimiento de pertenencia, no existe, si no que viene construido desde afuera por la coacción del Estado, el máximo destructor y corruptor de sentido de la existencia que cualquier ser humano puede padecer hoy por hoy, por lo que las personas van a tender más a mirar por su ventaja individual que por la colectiva. Cosa que irónicamente va a reforzar y a legitimar más aún la existencia del Estado, por el efecto envilecedor que tiene su presencia sobre sus súbditos.
La salida que le veo a toda esta malévola espiral destructora de lo humano, es la de que por una vez, tengamos la fuerza de reapropiarnos de nuestra espiritualidad y reconstruirla alrededor de lo que podría ser el iberismo revolucionario o la unión de todos los pueblos ibéricos para compartir esa nueva espiritualidad común que nos hiciera colaborar por y para la ventaja colectiva que a fin de cuentas creo que es el mejor camino que podemos tomar para reencontrarnos con nuestra humanidad.
Un saludo!
No me queda más que darte la razón, anónimo amigo en prácticamente lo que expones, y reconozco que entré a comentar con más mala ironía que otra cosa.
Sí matizaría que la vigencia de ley del mínimo esfuerzo como elemento motivador del hacer humano es sobre todo privativo de nuestras últimas generaciones, pues yo conocí a mis abuelos y a bastante gente de su generación guiados por una animosidad y voluntarismo hasta que su decaimiento físico les impidió el ejercicio de tales valores. En cambio, nosotros sí que somos por lo general perezosos, acomodaticios y hedonistas ¿realmente por "ley de vida", con instituciones y empresas del capitas, que tantas horas de nuestras vidas copan, ajenas a ese resultado de-formador de nuestra personalidad?
De los procesos colectivos que nos podrían ayudar a ser de nuevo seres integrales y constituir una sociedad autogobernada, puedo dejar constancia de mi propia experiencia en uno de estos colectivos autogestionados, que en el mejor de los casos, funcionan a medio gas porque a ellos se arrima mucho personal que tiene los manuales del perfecto anarquista/libertario en la mente, pero sin comprender que una asociación de seres humanos, de la naturaleza que sea, jamás puede funcionar con un manual de entretenimiento, ó como un ganado animal. Muchas personas de éstas adscripciones ideológicas no entienden que un proyecto común con seres humanos se empuja asumiendo uno mismo una serie de valores como esfuerzo, autolimitación, sobriedad, disposición a poner la mejilla, etc. Y eso es uno mismo quien lo asume, ningún tercero lo puede imponer, pues eso es legicentrismo a manos del Estado. Y a nosotros, tan modernos y vanguardistas, nos ha de costar toda una vida de autodisciplina y sacrificio, si es que estamos dispuestos a cambiar cualitativamente algo en lo social, político y espiritual.
Yo me he puesto en marcha desde éste verano, y tiemblo de ver todo lo que se me presenta para autotransformarme. Así y todo, se me cae al alma a los pies de ver cual imposible resulta hablar con la peña salvadora de los valores que comentamos por ser considerados carcundias clericales que impiden "liberarnos" en la abundancia, la garbancería y el naufragio inmaterial de lo humano.
Finalmente, para que se pueda cotejar un poco mi postura inicial, voy a dejar algunos párrafos hartamente esclarecedores de "España invertebrada" en los que don Pepe deja muy a las claras cómo nosotros gusanos -la masa- debe dejarse arrastrar por la selecta minoría que sea hacia nuestro inevitable glorioso destino:
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<> o <>. Pero lo importante no es el esquematismo de esas fórmulas, sino el espíritu que preexistía en ellas y que luego de arrumbadas continuó operando. A ese espíritu llamo feudalismo.>>
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Un saludo
Como parece se ha machacado el texto de lo que quería citar de don Pepe, lo dejo aquí:
"Llegó un momento en que la nación helénica vino a ser como una industria donde solo se elaborasen modelos, en vez de contentarse con fijar unos cuantos standards y fabricar conforme a ellos abundante mercancía humana. Genial como cultura, fue Grecia inconsistente como cuerpo social y como Estado.
Pero hay un punto que me es forzoso tocar. Hemos oído constantemente decir que una de las virtudes preclaras de nuestro pasado consiste en que no hubo en España feudalismo. Por esta vez, la opinión reiterada es, en parte, exacta: en España no ha habido apenas feudalismo; sólo que esto, lejos de ser una virtud, fue nuestra primera gran desgracia y la causa de todas las demás.
Pues bien: en la creación de formas sociales el rasgo más característico de los germanos fue el feudalismo. La palabra es impropia y da ocasión a confusiones, pero el uso la ha impuesto. En rigor, sólo debiera llamarse feudalismo al conjunto de fórmulas jurídicas que desde el siglo XI se emplean para definir las relaciones entre los "señores" o "nobles". Pero lo importante no es el esquematismo de esas fórmulas, sino el espíritu que preexistía en ellas y que luego de arrumbadas continuó operando. A ese espíritu llamo feudalismo.
Para él (el germano) la dimensión económica de la tierra es la menos importante, y de hecho, la abandona casi por entero al labrador. Mas la labranza de la tierra supone hombres que la ejecutan y, por tanto, relaciones sociales entre ellos, costumbres, amores, odios, rencillas, tal vez crímenes.
Donde más importa que la masa se sepa masa y, por tanto sienta el deseo de dejarse influir, de aprender, de perfeccionarse, es en los órdenes más cotidianos de la vida, en su manera de pensar sobre las cosas que se habla en las tertulias y se lee en los periódicos, en los sentimientos con que se afrontan las situaciones más vulgares de la existencia."
Ese comentario sobre los generales ya te describe totalmente: sectario e irracional.
En el mundo de hoy(y en la época de la transición igual) los generales y los resortes del antiguo régimen pintan -y pintaban- bastante poco. Desde hace muchos años que los militares son más funcionarios que otra cosa, y al que sale díscolo, la plutocracia ya se encarga de apartarlo y anularlo(algunos se siguen creyendo que el 23-F fue como lo cuenta la TV y que los generales y coroneles asesinados por ETA fueron elegidos al azar.)
Honor, dignidad y lealtad es la síntesis de la historia de Augusto y el cántabro que has contado(estas palabras para un izquierdista medio son sinónimo de fascismo)