En el país quedan todavía unos 3,5 millones de has de comunal, con un valor monetario de unos 21.000 millones de euros, aunque una parte decisiva de él está gestionada, a menudo ilegal, o alegalmente, por los ayuntamientos, las diputaciones, los entes autonómicos y diversas instancias del gobierno central. Es esta una situación a la que hay que poner fin. Hay que devolver el comunal a sus únicos propietarios, los vecinos, concejilmente organizados, de cada población.
El expolio de los comunes de los pueblos, que no sólo eran tierras sino otros muchos medios de producción y vida (molinos, corralizas, fraguas, mesones, casas, hornos, etc.) fue cosa del Estado, que se embolsó colosales cantidades de numerario, ya desde los siglos XVI-XVIII, y tuvo como beneficiaría a la gran burguesía urbana, que compró tales propiedades, previamente apropiadas ilegítima y fraudulentamente por el Estado, declaradas “bienes nacionales” y vendidas en subasta pública.
Eso se hizo con la legislación de la monarquía “absoluta”, la ley de 1770 y la de 1827[1], y la del Estado liberal, sobre todo la de 1813 y 1855. La no aceptación y lucha de los pueblos se ha mantenido hasta hoy. Bajo la II república se presentaron miles de reclamaciones de devolución del comunal expoliado[2], que no fueron atendidas por la república burguesa-estatolátrica. Así las cosas, en la primavera de 1936 fluyó un colosal movimiento de recuperación de las tierras sustraídas a los vecinos, contestado por el gobierno de Frente Popular con matanzas como la de Yeste (Albacete).
Ahora se dan buenas condiciones, objetivas y subjetivas, para generalizar la acción por la recuperación de los bienes comunales, para que éstos reviertan a los pueblos. Necesitamos tierras, y los medios de producción que estén en ellas, no sólo para reducir la pobreza y el desempleo rural sino también para atraer a nuevos pobladores, a gentes que hastiadas de la ciudad desean emprender una nueva vida en el campo. Hay que unir el movimiento de abandono de las ciudades con el de recuperación del comunal, a los neo-rurales con la pelea por la tierra y los demás recursos.
Los fundamentos de una estrategia, en 21 puntos, pueden ser los que siguen.
Uno. Hay que usar los procedimientos jurídicos, no hay otra, con las correspondientes reclamaciones, etc., pero sin confiar en ellos ni empantanarse en pleitos interminables y caros, que difícilmente tienen resultados.
Dos. Lo resolutivo es la acción movilizadora, la agitación, la denuncia y la presencia en la calle. La lucha popular.
Tres. La base de la acción ha de ser local y el ámbito de la pelea comarcal. Al mismo tiempo, hay que constituir un movimiento que opere en todo el país, pues son leyes aplicadas en todo el Estado español las cuasi destructoras del comunal.
Cuatro. La labor ha de ser vecinal y nada más, sin partidos y sin depender de las instituciones, tampoco de los ayuntamientos. Ha de ser algo sólo de personas, de vecinos o simpatizantes del movimiento avecindados en otros municipios.
Cinco. Es necesario reunir información en cada pueblo y en cada comarca sobre el comunal y sus usos, derecho consuetudinario, prácticas de ayuda mutua, trabajo comunitario (hacendera, auzolan…) y experiencias asamblearias populares, concejos abiertos, batzarres, juntas vecinales, etc. La información puede lograrse escuchando a los mayores, en documentación conservada, en libros y estudios, etc.
Seis. Dado que la población rural está muy envejecida, los nuevos pobladores, las gentes que han ido, o desean ir, de la ciudad al campo, que por lo general son jóvenes, resultan ser de primera importancia para recuperar el comunal.
Siete. Para empezar, fijar en cada población una o varias fincas a reclamar de inmediato, escogiendo aquellas que reúnan condiciones óptimas: poseer buena información sobre su naturaleza antaño comunal, ser apropiada para proporcionar aprovechamientos de los que sea posible subsistir, etc. En ellas hay que centrar el inicio de la acción recuperadora. A escala comarcal se puede establecer un catálogo de fincas y otros bienes a reclamar, y luego popularizar dicho catálogo.
Ocho. Si los predios antaño comunales están ahora de facto privatizados por los aparatos administrativos estatales (por ejemplo, por los ayuntamientos) se debe exigir que cese esa situación para que queden como bienes exclusivos de la asamblea o junta local de vecinos. Si son propiedad privada hay que reclamarlos igualmente, recomendando a sus actuales propietarios que demanden al Estado la devolución del dinero equivalente por el que se los vendió. Si son comunal auténtico, poseído por el concejo, hay que defender que sigua así[3]. No es aceptable que los ayuntamientos gestionen los fundos comunales y luego entreguen derramas en dinero, o suertes de leña, etc., a cada vecino, pues lo propio es que sean los vecinos organizados en concejo quienes se encarguen de todo el manejo.
Nueve. Recuperar las expresiones asamblearias tradicionales en cada localidad es precondición de que el esfuerzo en pro del comunal sea exitoso. Eso incluye, además, rehacer todo el tejido convivencial, local y comarcal, para que los vecinos se reencuentren y pongan en pie hermanadamente a fin de recuperar lo que les pertenece.
Diez. No hay ni puede haber comunal sin espíritu de comunalidad. Éste debe ser definido para nuestro tiempo. En el pasado estuvo formado por afecto de unos a otros, responsabilidad, moralidad natural, espíritu de mutuo servicio, desprendimiento y generosidad, gusto por el trabajo bien hecho, primacía de los valores y los bienes espirituales, virtud cívica, calidad autoconstruida del individuo, respeto por la persona, inteligencia experiencial, creatividad vivencial y audacia operante.
Once. En las aldeas abandonadas hay que oponerse a que su comunal sea gestionado por los entes estatales. Se ha de crear una junta comarcal, formada por portavoces de las asambleas de los lugares habitados, para hacerse cargo hasta que dichas aldeas tengan nuevos pobladores.
Doce.Hay que hacer actos informativos, jornadas de estudio, encuentros para intercambiar experiencias, etc. Se deben usar todos los medios para dar a conocer la cuestión, en su aspecto convivencial histórico, jurídico, económico, moral, práctico, ambiental, etc. Sería magnífico que surgieran personas y colectivos que se hicieran cargo de impulsar esta tarea. Hay que elaborar una lista de libros y una relación de autores que tratan este asunto con objetividad y verdad, para constituir en base a ellos grupos de estudio, locales y comarcales, que serían al mismo tiempo grupos de acción.
Trece. La participación de las mujeres en la acción práctica para la liberación del comunal, y más aún, para reconstruir el sistema de valores que constituye el espíritu de comunalidad, es decisiva. Lo mismo cabe exponer de la juventud. Se ha de contar con los inmigrantes.
Catorce. La población urbana debe ser informada de esta cuestión, para sacarla de su habitual desconocimiento e incomprensión hacia el presente y pasado de lo rural, haciéndola partícipe en la acción recuperadora, y ofreciéndola la oportunidad de abandonar las megalópolis para empezar una vida nueva en el campo.
Quince. El comunal ha de ser gestionado por los concejos vecinales según los procedimientos ancestrales, como un bien de uso y no una fuente de ganancias monetarias, para suministrar los elementos básicos de subsistencia a los vecinos, lo que incluye parcelas en usufructo para construir sus casas, etc., con un manejo integral de las tierras, los montes, las aguas, los pastos, las canteras, las instalaciones ganaderas, los obradores artesanos, los elementos de servicios, etc. Las tierras de labor pueden trabajarse colectivamente, o bien repartirse en parcelas familiares o individuales para su uso por un determinado número de años (suertes), o usarse un sistema mixto. Eso sólo puede decidirlo cada concejo.
Dieciséis. Demanda un esfuerzo reflexivo notable adecuar, actualizar, las normas del derecho consuetudinario tradicional a la sociedad, la mentalidad y al sujeto actual. Pero puede hacerse, es más, de la ajustada realización de esta tarea depende el éxito del proyecto a largo plazo. Porque estamos en el siglo XXI y eso es primordial.
Diecisiete. Se trata de empezar reclamando, y luego poniendo el pie en ellas, las fincas y otros bienes más accesibles, en el sentido expuesto en el punto ocho. Pero la meta ha de ser rehacer, en las condiciones del siglo XXI, todo el entramado comunitario, colectivista y concejil existente, por ejemplo, al inicio de la aplicación de la ley de 1770, cuando muy probablemente el 75% de los medios de producción agropecuarios, silvícolas, mineros y artesanos eran propiedad vecinal, o bien propiedad familiar vinculada a ella.
Dieciocho. El concejo abierto se ha de ir paso a paso convirtiendo en una institución gubernativa, capaz de promulgar normas legales, actuar como asamblea judicial y hacer cumplir las resoluciones. En ella ha de realizarse la soberanía del municipio, la autoorganización democrática de la sociedad, de abajo a arriba. Los seis principios de la vida concejil se han de recuperar: cargos sólo anuales, mandato imperativo, designación asamblearia de los responsables de tareas, ausencia de retribución económica, toma de decisiones por mayoría y organización a escala comarcal, e incluso más allá. El concejo, no obstante, ejercerá una función y presencia la menor posible, para no coartar la iniciativa individual y favorecer la soberanía de la persona. Tiene que ser también competencia del concejo ordenar la vida económica local, y la comarcal a partir de ella.
Diecinueve. Se ha de ser consciente que la lucha por recuperar el comunal es una acción en sí misma revolucionaria, pues ello sólo es posible con la subversión integral de lo existente, creando nuevas relaciones humanas globales, nuevas instituciones, un nuevo sujeto y una renovada escala de valores.
Veinte. Hay que tener siempre en cuenta que la sociedad concejil y comunal fue, en primer lugar, un orden convivencial, donde el bien número uno era perfeccionar la convivencia, la relación, el afecto mutuo entre los vecinos. Sin todo ello no puede existir. Quienes consideren el comunal como, principalmente, fuente de bienes materiales se equivocan, pues su primordial sentido y objetivo es proporcionar un bien inmaterial, espiritual, el amor mutuo.
Veintiuno. La estrategia de recuperación y transformación integral debe hacerse por fases, o etapas. Una primera podría ser de establecimiento de las bases de la acción, tal como han sido explicadas. La segunda consistiría en llevar a la opinión pública el asunto, de la forma más amplia y múltiple posible. La tercera, o decisiva, a realizar cuando se dieran determinadas condiciones propicias, sería el momento de lanzar la liberación masiva y coordinada de las tierras otrora comunales. Cada una de estas fases ha de tener su tiempo y duración, por determinar en concreto, siempre con subordinación a la situación en cada localidad y comarca.
Una observación final, compendiadora de lo expuesto, es que el comunal es una forma de existencia, un estilo de vida y una cosmovisión, al mismo tiempo social y personal, y sólo secundariamente una suma de bienes y recursos productivos.Es la concreción económica de un modo de concebir la relación entre los seres humanos, con la convivencia y el mutuo afecto como factor número uno. Por eso en la sociedad actual, del desamor, la opresión, la codicia, el egotismo, a deshumanización y la voluntad de poder, el comunal no es posible. En ella, entregada a la locura y maldad de la “guerra de todos contra todos”, y donde el ser humano “es lobo” para el ser humano, lo que existe, y lo único que puede existir, es la propiedad privada concentrada, estatal o individual, tanto da. Sin una conversión interior, espiritual y en actos al mismo tiempo, de cada uno y cada una a la cosmovisión colectivista, el comunal no puede darse.
[1]Por aplicación de la Real Orden de 27-8-1827 fue privatizado el comunal de los Montes de Toledo, entre otros. Alejandro Nieto, en “Bienes comunales de los Montes de Toledo II” expone los pormenores del pleito que lleva ya años en curso, que le ha sido encargado por los vecinos de la zona, determinados a recuperar lo que les fue robado por el Estado.
[2] En mi libro “Investigación sobre la II república española, 1931-1936” se estudia esta cuestión.
[3]En 2010 se formula una propuesta de desamortización (privatización) de todo el comunal, diz que para enjugar la deuda estatal. Puede ejecutarse en cualquier momento.
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CREO que seria muy interesante una nueva migracion pero al reves de los años sesenta,ahora sera de la ciudad al campo,y cada vez mas gente empieza a plantearse esta opcion en sus vidas,Tambien seria muy interesante que particulares propietarios de fincas pusieran sus tierras en comunal al servicio de sus semejantes,es otra opcion interesante que algunos propietarios podrian hacer por el bien comun de sus semejantes-Saludos
Cuanto más lo pienso, más claro veo que la base de todo el problema es que el pueblo se opone a la guerra. Vivimos en un mundo finito de recursos limitados. La vida es una carrera y los que se quedan atrás desaparecen. Pero la gente no puede o no quiere comprender la realidad, y se oponen a las guerras. Los que quieren que sigamos existiendo han tenido que maniobrar para intentar cambiar eso.
Ahora mismo están intentando crear una sociedad multirracial y multicultural. O sea una sociedad formada por comunidades enfrentadas y sin cohesión ninguna entre ellos. Para ello tienen que hundir la natalidad propia y llenar esto de foráneos. Todo lo demás pasará solo.
El objetivo final es debilitar la oposición del pueblo a la guerra y por lo tanto mejorar nuestras probabilidades de supervivencia.
De acuerdo. Mañana mismo volvemos al comunal.
Bueno, ahora solo queda que nos expliques como vamos a sobrevivir. Un solo tanque vale 6 millones de euros. Un solo avión vale 150 millones de euros. Con un sistema comunal ¡no tendremos ni tanques ni aviones!
¿Como esperas que podamos seguir con vida?
Estaría bien que explicaras ese pequeño detalle: ¿como se las apañan para seguir con vida los habitantes de un país comunal en el siglo XXI?
Llevas dando la matraca con volver al comunal desde hace años. Pero nunca has respondido a la pregunta. Y mira que es sencilla: ¿como se las apañan para seguir con vida los habitantes de un país comunal en el siglo XXI?
¿Y qué tiene que ver ésto con el tema de la estrategia de recuperación del comunal aquí propuesto?
Yo hace ya dos años que tengo la lista de las fincas rústicas del ayuntamiento de mi pueblo, unas 106 Ha, eso incluye unas 7 Ha de varios vertederos, laderas erosionadas, unas pocas tierras de labor ( secano en su mayoría) y varias Ha de bosques de pinos y encinas y algunas de prados.
Me falta conocer las propiedades urbanas; fincas urbanas, inmuebles, merenderos o odegas,…,etc.
El único uso que tienen es de servir de pastos al único rebaño de ovejas del pueblo (no sé si el propietario paga al Ayto., me imagino que sí, lo averiguaré este verano). No hay suertes.
Mi idea es formar un concejo de vecinos y reforestar la mayoría y recuperar los vertederos, pasando del Ayto. si no colabora.
Hay que tener en cuenta a los ganaderos.
En pueblos como Quintanar de la Sierra dónde hay bosques de pino silvestre comunales, hasta la 3ª generación no se tiene derecho a formar parte del comunal, es decir si yo me instalo en ese pueblo, sólo mis nietos tendrían derecho.
Yo me atrevo a proponer que toda propiedad de los ayuntamientos, haya sido comunal previamente o no deberá ser "confiscada" por el concejo abierto y pasar a administrarse por el mismo. Los Aytos. reciben por donaciones o herencias infinidad de propiedades, lo primero es tener la lista completa de todas sus propiedades. Lo que tenga el Ayto. es un bien "publico" yo y mis vecinos somos el público ( más bien los contribuyentes de impuestos) por lo tanto nosotros los vecinos somos los propietarios y legítimos administradores.
Es una revolución comunista pero la inversa, se trata de mandar al estado y sus esbirros los ayuntamientos ( partidos políticos ) a t…. p.. c..o. De paso arrasamos con el marxismo cultural (prevalencia del estado sobre el individuo).
La idea es cojonuda Félix.
Una pista para saber si ha habido comunal es el empleo de la palabra quiñón para denominar ciertos parajes de los pueblos, quiñón y suerte son sinónimos.