EUROPA EN TRANSICIÓN Notas Sobre Francia

​Los resultados de las elecciones francesas muestran la evolución de los pueblos europeos desde la fase de relativo bienestar material con dictadura política y degradación integral de la persona, posterior a la II Guerra Mundial, hacia una situación que puede llegar a ser revolucionaria. Estamos ante un cambio histórico, que está teniendo lugar paso a paso, con muchas vueltas y revueltas.

​La descomposición económica de Europa

​La crisis de 2008-2014 ha sacudido de manera intensa y profunda a Europa, convirtiéndola en un territorio en declive material, en el que el 50-70% de la población (salvo en Alemania, que tiene un 15-20%) está ya en la pobreza o teme estarlo en los próximos años. Particularmente difícil es la situación de la juventud, que en una alta proporción carece de futuro, depende de sus familias, no logra empleos que le permitan vivir por sí mismo y no puede/quiere tener hijos. Al mismo tiempo, se está dando una concentración descomunal de la riqueza en cada vez menos individuos, en multimillonarios que conciben la mundialización de la economía como su gran oportunidad para hacerse aún más opulentos y para reducir a los trabajadores a unas condiciones todavía más severas de explotación, penuria, dominación y deshumanización.

​La meta de los mundialistas es la “libre circulación de mercancías, capitales y personas”, es decir, imponer la lógica neoliberal de colocar los capitales sin trabas, anegar Europa con mano de obra foránea cada vez más barata y vender sus productos allí donde logren los mayores beneficios, sin importar la escasez e incluso pobreza que sufran las clases populares europeas. E. Macron, el candidato ganador gracias al apoyo electoral de la mayor parte de la derecha y de toda la izquierda, representa esa línea.

​Además está la presión del Estado/Estados hipertrofiado, con una fiscalidad cada vez más de rapiña, que extrae una cantidad creciente de recursos monetarios a la población para otorgarla prestaciones decrecientes y de peor calidad. El dinero expoliado a los trabajadores por la vía tributaria va en buena medida a mantener a la gran empresa y los bancos, cada vez más mastodónticos y por ello progresivamente ineficientes. El Estado es hoy el principal sostén económico del capitalismo privado, a la vez que amplía su propio capitalismo, o capitalismo de Estado, en lo que es una marcha hacía una economía crecientemente irracional, despilfarradora, improductiva, opresiva, totalitaria, nadificadora de la persona y ecocida. Crecen de manera notable los gastos del Estado (por tanto el déficit “público”) que es cada vez más una corporación de parásitos que viven fabulosamente a costa del trabajo del pueblo. Entre aquéllos cabe reseñar el fuerte aumento del presupuesto militar, para el rearme de la UE, sucia tarea en la que están comprometidas las élites femeninas europeas, con siete ministras de Defensa. Tal es la aportación del feminismo de Estado al belicismo y al neocolonialismo. Y quienes tildan de “fascista” al Frente Nacional, ¿no reparan en que está mandado por una mujer, y que la heredera política de ésta es (o era) otra mujer?

El aserto de que las nuevas tecnologías (robótica, etc.) son tan super-productivas que están ocasionando los problemas de paro y pobreza que padecemos, carece de fundamento. Lo cierto es que no está aumentando la productividad del trabajo y que sus costes ocultos y externalidades son crecientes, de modo que en conjunto el sistema económico evoluciona regresivamente hacia una menor eficacia y una mayor destructividad, lo que acontece no sólo en la industria y los servicios sino también en la agricultura, en la producción de alimentos, que es lo más básico. Por tanto, la supuesta solución de la renta básica universal no puede generalizarse incluso por razones económicas. La causa última es que el modo capitalista de producción está degradando tanto y tan intensamente a los trabajadores y a la población en general, en la empresa y fuera de ella, que cada día es menos posible una economía lo suficiente sana y efectiva. Para eso se necesita de la revolución popular integral, que al eliminar el capitalismo (el estatal tanto como el privado) y el régimen salarial estará en condiciones de elevar el acto de trabajar a quehacer libre, asociado, satisfactorio, creativo y al servicio del bien general, por tanto fructífero de una manera civilizada.

Una causa primera del declive económico de Europa es la emergencia de las nuevas potencias, China, India y otras. El centro de la economía mundial se ha desplazado del Atlántico al Pacífico, de modo que el Viejo Continente es cada día más un actor secundario en la escena planetaria. La mundialización hace que Europa tenga que competir con economías en las que la mano de obra es muchísimo más barata, lo que lleva a la nivelación de su precio en el mercado global, asunto que explica que, por ejemplo, en España, los salarios se hayan reducido a menos de la mitad ¡en sólo una generación! La transición desde su pasado de primera potencia a un futuro colmado de incertidumbres puede llegar a constituir una situación revolucionaria, para lo cual lo determinante es que haya voluntad de revolución, con un proyecto, un programa, una estrategia, una calidad personal y unos sistemas organizativos adecuados.

En una Europa decadente y con un futuro problemático aumentan las reyertas entre las diversas oligarquías, pues todas desean mantener una porción creciente de un todo menguante. Inglaterra abandona la UE, Alemania está cada vez más insolente y brutal, según su estilo, Francia se desgarra ente los que desean quedarse y los que prefieren irse, España se acomoda a ser el dócil escudero de Alemania y así sucesivamente. La ganadora es Alemania, que está realizando el meollo del programa de Hitler, conquistando económicamente Europa para sí, con el euro como herramienta y la Unión Europea como marco. Ya se ha apropiado de lo mejor de la industria europea y lo más granado del capital financiero, lo que significa que a los demás países, en particular a los más débiles, no les queda gran cosa. Esto explica que el paro juvenil real en España se aproxime al 50%, que toda una generación (e incluso dos) carezca de futuro.

En definitiva, tras decenios de cominerías y bobaditas, la lucha de clases retorna por sus fueros a Europa.

Hay que tener en cuenta que la mundialización no es un fenómeno principalmente económico sino político, y que su meta no es tanto la optimización de la producción como la ampliación radical de la voluntad de poder de las elites planetarias. En consecuencia, resulta ser una operación cara y costosa, un modo de existencia del par Estado-capital que refuerza el despilfarro, los costes ocultos y la irracionalidad del actual régimen económico. Por eso está por ver durante cuánto tiempo podrá ser mantenido sin ocasionar descensos dramáticos del nivel de vida de todos los trabajadores en la totalidad del mundo, e incluso sin provocar una situación de depresión económica nunca vista, por hiper-gasto/hipo-producción. En cuanto flaquee la monstruosa operación, la acción popular mundial posiblemente estallará.

​La emigración y sus efectos: perdedores y ganadores

Lo que mantiene en pie, aunque precariamente, a la vieja Europa capitalista y neocolonialista no es la tecnología de última generación (cuyos fines y prestaciones reales principales son la dominación, el Estado policial y el militarismo) sino la sobre-explotación empresarial y fiscal de los asalariados europeos y el saqueo del Tercer Mundo, lo que tiene como elemento primero el expolio de su mano de obra, que es traída a Europa con el fenómeno de la emigración. Es la persistente aportación de millones de trabajadores en edad productiva, no criados aquí sino en los países pobres, que sufragan los costos de crianza, lo que hace de Europa aquello que todavía es, una gran potencia. Ello tiene lugar a costa de los pueblos y países que exportan inmigrantes, que se empobrecen en la medida que los receptores se enriquecen. La emigración es el gran negocio de Europa, de sus elites estatales y empresariales, pero asola a los países que ven partir a sus trabajadores. Es el nuevo comercio de esclavos, el del siglo XXI. Por eso quienes se atreven a cuestionar el hecho migratorio son injuriados, agredidos y linchados por todas las fuerzas institucionales europeas, de derecha e izquierda. Se comprende: sin la emigración Europa sería ya hace bastante una fuerza mundial de tercera fila. E incluso con ella evoluciona en esa dirección, por causa de sus descomunales disfuncionalidades básicas, la mayor parte de ellas propias del actual capitalismo tardío, hiper-estatizado y faraónico, en consecuencia declinante y senil.

Patrocinar la emigración es apostar por los intereses estratégicos primordiales del sistema imperial europeo, de su aparato estatal y de su poder militar, es hacer la política más beneficiosa para el orden constituido. De ahí que los entusiastas de la emigración sean remunerados con un gran reconocimiento mediático, numerosos premios institucionales y sustanciosas cantidades de dinero…

En Francia el problema número uno en la campaña electoral ha sido el de la emigración, y como derivación el del islam. A su lado la cuestión económica, la UE y el euro, etc., fueron secundarios. El alto funcionario del Estado, banquero y millonario E. Macron, cuyo programa es una descarnada versión del neoliberalismo más agresivo, defiende con apasionamiento la emigración. Se comprende, por cuanto Francia, la Francia imperialista que atormenta y tritura sobre todo a los pueblos africanos, necesita 12 millones de nuevos emigrantes de aquí a 2050, unos 250.000 por año… eso a pesar de que en el Hexágono el paro es elevado, sobre todo entre la juventud trabajadora, que percibe como muchos empleos van a los emigrantes debido a que éstos admiten salarios bastante menores. Y también observa que con la llegada de nuevos trabajadores foráneos los salarios de los que tienen trabajo descienden, igual que las prestaciones y servicios del Estado de bienestar.

La emigración tiene efectos desiguales en la pirámide social. Cuando más bajo se esté en ella más daña. Por eso tambien los emigrantes ya situados -más o menos precariamente- en Francia no desean que sigan llegando más extranjeros. Este es uno de los secretos mejor guardados por los apologetas del statu quo, “antirracistas” y similares. Se puede calcular cuánto descienden los sueldos de los más desfavorecidos del país, en su mayoría gentes venidas de países pobres, con la arribada de cada 100.000 nuevos trabajadores foráneos. Probablemente lo hagan en un 1-2% anual. Por eso el 20-25% de los inmigrantes regularizados votan ya al Frente Nacional, proporción que irá a más. El carácter burgués de la izquierda gala ha hecho sociológicamente del Frente Nacional el partido de los trabajadores y los pobres, además del de los jóvenes, lo que significa que será también el de los inmigrantes ya asentados en el país, los que llevan allí más de 10 años. De seguir con su insania, la izquierda perderá el voto de una parte muy amplia de los inmigrantes regularizados, igual que ha perdido la de los trabajadores y los jóvenes. Eso en unos pocos años.

La izquierda mundializadora y antirrevolucionaria, obsesionada con la multiculturalidad y “los derechos de las minorías”, entregada a un culto enfermizo por el Estado y a un “anticapitalismo” de risa, es la responsable primera del incremento del Frente Nacional. Si éste es “neofascista”, como dice, es ella el principal agente del fascismo. Pero aquél no es ni más ni menos “fascista” que “¡En Marcha!” de Macron, para el que toda la izquierda, por activa y pasiva, ha pedido el voto, manifestando su verdadera naturaleza, la de parte (menguante) del aparato de propaganda y politiquería del capitalismo neoliberal.

Las clases medias y los ricos no tienen competidores en los emigrantes. Aprecian muchísimo en ellos su disposición a admitir salarios bajos y su sumisión laboral, por lo que son entusiastas del hecho migratorio. En consecuencia, la juventud burguesa, la de izquierdas (que vota a Mélenchon) y la de derechas (que lo hace por Macron), es la vanguardia en la acción contra el “racismo“, la “xenofobia”, la “islamofobia” y el “nacionalismo”, las cuatro bestias negras de la corriente mundializadora hiper-capitalista.

​¿Se opone el Frente Nacional a la emigración? No, no lo hace, no puede hacerlo y nunca lo hará. Se limita a atraer con demagogias los votos de la gente modesta, de quienes contemplan impotentes y angustiados como sus vidas se van hundiendo en la pobreza y la marginalidad, a causa de la mundialización capitalista, y buscan en torno a sí alguien que les consuele, lo que creen localizar en la vacía palabrería de la extrema derecha, una vez que han sido abandonados por la izquierda y la derecha. Basta con leer su programa para constatar que el Frente Nacional quiere una emigración “ordenada”, controlada, pero no en absoluto limitar el mercado de trabajo a quienes nacen y son criados en Francia, lo que sería gravoso para el capital francés, y más aún para el Estado, que tendría que incrementar los gastos de escolarización, sanidad, etc. Una vez en el gobierno no hará nada o apenas nada pues incluso una emigración regulada encarece la mano de obra, aunque sea escasamente. ¿Realizará expulsiones masivas de emigrantes dicho partido? Sólo oír formular la pregunta hace reír, ya que surge de mentes tan ideologizadas y manipuladas que no comprenden los fundamentos económicos de los asuntos políticos.

La ideología cuenta poco ante las realidades y necesidades económicas, que son las que determinan el obrar de las instituciones y los partidos políticos. Los discursos, la retórica, las consignas, sirven mucho más para ocultar la realidad que para explicarla, y apenas nada para transformarla positivamente. Los que hacen análisis ideológicos, doctrinales o teoréticos se verán una y otra vez burlados por la realidad, mucho más en las actuales circunstancias, en que las ideologías están manifestando su inanidad y las teorías su desatinada condición, de modo que todo se está amalgamando y fundiendo en un único bloque en el que ya apenas es posible distinguir unas formulaciones de otras, dado que todas son iguales en lo medular. Vivimos un tiempo magnifico de descomposición de las teoréticas y los doctrinarismos, un gran momento para el avance de la verdad experiencial y ateórica, o sea de la verdad a secas.

​El Frente Nacional francés es una otra realización politiquera más, consagrada a llevar a las masas las necesidades estratégicas de quien lo ha erigido, el Estado francés y su patronal. Es lo mismo que Donald Trump. Éste, una marioneta de los servicios de planificación político-electoral del Pentágono, es decir, del ejercito USA, escenificó una retórica que llegó a muchos sectores, en su país y en todo el mundo, desesperados con la dictadura progresista-izquierdista del gran capitalismo. Sí, suscitó enormes esperanzas… que han sido cruelmente burladas una vez que ha llegado al gobierno. Se ha dicho que Trump está siendo el mejor ejecutor de la política, brutal, militarista y oligárquica, del par Obama-Clinton. Por citar un hecho entre cientos, ha parado la ofensiva del ejército de Irak contra el Estado islámico en Mosul, justamente cuando estaba a punto de tomar la capital del califato, para seguir amenazando y chantajeando al régimen sirio, a Rusia y a Iran. Tal indecencia es una entre muchas.

​Quienes creen en soluciones institucionales, quienes confían en que este o el otro parlanchín de la política institucional sea mejor que los anteriores, y se toman en serio la labia politiquera, serán engañados una y otra vez, más todavía ahora, cuando el mundo está en una fase de crecientes turbulencias acompañadas de un progresivo caos ideológico, en sí mismo bastante saludable. Todos los partidos son igualmente enemigos de las clases populares, todos. La línea acertada es no votar, negarse a participar en las instituciones, esperándolo todo del desarrollo de la conciencia, la organización la calidad personal y la acción en la calle. Es la revolución la que aporta soluciones no los agentes políticos del orden constituido.​

​La cuestión de la emigración, es decir, del abastecimiento de mano de obra barata y no producida en el país sino “robada” en otros, tiene un futuro problemático. Se cita el año 2050 pero las “granjas” de crianza de inmigrantes están siendo vaciadas y la generalización del régimen capitalista en el Tercer Mundo impide que siga habiendo por mucho tiempo una natalidad suficiente. Los países musulmanes padecen un desplome de los nacimientos, estando ya casi todos en el límite del índice de reposición o por debajo de él, 2,1 hijos por mujer. Sólo el África negra mantiene una natalidad algo superior, aunque por poco tiempo ya, lo que explica la mitificación de la raza negra a que asistimos, elevada por el neo-racismo antiblanco del progresismo y la izquierda a “nueva raza superior”. Se les adula para mejor integrarlos en el nuevo tráfico negrero. Éste es aún más fabuloso para el gran capital europeo debido a que los neo-esclavos africanos vienen por ellos mismos, sin que sea necesario comprarlos a sus antaño virulentos captores y/o criadores (las oligarquías negras esclavistas) ni trasladarlos encadenados a los lugares de trabajo, operación costosa y además “poco estética”… Ahora todo es mucho más rentable por mucho más eficiente.

Hacia el año 2040 habrá, muy probablemente, una escasez mundial de mano de obra, y más aún en la segunda mitad de este siglo. Además, como los salarios no dejarán de bajar en Europa, irá decayendo el incentivo material que atrae a los inmigrantes, de manera que para aquellas fechas es probable que el flujo migratorio sea mínimo o se haya detenido, lo que será un contratiempo muy grave para el gran capitalismo europeo. Esto explica que esa mujer perversa que es Ángela Merkel haya aprovechado la guerra en Siria para hacer acopio gratuito de mano de obra joven, operación que ha sido vendida a la opinión pública europea con gran profusión de retórica sentimental, cursi y buenista, como es costumbre. Todo lo que no sea el relanzamiento de la natalidad en Europa es aciago, además de exterminacionista y genocida.

En aquellas condiciones los amos de Europa tendrían que acudir a tres medidas para lograr una biopolítica nueva: 1) asignar una determinada tasa de natalidad forzosa a las mujeres, 2) capturar mano de obra en el exterior, es decir, retornar al tráfico de esclavos según el modelo antiguo, 3) reprimir la homosexualidad y el lesbianismo como en el pasado, haciendo que toda la población sea reproductiva. Para ello los poderes europeos cuentan con una Europa islamizada, pues el islam se encargaría con convicción de imponer tales medidas, al formar parte de su dogma fundacional.

La emigración desde los países musulmanes es decisiva para la Francia imperialista. Proporciona trabajadores con fortísimos hábitos de sometimiento, sumisión, pasividad ante la autoridad y autonegación, debido a la presión milenaria que sobre ellos lleva ejerciendo el omnipotente Estado islámico del país de donde proceden. Esas son las causas económicas pero las políticas e ideológicas son más importantes. La cultura europea en sus aspectos positivos constituye un tipo de persona y un tipo de sociedad que cada día resulta menos compatible con las necesidades fundamentales de los mega-Estados totalitarios actuales, y con la gran empresa capitalista mundializada. Es así porque se sustenta en la cosmovisión del afecto y el amor, dota de calidad (virtud) al individuo, enfatiza la autonomía de la persona, asigna una gran función a la libertad, rechaza el sexismo y contiene normas éticas diferenciadas de las leyes jurídicas. Todo esto impide, o al menos dificulta, al gran capitalismo alcanzar un máximo de poder.

En consecuencia, éste ansía la erradicación de la cultura europea, la aculturación completa de los pueblos de Europa, la sustitución de su religión secular por otra foránea, el islam, e incluso el reemplazo étnico de las poblaciones europeas, a las que ya se está condenando a la marginación y al colapso reproductivo, para luego proceder a su extinción definitiva, forma radical de liquidar una cosmovisión y un sistema de valores furiosamente aborrecido por el gran capitalismo estatal-privado. Para el conflicto estratégico con China, asunto que llenará todo lo que queda de siglo, por lo menos, las élites de Occidente necesitan de aliados, uno de ellos el clero islámico. Éste, como es lógico, pide ser compensado por su colaboración. Mucho más poder y presencia en Europa es parte de la recompensa, su más anhelado botín.

La cuestión de la emigración ha de abordarse desde el principio de la soberanía popular. Cada pueblo, en tanto que comunidad humana que aspira a la soberanía y está asentada en un territorio, es quien debe decidir si admite extranjeros en su área o no, en qué número y con qué condiciones. Del mismo modo que existe la soberanía sobre la propia morada (paz del hogar, inviolabilidad del domicilio, etc.) tiene que instaurarse la soberanía sobre la propia tierra. Ésta pertenece al pueblo y no al Estado, y únicamente el pueblo está legitimado para determinar quién puede entrar y quien no en su hogar-territorio, y a quién invitar a irse en caso de que haya ingresado sin autorización o su actuar sea indeseable. La mundialización, o necesidad del capitalismo de expandirse superlativamente arrollándolo todo, arrasa lo más fundamental, la soberanía popular. Esto tiene que terminar. La revolución volverá a estructurar la sociedad de abajo a arriba, comenzando por el municipio, estableciendo la soberanía municipal sobre la base del gobierno por asambleas, con armamento general de las clases populares. Desde el municipio se organizará de abajo a arriba la totalidad del pueblo y el territorio, en tanto que comunidad de lengua, cultura e historia. Volver a lo local, a lo autóctono, a lo ancestral adecuado a las condiciones de nuestro tiempo, es derrotar a la mundialización. Defender la “libre circulación de personas” es no sólo violar la soberanía popular de los europeos y saquear económicamente al Tercer Mundo sino situarse del lado del hiper-capitalismo putrefacto del hoy, pues va forzosamente acompañada de la “libre circulación” de mercancías y capitales.

En este terreno se ha avanzado tanto en Francia que los movimientos “antirracistas” han perdido casi por completo el apoyo social, lo que se manifiesta en lo muy menguado de la asistencia a sus convocatorias. Y eso a pesar de que son agrupaciones de neo-funcionarios, que han hecho de la “ayuda”, la “solidaridad” y la “acogida”, de la persecución parapolicial de la “xenofobia” y la “islamofobia”, una rentable profesión, con muy buenos emolumentos y enormes posibilidades de promoción.

En las presentes circunstancias hay que marcar con todo rigor las verdaderas líneas divisorias, que son las que enfrentan a mandantes y mandados, gobernantes y gobernados, opresores y oprimidos, explotadores y explotados. Ante ellas nada deben significar las distinciones por raza, sexo o religión, aunque los poderes constituidos y sus perros guardianes harán todo lo posible para antagonizarlas con el fin de romper la necesaria unidad en la lucha del pueblo contra los tiranos y los oligarcas. Hoy se ha formado en Europa una nueva comunidad popular, que es plural y diversa, y eso debe ser comprendido y cuidado. Sobre la base de la libertad de conciencia individual, la libertad de expresión igual para todos y el respeto mutuo, se ha de avanzar unidos hacia la revolución.

​El despertar de los pueblos europeos

Nadie medianamente informado puede negar que para 2050, si todo continúa igual, la población de origen autóctono será minoritaria en Francia (en España más aún). Por dos causas, una es la baja natalidad, ya que el sistema capitalista impide de facto la maternidad y paternidad, y la otra la entrada multitudinaria de población inmigrante, joven y en edad reproductiva, mientras que la indígena suele ser cada vez más mayor, de edad no reproductiva. Para esa fecha, si no hay una reacción enérgica y unánime de los pueblos de Europa, éstos habrán sido sometidos a un proceso de limpieza étnica y sustitución racial que los habrá convertido en una minoría marginada, despreciada y perseguida. Como sucedió con los guanches en Canarias, con los indígenas de Cuba, con los indios en Norteamérica…Destruir a los pueblos en tanto que pueblos, que comunidades humanas singulares, es perpetrar exterminio, genocidio.

Lo cierto es que ya hoy en bastantes barrios de las ciudades galas actúa la policía de la sharía (también lo hace en las ciudades alemanas, etc.), así como los tribunales islámicos, que operan a la luz del dia, con la cooperación y simpatías de los aparatos policiales y judiciales franceses, germanos, etc. La población no musulmana que todavía queda en ellos es intimidada para que obedezca o se marche. Son barrios en que las mujeres están confinadas coercitivamente en el hogar, con extrañas calles por las que no circulan féminas. Porque la primera víctima de la emigración son las mujeres europeas y las mujeres emigrantes, para las cuales las corrientes mundialistas neoliberales de la derecha y la izquierda preparan un futuro tremendo, un retorno a lo peor del patriarcado clerical sumado a lo peor del neo-patriarcado gran-empresarial. Hace ya mucho que el capitalismo-Estado mundializador europeo occidental ha escogido al islam como la religión más apropiada para sus intereses. En Francia eso se manifiesta en la larga lista de privilegios económicos jurídicos, fiscales, mediáticos, legales y de otro naturaleza de que disfruta el clero islámico y la red de mezquitas.

Esclarecedoras han sido las palabras con que la autoridad mayor de la clerecía musulmana de Francia, el ulema jefe de la Gran Mezquita de París, ha pedido el voto para Macron, “encarna la vía de la esperanza y la confianza en las fuerzas espirituales y ciudadanas de la nación, dentro del respeto por los valores republicanos y de la aplicación estricta de los principios del laicismo”. Los valores republicanos son los del imperialismo francés y el capitalismo galo, ahora hechos suyos por el poder sacerdotal islámico de Francia, reconvertido al patriotismo. El Estado francés lleva tiempo creando un clero musulmán propio y a su servicio, y ahí están los resultados, tras haber invertido en la operación cuantiosos recursos. Invocar el laicismo para usar la religión con fines políticos implica contradicción, pues aquél consiste en la separación entre lo religioso y lo político, de manera que dicho pontífice, de creer realmente en lo que afirma, debería haberse abstenido de solicitar el voto. Todo el islam, en todos los países, es afecto al capitalismo y al neoliberalismo económico, de manera que el respaldo a Macron desde las mezquitas es lo esperado.

Todo lo descrito está ocasionando, como respuesta, una insurgencia general contra la emigración, la pobreza rampante, la destrucción de la propia cultura, la mundialización, la UE a las órdenes de Alemania y la islamización/fascistización de Francia. Tal reacción es el principal elemento motor del Frente Nacional, una vez que la izquierda se manifiesta no sólo incapaz de oponerse al programa económico del nuevo capitalismo sino que lo respalda con sus votos. Todos los partidos, salvo la izquierda neoliberal de Mélenchon, llevan en su programa medidas más o menos “enérgicas”, supuestamente para “frenar” al clero islámico, lo que significa que es una demanda sentida por al menos el 80% de la población. Pero en vano, se trata sólo de verborrea, ningún partido hará nada significativo, más allá de gestos, frases y poses, tampoco el Frente Nacional. Sólo una insurgencia popular de mucho calado e intensidad puede lograr que se respete la cultura autóctona, se mantenga la libertad de conciencia y se trate a la mujer como un ser humano. Los partidos nada harán porque el asunto es cuestión de Estado de la máxima prioridad. Marine Le Pen se “olvidó” del asunto en la campaña para la segunda vuelta de las elecciones…

​Pero la situación no es tan favorable a los objetivos del poder constituido como pudiera parecer. En primer lugar la resistencia de los pueblos europeos a perder su modo de ser y estilo de vida, a ser víctimas de un genocidio a la vez cultural y étnico, es ya notable y está en crecimiento. Si sigue así, en muy pocos años será un colosal movimiento popular capaz de dinamizar el continente europeo, elevándose a un nuevo renacimiento cultural y político, por tanto demográfico. Desde el poder se intenta controlar tal corriente, tendencialmente revolucionaria. Contra ella se han alzado los izquierdistas de Mélenchon tanto como los extremo-derechistas de Le Pen, aunque el ganador haya sido Macron, un tecnócrata frio y un banquero robotizado, por tanto un político inculto y despiadado, para el cual únicamente cuenta el dinero y el aparato del Estado. A él la cultura europea le importa un comino pues ni la conoce, ni la entiende ni la aprecia, igual que toda la clase alta europea, superlativamente zafia, iletrada y brutal.

​Ciertamente, la reacción de los pueblos de Europa en defensa de su identidad cultural y su sistema axiológico y vivencial está siendo más fuerte de lo esperado. Por el momento es capitalizado por sujetos y partidos infames, ligados a la derecha más que a la izquierda, lo que se explica también porque la primera tiene hoy mucho más nivel intelectual que la segunda, reducida a repetir consignas de panfleto, cada día más empobrecidas y más en contradicción con las nuevas realidades. Pero esto es un momento pasajero en el despertar de los pueblos europeos, una fase primaria que será superada para acceder a otra mucho más interesante, la defensa de la cultura europea como acción ofensiva, como propuesta para el siglo XXI, como obrar revolucionario contra quienes están traicionando a Europa (las oligarquías plutocráticas y los Estados totalitarios), contra la UE y el imperialismo alemán, contra la derecha y la izquierda, por la revolución.

​Algunos datos sociológicos no pueden ser ignorados. Los imanes franceses influyen sólo en un tercio de la población, o poco más, proveniente de países donde el islam en religión obligatoria de Estado. Y eso porque el pacto secreto entre las elites occidentales y el clero islámico otorga a éste poderes enormes y diversos en Europa. Son cada vez más los emigrantes que piensan y actúan a partir de sus condiciones de existencia, como trabajadores explotados y no, o secundariamente, como creyentes, lo que indica que la lucha de clases prevalece. El apoyo de las mezquitas galas a un despiadado agente del gran capitalismo como Macron tendrá efectos negativos para aquéllas a medio plazo. Los antagonismos entre una minoría musulmana enriquecida, vinculada a las instituciones estatales francesas, y la gran masa de musulmanes desposeídos y con precarias condiciones de existencia se irán desarrollando, sobre todo cuando se afirme el despertar de los pueblos europeos y quede claro que Europa no es el fácil botín que prometen para mañana mismo dichos clérigos a su feligresía. El antagonismo clasista y el rechazo a las instituciones estatales prosperan en los países de origen, por ejemplo en Marruecos, donde casi a diario está habiendo movilizaciones contra el gobierno confesional musulmán de ese país, que además mantiene la dominación neo-colonial sobre el Sahara, contra un pueblo de religión musulmana, el saharaui, que reclama en vano su derecho a la Autodeterminación. Un caso iluminativo es el de Erdogan en Turquía, que fracasó de hecho en el designio de dotarse de poderes tiránicos excepcionales, al recibir el rechazo militante de al menos la mitad de la población, y eso a pesar del apoyo de casi todo el clero a tal extravío, lo que manifiesta los creciente antagonismos existentes entre aquél y las clases populares en los países islámicos. La persistente caída del precio del petróleo contribuye a deprimir la influencia de la clerecía islámica mundial, casi toda ella dependiente de los petrodólares. En Siria el uso de los islamofascistas por parte de EEUU, Francia, Arabia de los Saud, Qatar e Inglaterra para combatir al régimen de Basar el Asad ha sido un grotesco fracaso, que les ha llevado a perder ya la guerra y eso por una causa principal, el rechazo total y rotundo del pueblo sirio a aquéllos. En ningún país musulmán tiene el clero más allá del 10-15% de la población tras sí, mientras el resto calla y obedece por temor, por terror. Cada vez son más los que claman contra el clero islámico desde los países musulmanes: Raif Badawi, Ayaan Hirsi Alí, Boualem Sansal, Ali Ahmad Said Esber, etc. En los países islámicos están acumulándose una enorme suma de contradicciones, disfuncionalidades y antagonismos, que más pronto que tarde estallarán y que van a cuestionar en la calle el modelo de religiosidad y de sociedad que dicho grupo sacerdotal impone. Quienes desean conquistar Europa, y luego el mundo, tal vez tenga que enfrentarse pronto a dificultades enormes en sus países de origen…y también en Europa. A eso se denomina ir por lana y volver trasquilados, porque quien siembra vientos suele cosechar tempestades.

​Los que, a consecuencia del descomunal lavado de cerebro que han padecido en estas materias en los últimos decenios, miran con suspicacia la aserción de que Francia y el resto de Europa están siendo fascistizados en el acto de ser islamizadas, lo que es la aplicación levemente retocada de la fórmula propuesta por Adolfo Hitler, pueden observar que ello está siendo realizado ahora y aquí en un país, Turquía. El nuevo sultán otomano, Erdogan, durante años el héroe bienamado de la izquierda española, está construyendo un régimen musulmán-fascista en su país, lo que ya nadie se atreve a negar. Todo eso tiene un trasfondo estratégico: está dirigido por Alemania y se encamina a constituir un bastión musulmán en Europa desde el cual contribuir a imponer esa religión a todo el continente, una vez que aquel país, ya perfectamente islamizado/fascistizado, entre en la UE. El problema para los planificadores germanos neohitlerianos es que las clases populares de Turquía se resisten con vigor, lo que ha hecho fracasar el referendo de abril pasado y amenaza con dar al traste con toda la operación. En suma, la resistencia y oposición popular florece por doquier, en todos los países, de modo que los opresores y fanáticos están crecientemente aislados y en evidencia. Los pueblos europeos no desean seguir el camino de Turquía, por lo que se están levantando contra el clericalismo de extrema derecha y, lo que es mucho más importante, en defensa de su identidad, cultura y valores, tras muchos años de indiferencia y apatía.

​Lo cierto es que quienes carezcan de una posición acertada sobre estas materias no podrán hacer gran cosa en política en los años venideros. Porque millones de personas están abriendo los ojos y comprendiendo.

​Gentes extraviadas

​Las elecciones en Francia han mostrado lo que la izquierda es, el furgón de cola del capitalismo neoliberal, al que han respaldado en masa con sus sufragios, un obrar penoso y además suicida. Pidió votar a Macron directamente o bien indirectamente al llamar a no hacerlo por Le Pen. Podían haber propuesto la abstención o el voto en blanco, pero no, porque están obligados a someterse a sus amos, a quienes financian a los jefes de la izquierda, en Francia, en España y en todas partes. Éstos necesitaban una victoria rotunda de Macron y los dóciles sirvientes en la izquierda obedecieron las órdenes recibidas. Después, han intentado arreglar tan descomunal pifia con argumentos sofísticos pero lo hecho ahí queda: la izquierda está en bloque con el capitalismo neoliberal. Nada hay de nuevo en ello pues en Grecia Syriza es mucho más neoliberal que lo que la Troika le demanda…

​Con todo, Macron sólo ha logrado el 44% de los votos de los inscritos, por lo inusualmente elevado de la abstención consciente así como por la notable cantidad de las papeletas en blanco y nulas, y eso a pesar de la descomunal violación mediática de las multitudes a su favor. Esto muestra lo potencialmente esperanzadora que es la situación en Francia. Es otra manifestación de desafección, de oposición, de enfrentamiento. Tal estado de ánimo caracteriza a nuestro tiempo, lo define, y de él puede salir un modo de pensar y vivir realmente revolucionario.

​Tremendo ha sido que el ecologismo, o lo que de él sobrevive (fue a las elecciones en alianza con el Partido Socialista Francés y se hundió con él…), haya pedido votar a Macron en la segunda vuelta cuando 53 de las 58 centrales nucleares francesas verán caducar su periodo de actividad legal en los próximos años, bajo el gobierno de aquél. Todos sabemos que éste se limitará a mantenerlas en funcionamiento con algún parcheo ocasional, convirtiéndolas en una amenaza potencial de lo más inquietante, con el recuerdo de Chernóbil al fondo. Asombra que los jefes de Equo, el partido ¿ecologista? integrado en Podemos hayan implorado votar al ecocida banquero Macron. Lo mismo han hecho los jefes y jefas de Podemos, que aquí vituperan al PP y en Francia respaldan a un sujeto peor, si ello es posible, que Mariano Rajoy. Piénsese en el descomunal plan de recortes y austeridad, para recapitalizar la banca y robustecer al Estado, que aquél tiene en cartera. Por cierto, que quien se encarga de las centrales nucleares en Francia es la multinacional Areva, una empresa del exuberante capitalismo de Estado galo, al que Mélenchon desea promover, pues para la izquierda es equivalente a “empresa pública”.

​Ciertamente, la izquierda ha perdido el rumbo y ha entrado en una fase de auto-cancelación. En Francia es la primera vez que en la segunda vuelta se enfrentan dos formaciones de la derecha, como consecuencia de que el 75% de quienes votaron en la primera lo hicieron a candidaturas derechistas, lo que mide el descrédito del izquierdismo. Y eso a pesar de que Mélenchon fue el niño mimado de los poderes mediáticos burgueses, al ser un mero artificio dirigido a quitar votos a Le Pen copiando partes sustantivas de su programa. De no ser por eso la izquierda toda se habría quedado en el 10%, o sea, en la nada política.

​Una consecuencia de la indignidad de la izquierda es la conversión del Frente Nacional en la fuerza “antisistema” de Francia, en la única que, por desgracia, llega a los trabajadores empobrecidos, a los emigrantes sin esperanza, a los jóvenes angustiado porque carecen de futuro, a las gentes que prefieren la muerte antes que someterse a la dictadura del clero islámico, a las personas cultas que consideran que en la historia de su país hay episodios hermosos que deben ser enseñadas a la infancia y juventud, a los que anhelan seguir siendo europeos y no una horda aculturada sometida a prácticas exterminacionistas y genocidas, a quienes entienden que si el racismo es inaceptable también lo es el racismo antiblanco, a las mujeres que simplemente desean ser madres en vez de mano de obra hiper-degradada, aquellos que observan que la UE es un montaje alemán y para Alemania, … Todos sabemos que aunque esta vez el Frente Nacional haya sido derrotado ganará en la próxima, y lo hará con muchísimos votos, porque entre unos y otros, entre la izquierda y la derecha, han hecho de él la formación en la que creen y confían quienes están siendo triturados por la mundialización, el derrumbe de Europa y las innumerables operaciones anejas de ingeniería social, manipulación ideológica y estrategia de Estado.

​El Frente Nacional ¿es más “fascista” que Macron? Éste, apoyándose en el relativamente elevado porcentaje de votos recogidos, va a brear a lo grande a los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes, para hacerlos más y más productivos, por tanto, más y más míseros y desamparados. Y lo va a hacer acudiendo a la represión intensiva. No hay ningún motivo para suponer que será menos policial que el Frente Nacional, y es posible que lo sea incluso más. Macron es de la ralea de los tecnócratas miembros del Opus Dei que respaldaron gubernamentalmente durante muchos años a Franco, y, ¿no era eso fascismo?

​La izquierda va de mal en peor: todo le está explotando en la cara. Teniendo en cuenta que ha sido la fuerza política, mediática, cultural, ideológico, académica y organizativa que más ha laborado en la calle para sostener el orden vigente desde el final de la II Guerra Mundial eso es un acontecimiento fundamental. Los partidos comunistas europeos, resultaron decisivos para la estabilidad del statu quo capitalista-estatal desde 1945. Fueron la fuerza hostil número uno a la revolución, lo que se puso de manifiesto también en el mayo francés del 68, cuando el partido comunista y los grupos de extrema izquierda a su zaga, marxistas y anarquistas, frustraron lo que pudo haber sido un épico avance hacia una sociedad libre y moral, autogobernada y autogestionada, en Francia. En España el partido comunista y sus filiales salvaron al Estado franquista a la muerte de su caudillo y frustraron el proceso de lucha y toma de conciencia popular entonces en marcha, que podría haberse convertido en situación revolucionaria. La izquierda (no el consumo como sostiene Zygmunt Bauman, intelectual izquierdista que ha urdido esa teoría para ocultar la decisiva responsabilidad de la izquierda en ello) ha sido la piedra angular del orden vigente, de modo que su desintegración deja a éste en precaria e inestable situación.

​Una izquierda triturada por la marcha misma de los acontecimientos y una crisis general múltiple del sistema de dominación, en su base económica tanto como en su superestructura, establece condiciones bastante interesantes para el desenvolvimiento de la idea, ideal y práctica revolucionaria.

​La izquierda tiene los días contados como corriente de peso, por causa del desenmascaramiento múltiple en la práctica que está padeciendo. Se ha dicho que todo le revienta en la cara, y así es. Grecia, en primer lugar, donde Syriza está instaurando un ultra-capitalismo y mega-Estado de la pobreza, al que las clases populares contestan con acciones formidables y huelgas generales, lo que ha convertido a aquél partido en una estructura con muy escasa proyección popular, sustentado exclusivamente en redes clientelares y negocios variados. En ese país la izquierda está aplicando el mismo programa que realizará Macron en Francia, que es el que habría llevado a efecto el Frente Nacional de haber ganado. Y el que ejecutará la izquierda española en cuanto llegue al gobierno, en un año o dos. Ese es el proyecto, que el PSOE, Podemos, la CUP y algún otro formen gobierno tras la derrota -promovida desde la televisión- de la derecha y apliquen las recetas del BM y el FMI, igual que están haciendo sus colegas en Grecia. Al actuar así, la izquierda española y españolista habrá cavado su propia tumba, lo que ya está haciendo con su patética actuación, una mezcla de nada, ridiculeces, fraudes y continuismo, en los ayuntamientos que controla, sobre todo en Barcelona, Madrid y Cádiz. Después, la revolución tendrá enormes posibilidades.

En Venezuela el chavismo se está viniendo a tierra, con una protesta en la calle que crece y crece, sangrientamente reprimida. El “socialismo del siglo XXI”, una forma torpe y tosca de capitalismo de Estado, ha durado poco más de un decenio, y ahora se derrumba ante el descrédito universal. En Brasil, el régimen de la izquierda, inaugurado en 2004, ha terminado trece años después con su estado mayor en la cárcel por corrupción. En Bolivia el racista antiblanco Evo Morales ha aplicado represivamente a las comunidades indígenas una política parecida a la de Franco contra el campesinado, y con similares propósitos, desarrollar el capitalismo en su seno, diferenciando a una minoría enriquecida de la gran mayoría empobrecida, también para que el Estado pueda recaudar más impuestos. Eso está originando muchos enfrentamientos entre los pueblos indígenas y Morales, cuyo gobierno carece hoy de prestigio interior y exterior, tras ser considerado reverencialmente hasta hace unos pocos años. En Ecuador, el insidioso desarrollismo capitalista de Rafael Correa le ha llevado a lo mismo, a fuertes conflictos con las comunidades indígenas.

Tal es el dudoso “antiimperialismo” e “indigenismo” de la izquierda, una forma de aculturar y atomizar a los aborígenes, un tipo peculiar de genocidio cultural y también étnico, análogo al que dicha izquierda propone y prepara ahora para los pueblos europeos, lo que se explica porque aquella ideología y política es herramienta decisiva del gran capitalismo mundialista. Es una forma renovada de racismo, y todo racismo culmina en un programa exterminacionista, de liquidación de pueblos y etnias, como se expresa ahora en la izquierda europea. Por eso, también el gobierno izquierdista de Michelle Bachelet (otra feminista convertida en sádica agente del poder constituido) en Chile se ha manifestado como verdugo del pueblo mapuche. Aquí, Podemos se descredita, por su connivencia con la derecha (de ahí lo de PPodemos), sus corruptelas y nepotismos, todavía a pequeña escala pero con voluntad de crecer impetuosamente, y su codiciosa euforia, porque sabe que los poderes políticos y económicos le harán partido de gobierno a corto/medio plazo. Los 50.000 chupópteros que lo forman ahora serán complementados con otros tantos, atraídos por las expectativas de “tocar poder”. En total, formaran una falange bien singular, los Cien Mil Hijos del CNI… Con todo, lo más a lamentar son los votantes de Podemos, un conjunto unificado por la irracionalidad, la ignorancia, el fanatismo, el irrealismo, la ranciedad, la intolerancia y el oscurantismo, un peso muerto en la sociedad, condenado a irse disolviendo a medida que el rudo pero esperanzador presente-futuro se imponga a las brumas de esta España Negra rediviva. Son una festiva combinación de Tomás de Torquemada, Fernando VII, El Pernales, Isabel II, Manuel Azaña, Pilar Primo de Rivera, La Chelito, José Antonio Girón de Velasco, Santiago Carrillo, Pedro Almodóvar, José María Aznar y J.L.R. Zapatero, un compendio de lo que de lamentable aunque grotesco ha tenido nuestra historia y presente.

Hay más. Este año se cumple el centenario de la revolución bolchevique, con numerosos libros y estudios que muestran de manera objetiva lo que resultó de ahí, una dictadura terrorista de una minoría neo-burguesa, concentrada en el partido comunista, que hizo de las cárceles, las torturas y las matanzas, sus señas de identidad, una forma de fascismo que ha sido el peor del siglo XX, por delante del de Hitler y Franco. Todo para construir un tipo de capitalismo sumamente ineficiente y parasitario que no pudo mantenerse y tuvo que ser homologado con el del resto del mundo sólo 84 años después, en 1991. Quienes se reclaman de aquél desventurado episodio histórico, o quienes no se sitúan públicamente en su contra, no tienen nada que hacer hoy, pues el juicio de la historia ha sido aquí riguroso y taxativo por demás. Esto encuentra a la izquierda en un momento de consunción teorética y doctrinal. Sin argumentos, sin textos legibles, sin análisis ni propuestas, sin apenas nada más que consignas y panfletos, de otra época y ya rancios. En efecto, el conglomerado izquierda-progresismo-feminismo todo lo que ha logrado crear en los últimos años ha sido el pareado “Machete al machote”. Esperar más de él es inútil. Aunque, muy probablemente, el gran desastre político para la izquierda vendrá de la cuestión del islam, cuando los pueblos a él sometidos entren en ebullición a causa de la gran masa de contradicciones y disfuncionalidades que están acumulando. Una advertencia de lo por venir es el excelente texto de Majid Rafizadeh, “Soy musulmán, y los progresistas me dejan estupefacto”, en el que denuncia el servilismo hacia el extremismo islámico de la izquierda y el progresismo occidentales, vitupera los regímenes de la sharía, que han torturado y asesinado a su familia, y cuestiona autocríticamente la historia de esa religión, afirmando que “no ha habido mayores imperialistas que los ejércitos musulmanes”, con una referencia a al Ándalus. Cuando arrecien las demandas de explicaciones de los musulmanes honrados a la izquierda, ésta, muy probablemente, habrá llegado al final absoluto de su ciclo histórico.

Conclusiones

​Los pueblos europeos no pueden pasar de un golpe, de un solo salto y en un periodo breve de tiempo, de la situación anímica, política, social y moral creada durante tres cuartos de siglo a lo que las nuevas condiciones, tan diferentes, demandan. Ha de haber un periodo de transición en el que irán atravesando diversas fases, siendo la primera la ruptura con el progresismo, ya realizada en buena medida. En este proceso irán mejorando las condiciones para la toma de conciencia revolucionaria de primero minorías y luego sectores más amplios. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que los pueblos aprenden de la experiencia, de la realidad, y que el trabajo de esclarecimiento es secundario y complementario respecto a la evolución de los hechos, a la vez que tiene que estar acorde con éstos, muy pegado a lo que acontece. No es nuestra misión educar, y mucho menos adoctrinar, a las clases populares sino acompañarlas en su toma (auto-toma) de conciencia, aportando todo lo que podamos y (o también: pero) estimulando al máximo la creatividad de la gente común y aprendiendo de la sabiduría popular.

​Quienes estamos a favor de la revolución, como mutación integral, nos encontramos ahora en las mejores condiciones de análisis de la realidad, conocimiento de nuestro tiempo, reflexión sobre la cultura e historia europeas y decisión de transformación del sujeto tanto como de la sociedad. La tarea para los próximos años no va a ser tanto la critica (la antirrevolución se está desacreditando y destruyendo a ella misma con notable eficacia), aunque también, como las propuestas, el programa y proyecto de transformación. Mientras las fuerzas de la izquierda y los neo-populismos progres se van sumergiendo en el caos intelectivo y doctrinal, debido a que sus formulaciones están siendo negadas por la realidad una tras otra, nosotros encontramos en el avance de los acontecimientos la fuerza motriz número uno para afianzarnos y llegar a las personas más conscientes

​En ese quehacer propositivo y constructivo es donde reside la clave de lo que ahora conviene hacer. Estamos en condiciones de abordar los grandes problemas de nuestro tiempo e irlos dando un tratamiento que supere la explicación de su por qué, en el sentido de progresar hacia formulaciones de transformación y acción. Por el momento la gran mayoría de las personas y colectivos siguen paralizados e inactivos, debido a que no comprenden lo excelente de la situación, y más aún, lo magnífico de lo por venir, pero a medida que las condiciones objetivas se vayan tensando, más y más individuos y grupos verán incrementar dentro de sí los motivos para el compromiso, el paso al frente, la asunción de responsabilidades y la realización de tareas.

​Del examen de los acontecimientos, ya realizado, emerge con relativa facilidad el análisis propositivo y programático de los principales asuntos de nuestro tiempo, todavía no realizado pero realizable. Hacerlo es la tarea.