Me descuelgan videos de YouTube, ya llevo cinco, y eso a pesar de lo meticuloso que soy al autocensurarme. En Facebook me sancionan y retiran tres artículos casi al mismo tiempo. En Oviedo no puedo presentar en un local municipal mi libro “Sé el mejor médico de ti mismo. Yatrogenia, coronavirus y pandemia”. En Google unos canallas fascistas pagados por el CNI mantienen en lugares privilegiados, desde hace años, artículos calumniosos contra mí, sin que pueda hacer nada por evitarlo, esto es, para contestar y denunciar a esos rufianes, miembros, como no, de Podemos. Mi canal de YouTube está tan manipulado día tras día, en lo referente al número de visualizaciones y al número de suscriptores, que ya casi no lo reconozco como mío. Amazon se niega a editarme un libro. En numerosas librerías rehúsan coger mis textos en depósito porque tienen miedo a las acciones parapoliciales del fasciofeminismo y el fasciocomunismo. Muchos colectivos que les gustaría invitarme a conferencias, charlas, cursos y tertulias se lo piensan, no dos veces sino diez, antes de decidirse. Ahora, los conspiracionistas de ideología neonazi se han sumado al coro de mis calumniadores, aunque por lo bajinis, pues tienen tanto, tantísimo que ocultar, en lo referente a cuánto, como y por qué han ayudado -sustantivamente- al Estado a realizar su política sanitaria (bozales, confinamiento, miedo y vacunas) en lo del coronavirus, que no se atreven a atacarme de frente.
Pero, a pesar de todo ello y en cierta medida gracias a todo ello, mis ideas continúan expandiéndose.
Yo sufro una censura cada día más agresiva. Mientras, mis enemigos, que se las dan de “anticapitalistas” y que ¡incluso dicen ser antifascistas!, o sea, Podemos, el feminismo procapitalista, la intelectualidad izquierdista apesebrada y los lacayos del poder mediático, no tiene ningún problema con la censura. Ninguno. Al contrario, todos los medios periodísticos y comunicativos están a su servicio, y en ellos aparecen sin interrupción. Tales medios, propiedad de lo más decisivo del gran capitalismo, se sirven de esa patulea de podemitas neofalangistas, LGTBI entregados a la OTAN, feministas criminales e intelectuales pancistas para hacer y difundir lo principal de su política. Y por tal actuación, entregan a todos ellos sumas inmensas. Sólo por participar en infinitas tertulias, cada una de ellas, muy generosamente pagada, las jefas y los jefes de la izquierda “radical” se van haciendo día a día millonarios…
Ahí tenéis al izquierdista siervo número uno del gran capitalismo, N. Chomsky. En unas recientes declaraciones ha propuesto que a los no vacunados se les prohíba acceder a los espacios de adquisición de alimentos, y que sean las instituciones quienes les controlen y les den lo necesario. O sea, dicho en plata, que el ejército abra campos de concentración para confinar a los no vacunados, donde serán alimentados con el rancho-bazofia cuartelero. ¿No es eso fascismo? Este sujeto, analfabeto, arrogante, sabihondo y necio hasta la indecible, es además un islamofascista de pro, por tanto, un fascista religioso. Y un colosal amante del capitalismo, como todos los prebostes de la izquierda.
Lo bueno del asunto Covid es que está poniendo a cada cual en su sitio.
El fasciofeminismo, asentado en el Ministerio de Igualdad, multimillonario, entregado a continuos ejercicios de odio, calumnias, violencia y terror contra quienes desafiamos su dictadura fascista, dependiente de la gran banca española (a través del banco de Santander), no pierde ocasión de promover la política médica de la OMS, el Ministerio de Sanidad y el gobierno izquierdista español. Oculta, sin ir más lejos, que las muchas muertes y las enfermedades graves ocasionadas por las vacunas del covid afectan muy especialmente a las mujeres, siendo éstas el 76% de las victimas de la farsa vacunal. Esto indica, de paso, la pésima salud que hoy tienen las mujeres, causada por los abusos y violaciones que padecen a manos del feminismo, que las obliga a trabajar sin descanso para los patronos, que las prohíbe el erotismo y el sexo, que las fuerza a desexuarse y a degradarse en lo espiritual y emocional tanto como en lo físico y corporal. De hecho, las mujeres se están desmoronando en la depresión, polimedicadas, con un sistema inmunitario ya bastante dañado, lo que las hace más vulnerables al terrorismo médico de las vacunas. En efecto: EL FEMINISMO ESTÁ EXTERMINANDO A LAS MUJERES DE LAS CLASES POPULARES.
Lo cierto es que la era covid se está llevando por delante a los fantoches de la izquierda procapitalista y fascista, y también a los del conspiracionismo neonazi. Con ello quien gana es la revolución.
Pero esta izquierda y, sobre todo, el feminismo grancapitalista, son adictos a la violencia. Y lo son cada día más, a medida que sus argumentos se van desmoronando, al ser refutados por la realidad. Y eso hace que se hagan cada vez más agresivos, más policiacos, mas matones fascistas. Sólo hay que ver llegar a las jefas feministas, rodeadas de una falange compacta de guardias civiles, para entenderlo. Y eso demanda organizar la autodefensa contra ellos, hacer que no puedan imponerse por el miedo, por la fuerza, por el derramamiento de sangre. Así pues, estamos pasando del tiempo de las palabras al tiempo de la autodefensa. No olvidemos que las feminazis se han hecho balconazis, esto es, oteadoras frenéticas de quienes incumplen las normas sanitarias para increpar, amenazar, llamar a la policía y, a veces, efectuar la agresión física ellas mismas. El feminismo fascista, o sea, el feminismo SCUM, nació con una explícita vocación violenta y no nos queda más opción que responderle con la autodefensa. Pero, ¡cuidado!, los aparatos policiales, también la OTAN y por tanto el ejército español, están con ellas, con las feminazis, las protegen, adiestran y arman, así que la cosa tiene su complejidad. Seguiremos tratando de esto.
Se lo oí a un conocido, y lo reproduzco tal como lo dijo, “Si tú eres feminazi yo soy matanazis, ¡voy a por ti!”. Exacto.
Félix Rodrigo Mora