Contra la migración y no contra el migrante, ¡¡cenutrios!!

Nuestro rechazo al cosmopolitismo multicultural impuesto desde arriba.

Hoy en día hablar de migración significa hablar de personas que sufren el resultado de políticas económicas y sociales fruto de la acción de los Estados en su desatada y devastadora voluntad de poder. Consecuencias que les impulsan a salir de sus tierras natales para intentar una nueva vida. Aquí encontramos historias de inseguridad, incomprensión, inadaptación, dolor, maltrato, pobreza, esclavitud, tortura y muerte[1].

También hay historias menos forzosas de gentes que salen por amor, por tener más experiencia vital o por aprender algún conocimiento específico. Asimismo, abundan los casos de gente que lo hace por el medro personal, o por pura ansia de riqueza. Casos que llevan a abandonar barrios, pueblos y aldeas para generalmente engrosar las megalópolis. Muchas de estas personas dejan atrás condiciones dignas y vidas buenas pero que emigran porque desean ser como la burguesía urbana. Se ha de remarcar que huir de la catástrofe y buscar transformarse en un burgués son dos cosas bien distintas[2].

Vaya por delante nuestro apoyo y comprensión a las personas que luchan por sobrevivir, pero vaya aún más por delante nuestro apoyo a las personas que, huyendo de su tierra, se unen a los autóctonos en el combate contra el Estado y por la revolución. No obstante, nos quitamos el sombrero frente a aquellos que se quedan en su tierra a luchar.

En este vasto abanico de vidas, con miles de matices y diferencias, observamos un abundante sentimiento de auto-odio, un complejo de sentirse inferiores, un interiorizar en lo más profundo del corazón el discurso contra el “subdesarrollo”. Un discurso de lo moderno frente a lo arcaico, de lo urbano contra el rural, del “progreso” contra el “atraso”. Un veneno mental que arrasa allí donde cuaja.

Destacamos esto porque las personas que esto escribimos rechazamos especialmente el paternalismo con los migrantes por ser una actitud deshumanizadora, infantil, altanera, simplista y tóxica. Tratamos de igual a igual a cualquiera, venga de donde venga. No nos sentimos privilegiados, ni en deuda, ni superiores.

El discurso de los privilegiados donde se justifica la desigualdad en el trato y la discriminación positiva nos parece una patraña tramposa que es, por cierto, el mejor alimento para la xenofobia.

El “Estado de Bienestar”, estandarte del izquierdismo, no es más que un despotismo ilustrado que nos hace más esclavos del Estado que nunca. No es algo del que sentirse orgullosos ni agradecidos porque no ha sido ninguna conquista social. Ha sido la estrategia de dominación elegida por el poder para perseverarse y crecer. La idiosincrasia de los pueblos europeos ha requerido, y requiere, estos altos costes de legitimidad del Estado. Además, es uno de los motores principales del capitalismo imperial europeo[3].

Una persona que proceda de un país considerado “menos desarrollado” que en el que tú vives no tiene por qué ser más pobre que tú a priori. Los que esto escribimos así lo comprobamos día tras día. La desigualdad económica es un fenómeno que se está agudizando en el mundo entero, y dentro de cada país hay muchísimas realidades. Por otra parte, el concepto de desarrollo de un país se evalúa desde una perspectiva economicista capitalista. Si el desarrollo se midiera, por ejemplo, a partir del nivel de comunidad o de dolor psíquico, los países actualmente desarrollados en lo económico financiero quedarían entre los últimos o entre los primeros, respectivamente. Por otra parte, y no menos importante, es que la realidad económica mundial está cambiando rápidamente. Países que antes se les consideraban pobres actualmente son grandes potencias económicas en auge. Muchos territorios antaño imperializados son hoy imperios boyantes.

No negamos que hay muchas realidades y que no somos iguales, pero si somos equivalentes, es decir, personas distintas con el mismo valor humano. No tenemos complejo por ser occidentales porque diferenciamos lo que es el pueblo de lo que es el Estado, cosa que la izquierda no hace en absoluto. Tomamos como elección vital permanecer y combatir en el lugar y cultura de origen, en vez de la huida; y, por supuesto, rechazamos la aspiración a ser un infame burgués.

Realizadas las aclaraciones pertinentes, ha sido una sorpresa para nosotros encontrarnos con el artículo de José María Esparza Zabalegui “Migración. ¡No gracias!”[4] en el que se atreve a expresar que “la migración masiva es una lacra que hipoteca a los pueblos que vacía; que lastra y desarticula a los pueblos que la reciben… que roba mano de obra barata… Basta de pintar de ética, caridad o solidaridad las decisiones bárbaras del Gran Hermano”. Apoyamos estas palabras y le enviamos nuestra simpatía a José María Esparza en estos momentos en que se le abalanzan los fanáticos, llamándole racista por atreverse a decir lo que ha dicho.

Esparza es una persona muy conocida en toda Euskal Herria, y fuera de ella, por entre otras cosas haber fundado y dirigido la editorial Txalaparta, editorial independiente que se financia con la suscripción militante de un grupo meritorio de personas. Libros suyos como “¡Abajo las quintas! La oposición histórica de los navarros al ejército español” o “Cien razones por las que dejé de ser español” son una maravilla que toda persona debería leer para recuperar la memoria de nuestros pueblos. Una memoria que nos hace ser más conscientes de las vidas de nuestros antepasados, cuyas aspiraciones, nos sería muy difícil desentrañar únicamente con la propaganda estatal de la historiografía oficial. Son Historias de personas comunes que buscaban mantener su autonomía y dignidad en su territorio.

Todo este legado lo valoramos, a pesar de que tenemos una distancia fraternal pero considerable con las ideas izquierdistas, socialdemócratas y estatalistas que sostiene Esparza. Estamos por una revolución popular que haga desaparecer el Estado y el Capital, como propone el movimiento actual de la Revolución Integral[5]. Esto no quita para que aprendamos de las grandes aportaciones que ha realizado y realiza José María Esparza Zabalegui.

Hablando con las personas inmigrantes que nos visitaron supimos que una parte eran pastores que vivían dignamente en sus lugares de origen pero que no querían ser pastores porque les parecía bajo e inferior, cosa de pobres. Cierto es que el pastoreo -no confundir con la ganadería- es igual de frugal, duro y esforzado en todo el planeta: fatiga, muchas horas, intemperie, poco dinero, sin vacaciones, ni fiestas, ni bajas por enfermedad y generalmente con los funcionarios acosando porque quieren intensificar, estabular, industrializar o hacer desaparecer la actividad…situación que nosotros soportamos con alegría y orgullo. Hablando con los inmigrantes ex-pastores que vinieron a visitarnos descubrimos, para más inri, que el pastoreo es mucho más tortuoso aquí, en lo que llaman España, porque hay unas leyes y una sobreburocratización que lo hace especialmente infernal. Este ejemplo habla por sí mismo.

Otro caso que habla por sí mismo es el de una amiga nuestra que se fue a Alemania a trabajar de dependienta de un McDonald, luego de señora de la limpieza y luego cuidando a niños de ricos. Todo por un salario similar al que cobraba por su trabajo aquí. ¿Por qué hacer esto en países ajenos y no en el propio? Después de hablar largo y tendido con ella podemos afirmar con seguridad que nuestra amiga es un claro caso de convencimiento interior de que las tierras y las sociedades ibéricas son inferiores, cazurras, atrasadas… comparadas con Alemania, Suecia… dechados de virtudes.

[1] Sin duda, muchos huyen de los procesos de concentración que van eliminando la pequeña propiedad privada y del expolio privatizador y estatalizador de los bienes comunales y de los bienes de uso común. Otros huyen de guerras o catástrofes con la necesidad de sobrevivir.

[2] Quienes escribimos somos cabreros de profesión y hace poco recibimos en nuestra explotación un autobús de la Fundación Cepaim lleno de personas inmigrantes que venían a ver oportunidades laborales en la ruralidad. Esta fundación se dedica a dar asesoramiento y una renta a los inmigrantes en la “búsqueda de una sociedad intercultural”. Está financiada en un 94,37% por el Estado -el resto por la Banca- con más de 41 millones de euros anuales de presupuesto, lo que no le impide autocalificarse de “independiente” y “organización no gubernamental”.

[3]    El Estado de Bienestar es la estrategia llevada a cabo por la dominación para evitar que nos auto-organicemos y abolamos el poder de las élites. El asistencialismo del Estado es fundado por el militar Bismark, continuado por Hitler y Mussolini y fundado aquí en “España” por la Falange. Nosotros estamos por la auto-gestión de la seguridad social a todos los niveles. Los textos, audios, vídeos y libros de la Revolución Integral profundizan con gran enjundia en este importante asunto.

[4]Publicado por rotativos del Grupo Notícias-Deia el 22 de octubre de 2022: https://www.noticiasdenavarra.com/opinion/tribunas/2022/10/22/migracion-gracias-6145480.html

[5]www.revolucionintegral.org

María Bueno González y Enrique Bardají Cruz

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