Cuando los amigos de la CNT de Madrid me invitaron a desarrollar la charla «El parlamentarismo como sistema de dominación» [1] recibí la propuesta con extraordinario agrado pues sería, además de una vituperación argumentada del parlamentarismo, una modesta contribución a contrarrestar la estatofilia que se desborda en nuestra sociedad, también en buena parte de los ambientes radicales. En efecto, vivimos en una formación social hiper-estatizada, como no ha existido jamás otra en la historia, lo que hace de ella la sociedad no-libre por excelencia, en la cual unas minorías numéricamente ínfimas ejercen una dictadura política omnímoda sobre la gran mayoría. Los sujetos de ésta, al padecer un sistema de dominación múltiple, están perdiendo incluso su condición humana a causa de la abyecta vida hiper-sometida que son forzados a llevar, lo que resulta ser la calamidad determinante del actual momento histórico.