Reflexiones a propósito de las elecciones 2019

«El hombre es un lobo para el hombre-oveja,
el verdadero líder huye del liderazgo:
el liderazgo no es más que una reja para el hombre que pretende ser libre.
Es normal que rabie,
el hombre que pretende ser libre no aspira a que le siga nadie»

Según he entendido, las personas van a votar con la esperanza de que los cambios en el gobierno incidan en sus vidas de alguna forma favorable. Veamos primero cuáles son nuestros intereses vitales y analicemos, después, de qué forma el aparato estatal interviene en estos intereses individuales y colectivos.

Mis intereses son poder desarrollar mi vida con cierta creatividad y libertad, junto a otros individuos con quienes quiera compartir algo, creando mis propias condiciones de vida, disponiendo de alimento y techo, gozando de salud, sin sufrir demasiado… Apostaría a que la mayoría de personas tienen intereses aproximadamente parecidos a estos.

Por hacer una diferenciación, diría que hay factores decisivos que intervienen en nuestras vidas que no dependen de lo humano, sino que se deben a acciones en la naturaleza; por otro lado, los demás factores decisivos son antrópicos, provienen de acciones humanas. Es importante que nos situemos porque cuando estamos hablando de democracia, gobierno y Estado, estamos hablando de algo muy humano, sin contemplar movimientos en la naturaleza, como acontecimientos climáticos o acciones llevadas a cabo por otras especies. Se me haría difícil hablar o escribir sobre cualquier cosa concreta sin tener en cuenta que cualquier cosa concreta no está limitada ni se puede clasificar de forma absoluta o aislar de todo lo demás que ocurre en el mundo y en la vida. Luego, tanto si vamos a votar en las elecciones como si no, es importante tener en cuenta qué queremos, y pensar el mundo desde un punto de vista integral, holístico.

Quizá sea eso de la compartimentación del conocimiento, estrategia por excelencia en los métodos oficiales de la enseñanza obligatoria, lo que pone a muchas personas en «modo socio-económico» en «modo psicológico» o en «modo eróticofestivo», etc…, pero nunca acaban de ver sus vidas y el mundo en conjunto. Lo personal es político y lo político es personal, apliquemos el cuento.

La artificialización del poder (y de todo lo demás)

Es muy común leer o escuchar un rechazo frontal hacia la idea de poder desde algunos ámbitos abstencionistas-antiautoritarios. A su vez, desde los mismos discursos, está hoy también de moda el concepto de «empoderamiento». Mientras que el poder es visto como un ejercicio de la voluntad en el que reina la falta de empatía, el despotismo y la competencia con el otro; el empoderamiento surge como recuperación del principio esencial del ejercicio de la voluntad, un ejercicio que no se fija tanto en la confrontación con el otro, sino en la cohesión del propio grupo y en la confianza en uno/a mismo/a.*

*Esta revalorización de los conceptos de poder/empoderamiento también sucedió con el de violencia. Ante la incoherencia de rechazar la idea de violencia cuando es ejercida contra uno, pero no rechazarla cuando es ejercida hacia el enemigo, se revaloriza el concepto y se dice «esta violencia vale, esta no vale», lo cual me parece bien.

Sin embargo, empoderamiento y poder sólo son diferentes puntos de vista de una misma cosa que se han determinado por una necesidad moral de tener la conciencia tranquila. En realidad, el empoderamiento sólo es el proceso por el cual se llega a estar en una situación de poder.

¿Cuándo, entonces, el poder se torna oscuro, malévolo, corrupto? El poder se vuelve corrupto cuando se vuelve antinatural, es decir, cuando se artificializa.

El poder se da naturalmente cuando un mirlo extrae una lombriz de la tierra y se la come, o cuando un lobo amenaza a otro para proteger el territorio donde vive. El poder es la facultad que tiene cualquier cosa para seguir existiendo de la manera que más desea en el encuentro con la otredad. Por lo tanto, donde hay poder, hay separación, hay una diferenciación entre «yo» y «el otro», entre «lo propio» y «lo ajeno», entre «mirlo» y «lombriz», entre «el pueblo» y «las élites», etc… La separación es un estado de la naturaleza como lo es la unión, ambas formas se manifiestan intermitentemente y, sin ellas, no hay vida. Así, tanto si hablamos del «poder de las élites», como del «power to the people», como del «empoderamiento de las mujeres», como del «poder de la naturaleza» estamos hablando de choques de distintas voluntades, de enfrentamiento, de separación, de límites. Y estos estados de separación y de choque forman parte de la vida. Así, soy partidaria de usar el concepto de poder como algo deseable o positivo, no debemos temerle al poder en sí mismo, rechazarlo sería ir en contra de la naturaleza y, por lo tanto, una utopía. Lo que me preocupa es la artificialización de este poder.

La artificialización del poder consiste en mantenerlo forzadamente en el tiempo y en el espacio, en pretender hacerlo expansivo ad infinitum. El poder artificial se basa en el pánico al poder del otro, a la amenaza del otro; se basa, por lo tanto, en el exceso de miedo al daño que nos pueda causar el otro, el poder artificial es una fobia infundada a la muerte (muerte literal o metafórica). El poder artificial es patológico, como todo lo artificial. A diferencia del poder natural, el poder artificial está cristalizado; no es una expresión finita, inmediata, útil en un momento dado, sino la cronificación de un acto reflejo, un disco rayado, alguien cagando eternamente, o una gran cagada infinita.

El problema del poder artificial no es la separación (característica connatural al poder en sí), sino el hecho de que esta separación nunca llega a consumarse. El poder enferma cuando le asusta su propia condición de separación y busca ser unión, y se queda ahí, mandando, y oprimiendo la voluntad del otro, esto es, siendo autoritario.

La artificialización, esa forma que suele tener el ser humano de hacer las cosas desde un tiempo para acá, me parece un síntoma común en cualquier cosa que nos pueda resultar problemática.**

**Así también sucede con la propiedad, cuyo mal no es el mero uso de algo material con cierta exclusividad, sino la formalización de esa exclusividad, el papel sellado y firmado que normativiza esa propiedad natural, es decir, una vez más, el afán enfermizo por mantener algo en el tiempo, la cristalización del uso, la petrificación de las actividades, volver estático lo dinámico, el asesinato del fluir.

He mencionado, como característica por excelencia de la artificialización, el apego a que las cosas permanezcan en el tiempo y en el espacio, esto es, el miedo al cambio natural y espontáneo, y la creación de un sistema de control y organización del cambio (ciencia y tecnología). Otra característica de la artificialización es la comunicación y funcionamiento de la(s) sociedad(es) a gran escala, lo que nos puede ayudar a entender conceptos como el de delegación y el de amiguismo, también muy criticados tanto desde la propia ideología demócrata como desde algunos discursos ácratas.

Cuando vivimos en relación directa con nuestro alrededor y nos sentimos parte de lo que nos rodea, es decir, en una escala reducida de comunicación, de manera que lo que nos rodea no merma nuestra individualidad, sino que la potencia, entonces, delegar ciertas cosas en los demás no es otra cosa que la confianza y el apoyo mutuo, igual que otros delegarán cosas en nosotros mismos y las haremos con gusto. Cierto grado de especialización es deseable, ya que cada uno, en su particularidad, hace lo que mejor se le da. Estos factores convivenciales que parecen de Perogrullo y se tornan muy obvios cuando los vemos a pequeña escala, se vuelven irremediablemente corruptos cuando inserimos nuestras vidas en un sistema global a gran escala. La comunicación entre humanos a gran escala sólo es posible con la artificialización de nuestras vidas y de nuestro entorno, es ahí donde los conflictos devienen grandes problemas irresolubles, imposibles de solucionar por su propia condición intrínseca de la globalización. La tecnología, que es la herramienta por excelencia de la artificialización, siempre acarreará conflictos interminables en nosotros, porque nuestra condición animal biológica está hecha para la vida en grupos reducidos.***

***Vivir en una escala reducida de comunicación no significa dejar de ser conscientes de lo que está alejado de nosotros. Al revés, una consciencia del aquí y ahora revierte en una mayor comprensión del todo. Lo mismo pasa con la historia: no es a través de la comprensión de los procesos históricos como llegamos a entender el presente ­uno de los axiomas del progresismo-, sino que sólo con una comprensión del presente podemos llegar a entender la historia (hecho este que escasea en las aulas universitarias).  …De igual forma no podemos amar a los demás sin amarnos a nosotros mismos: lo concreto y lo accesible es nuestra puerta de acceso al conocimiento.

Cualquier sistema de gobierno global está condenado al conflicto permanente, o a la muerte del ser humano como tal.

Con el amiguismo y el enchufismo pasa lo mismo que con el delegacionismo. Veamos, ¿a caso es raro o malo que prefiera que mi abuelo me haga un masaje en los pies a que me lo haga Rajoy? ¿A caso no es connatural en mi forma de ser preferir confiar en ciertas personas, quererlas, ofrecerles lo mejor y delegar en ellas algunas tareas, en lugar de hacer eso con otras personas a las que considero ajenas a mi? Algo tan bonito y natural como tener amigos y hacer cosas con ellos sólo se puede convertir en un acto despreciable cuando se trata de los amigos de los demás uniéndose en mi contra. Tenemos que admitir esto. Si nos parece mal que la mujer de Fulanito obtenga tal cargo político porque Fulanito la ha enchufado, ¿no será a caso porque desconfiamos de Fulanito, porque lo vemos como alguien ajeno a nosotros? Entonces, ¿para qué votas a Fulanito? Si realmente consideraras a Fulanito como alguien de tu grupo social, no te importaría, a priori, que él mismo eligiera libremente relacionarse con quien quisiera para llevar a cabo sus actividades, incluso si esas actividades afectan colectivamente. Así pues, el problema del enchufismo no es la unión con el otro para hacer algo, sino la separación y la desconfianza hacia las personas que se unen, antes de que se unieran, por pensar que pueden estar en contra de mí.

«Donde no hay amor,
la ley encuentra su morada»

A partir de cierta cantidad de personas, la comunicación directa es imposible y, por ende, la confianza y la coherencia del grupo tiende a dividirse. Sólo una división real, asumida por todos, puede aliviar la tensión provocada por la artificialización. La unión forzada de humanos mantenida por el poder artificial convierte lo natural de las relaciones humanas (relaciones de afecto, reparto de actividades, etc.) en elementos de corrupción (enchufismo, delegacionismo, etc.). Una división real no significa otra cosa que cada uno siga su camino.

Hasta aquí he tratado de reflexionar sobre algunas cuestiones profundas que afectan al sistema de organización demócrata, entendiendo la democracia como un funcionamiento propio de sociedades con comunicación indirecta a gran escala, y que implica un poder artificial. La «democracia directa», que a mi modo de entender, pretende subsanar los inconvenientes del poder artificial y de la comunicación indirecta (representatividad), no podrá jamás superar dichos obstáculos mientras siga llamándose democracia. Se podrá llamar, quizás, poder consuetudinario, organización comunal, organización informal, familia, o crew, por dar algunas ideas.

No obstante, además de estas cuestiones profundas, también hay circunstancias menos profundas, más materiales, de las que hablar en torno a la democracia.

«Por lo expuesto concluimos que la democracia
no es el gobierno del pueblo, sino el baile de máscaras
tras el que se esconde la dictadura del capital»

La democracia es un espectáculo

Hoy por hoy, la democracia es un espectáculo cuyo único fin es ocultar verdaderas acciones a gran escala llevadas a cabo por personas y grupos con mucho poder, es decir, capaces de movilizar a su antojo grandes masas de individuos y de recursos. Me refiero a organizaciones desde la Comisión Europea hasta el Vaticano pasando por la Planned Parenthood y cualquier otra mafia financiada por la familia Rothschild o por quien sea. Ni el periodismo de investigación más apasionado podría desentrañar y sacar a la luz los oscuros tejemanejes de las élites en el mundo globalizado actual. Las actividades de esta gente afectan directa e indirectamente a la práctica totalidad de personas en el mundo, en todos los ámbitos de la vida, y no sólo al mundo humano sino también al resto de la naturaleza. Tráfico de personas, de niños, provocación de grandes migraciones, destrucción de bosques, contaminación de aguas y de tierras, enfermedades, torturas de todo tipo, guerras, manipulación genética de organismos con la consecuente destrucción de ecosistemas, manipulación deliberada del clima… cualquier cosa que pudiera hacer un niño malcriado y cabreado jugando con muñecos, pero a gran escala y en el mundo real.

Cada uno de nosotros concede esta capacidad de poder artificial a estas personas. ¿Lo hacemos mediante la democracia, a través de las elecciones? No. Lo hacemos con nuestras acciones diarias, participando en los planes que ellos han diseñado para nosotros, formando parte del sistema, regalando nuestras vidas, ya no a un colectivo cualquiera, sino al gran colectivo de la organización mundial. Lo hacemos cuando trabajamos, cuando compramos o alquilamos cualquier cosa –desde comida hasta una casa–, y cuando usamos las herramientas tecnológicas complejas de comunicación global. Ese es nuestro verdadero voto. Por lo tanto, la democracia es una cortina de humo entre yo y la organización mundial de la sociedad. Una cortina de humo hacia la que todos miran y en torno a la que todos debaten aumentando audiencia y visualizaciones. ¿De verdad tenemos que seguir hablando de las putas elecciones? Sería preferible que sopláramos para apartar el humo… y que vuelen todas las papeletas.

La democracia no es sólo el teatro en el que erróneamente situamos los acontecimientos sociales. No es «un mal menor» y mucho menos una oportunidad para intervenir en la organización mundial de la sociedad. También es una herramienta multifuncional de control social.

Hace poco escuché una observación muy interesante a cerca de las elecciones: pueden servir como encuesta; el voto es un test para comprobar cómo ha afectado la propaganda y cuáles son los pensamientos aproximados de los votantes respecto al mundo y la sociedad. Cualquiera de nosotros saca conclusiones sobre la ideología de la gente en base a los resultados de las elecciones, más aún lo harán personas que se dediquen a ello profesionalmente (que estén dispuestas a vender sus observaciones) y, por lo tanto, estas conclusiones pueden servir como herramienta para la ingeniería social.

Se nos bombardea tediosamente con propaganda a favor de la democracia. Por ejemplo, se nos dice que el voto para la mujer es un gran avance positivo. Con este axioma, se busca que centremos nuestra atención en el asunto del feminismo, olvidando que el sufragio en general no es ningún avance positivo, sino un recorte en nuestras libertades individuales y colectivas directas sobre nuestro entorno. Ya lo dijo Prado Esteban, que el sufragio universal fue la segunda catástrofe, siendo la primera el sufragio universal masculino.

También está generalizada la idea de que no votar tiene como consecuencia lógica que no deberías poder «quejarte» o querer intervenir en la vida política, vaya falacia… Es precisamente cuando votas, respaldando el sistema demócrata, cuando, para no caer en contradicción, no deberías poder cuestionar después las dinámicas que se generan de ello, tanto a nivel concreto del partido que has votado como, sobre todo, a nivel general de toda esta forma de organización.

Nunca antes un gobierno había tenido tal facilidad para inmiscuirse en nuestras vidas. Aunque la expresión del poder artificial ha podido ser más ruda y más violenta en otros momentos de la historia y en otros lugares, actualmente no es sólo la violencia, el autoritarismo y la coacción lo que nos sobreviene, sino el hecho de que ya no quedan rincones del mundo a los que escapar de este poder. Resulta complicado vivir sin disponer de un «carnet de identidad», símbolo de nuestra condición de esclavos, y todavía resulta más difícil vivir sin actuar como tal.

Así pues, cualquier tipo de «lucha parlamentaria» no es más que un baile de máscaras con nuestros verdugos. Votar, lo que es votar, no tiene mucha importancia, calculo que tiene más o menos la misma repercusión social que ir al cine multisalas y pagar 10 euros por ver el último estreno de Hollywood, quizá lo segundo tenga más repercusión que lo primero…

Conclusiones

Mientras sigamos otorgando credibilidad y dando fuerza material y psicológica a este funcionamiento basado en la ajenidad, en la unión forzada entre individuos y grupos que, naturalmente, se separarían, y mientras lo hagamos no sólo acudiendo a las urnas sino con nuestros actos cotidianos, entonces, seguiremos sintiéndonos víctimas de la autoridad de otros, o en lucha permanente contra lo ajeno.

Potenciar nuestro mundo concreto tal y como lo queremos y fortalecer nuestra individualidad y nuestro aquí y ahora es el único principio favorable a la libertad. Mientras la mayoría piensan en ello, otros ya lo han llevado a cabo en la medida de sus posibilidades, a lo largo de la historia y en todos los rincones del mundo. Tú decides.

«Sé que mi vida está en venta pero intentaré robarla»

Jamelia Davidson
21 de abril 2019

Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. Marlowe

    Clarificador!. Gracias…

  2. JOSE LUIS

    Mis 2 webs (sin publicidad) pueden interesarle a usted: yofrenoelcambioclimatico.blogspot.com (MENOS es MEJOR) y plantararboles.blogspot.com, un manual para reforestar, casi sobre la marcha, sembrando semillas de árboles autóctonos en zonas deforestadas, baldías, más o menos cercanas al lugar de su recolección. Salud, José Luis Sáez

  3. nineu

    Grande Felix siempre! Abrazo enorme! 🙂

Comentarios cerrados.