Narración biográfica

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  • Publicación de la entrada:11/05/2010

Félix Rodrigo Mora está comprometido desde los 18 años en esfuerzos, metas y combates sociales, políticos, medioambientales, morales, epistemológicos, reflexivos y culturales. Ello le ha forzado a llevar una existencia dura y difícil, en ocasiones peligrosa y casi siempre en el borde de lo soportable. Carece de credenciales académicas y no desea tenerlas: la vida, en particular los fracasos y sufrimientos, ha sido su universidad. Es autor de diversos libros, «Naturaleza, ruralidad y civilización», «La democracia y el triunfo del Estado. Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora», «Crisis y utopía en el siglo XXI» y «Borracheras NO: pasado, presente y futuro del rechazo a la alcoholización», relación que se irá incrementado a no tardar.

Es, así mismo, coautor de las obras tituladas «Antología de textos de Los Amigos de Ludd», «Ez Araban inon!» y «El TAV y su modelo social». Ha publicado artículos y colaboraciones en diversas revistas y sitios de Internet, y algunas de aquéllas han recogido entrevistas sobre sus libros, acciones o formulaciones. Con regularidad da charlas, realiza diversas intervenciones públicas y se adhiere a prácticas de investigación y reflexión tanto como de resistencia y lucha.

Su sistema de convicciones se organiza sobre los 23 puntos que siguen. 1. Hay que depurar y actualizar el pensamiento transformador. Se han de superar, aunque recogiendo lo positivo, las ideologías del pasado. Lo medular es comprender y dar soluciones a los problemas del siglo XXI, lo que significa que en el terreno de las ideas está por hacer una gigantesca tarea de innovación y creación: tal es la tarea principal ahora.

2. No posee adscripción doctrinal y no desea tener ninguno, pues es la realidad, la práctica y la experiencia, no las teorías, lo que cuenta. Al respecto, practica el escepticismo metodológico, para zafarse de la verborrea de los profesores-funcionarios, contra quienes enarbola la exhortación de Sexto Empírico, «sé sensato y aprende a dudar». Opina que lo apropiado es constituir un régimen de autogestión del conocimiento y el saber.

3. Su meta es la transformación integral del orden constituido, la revolución, no los logros parciales, las reivindicaciones provechosas ni las «soluciones» dentro del sistema. Éste ha de ser transmutado como totalidad, y no meramente reformado o mejorado, lo que, además, es imposible. Eso le aparta de las perversas soluciones socialdemócratas de viejo y nuevo tipo, asentadas en la veneración irracional del ente estatal, tenido por expresión de «lo público», que hoy dominan en casi todas partes.

4. Repudia las utopías sociales, de naturaleza economicista, desarrollista, hedonista y consumista, que infantilizan, reblandecen y promueven el ideario del goce. Es receloso respecto a cualquier resultado o meta final, de manera que su ideario es el esfuerzo desinteresado sin fin por propósitos sublimes, considerando los logros disfrutables como cuestiones de segundo orden.

5. El desarrollo del factor consciente es la tarea número uno de nuestro tiempo. Sin producir argumentos verdaderos, imprescindibles para el crucial combate de ideas, ya no es posible avanzar, es más, hay un riesgo cierto de liquidación del pensamiento y las prácticas emancipadoras, por agotamiento total de contenidos. Bajo «la sociedad de la información y el conocimiento», que reduce a nada la libertad de conciencia, la tarea central es vencer al sistema de dominación en la pugna de las ideas, lo que equivale a crear las condiciones para su derrocamiento revolucionario. El activismo, el obrar sin contenidos ni reflexión ni estrategia, es ahora un aflictivo error, de carácter liquidacionista.

6. La concepción de la historia humana como un orden mecánico que opera según criterios deterministas y teleológicos es inexacta. Aunque existe la necesidad y la determinación éstas son finitas por lo que en el quehacer transformador cuenta sobre todo la libertad, si se comprende como creación de las pre-condiciones para la acción estratégico-histórica. Las dos más importantes son la comprensión exacta de la realidad (lo que resulta del esfuerzo perpetuo por la verdad) y la elevación conforme a plan de la calidad y valía del sujeto.

7. La realidad solo puede ser aprehendida de manera ateórica, esto es, desde el rechazo de todo axioma y de todo apriorismo, a partir exclusivamente de la experiencia reflexionada. Toda teoría es, al mismo tiempo, errónea, aleccionante y opresiva, de manera que el sujeto, si desea preservar su libertad interior, ha vaciar su mente de verborrea, teoréticas y doctrinas para aproximarse limpio, imparcial, sereno y abierto a lo real. Toda argumentación ha de ir precedida de una investigación y reflexión cuidadosas, de larga duración.

8. La verdad, por tanto, el esfuerzo y la lucha por la verdad posible (concreta y finita), es determinante, junto con la libertad. Tales son los fundamentos inmateriales de la condición humana, y los que pisotean con más furia el vigente régimen de tiranía. La verdad es meta anterior y superior a la política, por lo que debe ser consecuencia de ella, no causa, como exige el politicismo. La necesidad de verdad es central en el sistema de necesidades del ser humano, en tanto que humano.

9. Se ha de repudiar la infausta fe economicista, que considera a la persona como un estómago, y que arbitrariamente hace de los factores económicos el fundamento de lo humano. Lo concluyente son los elementos inmateriales, la libertad, la verdad, la convivencia, el bien moral, el esfuerzo desinteresado y la voluntad de trascendencia. El economicismo ha llevado de derrota en derrota a los movimientos supuestamente emancipadores del pasado inmediato, y ha creado seres que son, más que humanos, monstruos.

10. La meta es una sociedad de pobreza decorosa para todos, en la que la riqueza, el consumo y la abundancia de goces corporales no puedan dañar la pasión por la libertad, ni el esfuerzo por la virtud, ni la lucha por la verdad, ni el impulso a amar a los iguales ni la entrega al bien moral ni el ardor por la revolución. Además, la pobreza preserva el medio natural, y la búsqueda de metas inmateriales no contamina. Por tanto es la escasez, y no la riqueza, como preconizan los gastados credos obreristas, el fundamento de la vida buena y de la sociedad más deseable.

11. El culto por el Estado es hoy el todo del falso radicalismo y del izquierdismo residual. Su causa sociológica es la hiper-extensión del ente estatal en las sociedades de la modernidad última, que son, por eso mismo, las más despóticas de la historia. Aquéllos han renunciado a la lucha por la libertad, dado que sólo aspiran a lograr una felicidad estupidizante, pancista y barbárica a la sombra de un ente estatal descomunal. Eso hace de ellos las nuevas fuerzas reaccionarias, que las instituciones y el capitalismo utilizan para imponer sus intereses estratégicos al pueblo.

12. Rodrigo Mora cree en el sujeto, como persona y como ser social, más que en las estructuras e instituciones pues, en última instancia, todo depende de la calidad de la persona. La acción transformadora real la realizan los seres humanos reales, no las caricaturas teoréticas creadas por los verbosos de oficio. En definitiva es la viveza intelectual, la valentía y fortaleza, la entrega desinteresada, la capacidad para convivir, la modestia, la frugalidad, el autodominio, la solidez de la voluntad, el indiferentismo ante placeres y dolores, la generosidad, la capacidad para tomar decisiones y arriesgarse, la cortesía y la pasión por el bien lo que determinan el mañana de la humanidad, pues de esos valores emerge, al mismo tiempo, la comprensión de lo real y la decisión consecuente para su transformación. Con ello se recupera y reafirma la esencia concreta humana, hoy en trance de liquidación deseada por las elites gobernantes.

13. El sujeto se construye, es decir, se auto-construye: su edificación desde sí es imprescindible. Hoy todo le convierte en objeto, por lo que la lucha para devolver a aquél su capacidad de ser y de obrar, por tanto, de agente creador de la historia, es un componente esencial de la revolución por hacer, lo que otorga la razón a Epicteto cuando expone «prepara tus facultades para honrarte y ornarte con los hechos más penosos». Si el placer no es un bien se concluye que el Estado de bienestar, esto es, de pretendida felicidad y goces otorgados desde arriba, es una maldición que nos priva de la libertad y de la condición de seres humanos.

14. Necesitase un sujeto sin tutelas ni andaderas, auto-construido sin la envenenada «ayuda» institucional, pues sólo así puede desarrollar al máximo sus capacidades intelectivas, convivenciales, volitivas, estéticas y morales. Dicha «ayuda», al delegar en el Estado lo que es tarea del sujeto, por él mismo y unido asociativamente a sus iguales, crea una degeneración gigantesca de aquél, que equivale a su acabamiento espiritual. En efecto, el régimen de Estado de bienestar mata al espíritu.

15. El olvido de sí, la disposición para el esfuerzo y servicio desinteresados, es el punto de partida de toda acción tendente a revolucionarizar la actual social. Sin transgredir cada día el principio del interés particular no hay ser humano integral y no hay revolución. Es urgente recuperar la grandeza perdida por causa de la sordidez y mezquindad del culto al ego, el vicio burgués por excelencia.

16. El actual régimen constitucional, partitocrático y parlamentarista es una dictadura, la peor y más opresiva dictadura política de la historia. Ha de ser derrocado, y sustituido por un sistema de gobierno popular con un orden de asambleas omni- soberanas en red. Se debe condenar la vigente Constitución, así como todo el orden constitucional existente desde la liberticida, sangrienta, barbárica y ecocida Constitución de 1812. Dado que ambas imponen la propiedad privada capitalista, hay que ponerla fin. Sin aparato estatal y sin capitalismo significa con libertad, de conciencia, política y civil, pero no equivale a sociedad utópica, perfecta y de felicidad perpetua, pues los estadios de llegada no son lo decisivo.

17. La participación de las mujeres, haciéndose cargo de tareas de la mayor responsabilidad y dificultad, en la pugna por la verdad y en los combates por la libertad, es imprescindible para alcanzar resultados concluyentes. Por tanto, hay que contestar al régimen neo-patriarcal que el feminismo de Estado y el izquierdismo han urdido para aherrojar a las féminas. Hombres y mujeres deben estar unidos, amarse y respetarse en pie de igualdad, compartiendo las tareas de la transformación integral del orden constituido, sin sexismo de uno u otro tipo.

18. El estudio y conocimiento objetivo de la historia ha de ser patrimonio del todas y todos, pues la historia es, como dijo Cicerón, maestra de la vida. Hay que vivir nuestro tiempo con perspectiva temporal, considerando el ayer tanto como el mañana, sin quedar atrapados en un «ahora» que nos desarticula como sujetos y nos condena a ser carne de cañón de la política socialdemócrata, siempre estatófila y por ello mismo siempre pro-capitalista.

19. Félix aboga por la recuperación crítica y actualizada de lo positivo del pensamiento clásico de la cultura de Occidente. Eso le distancia del tercermundismo en boga, que desdeña lo occidental en bloque y adopta una posición acrítica, beata y servil, a menudo neo-racista, ante todo lo proveniente de otras culturas, sin distinguir en ellas lo positivo de lo mucho negativo, con lo que se hace fuerza activa de la nueva reacción mundial, pues considerando la descomposición, irremediable a medio plazo, que padece Occidente el futuro, incluso el próximo, del capitalismo está en China, India, Sudáfrica, los países islámicos con recursos petrolíferos, Brasil y otros.

20. Rechazada la sobrevaloración de lo político, esto es, el politicismo, se ha de concluir que el esfuerzo y servicio desinteresados nos construyen como seres humanos, la molicie, el egotismo y el placer como subhumanos. Quien corre tras el propio interés se hace un neo-siervo mientras que quien vive para lo grande e importante, con magnanimidad y olvido de sí, se edifica como ser humano. Lo sustantivo, según expuso Simone Weil, no son los derechos sino los deberes, el ser servido sino el servir, lo que se recibe sino lo que se da. Tal es el estado de animo óptimo para hacer frente a la gran crisis múltiple en desarrollo que sacude a la humanidad, la cual se irá agravando más y más en los próximos decenios, a la que hay que dar una salida revolucionaria.

21. La revolución es necesaria, pero no para desarrollar la economía y la tecnología, fomentar el consumo y realizar la felicidad general, sino para establecer una sociedad libre, en la que lo humano pueda desenvolverse, triunfe el afecto de unos a otros, la propaganda ceda ante la verdad, la naturaleza sea restaurada y se viva de manera civilizada. En ella el Estado ha de ser sustituido por un orden de autogobierno por asambleas, y el capitalismo por un sistema plural de colectivismo, sin salariado ni explotación, pero ello no será el fin sino el principio de nuevos esfuerzos y nuevas luchas por llevar la condición humana a metas aún más magníficas.

22. Los problemas políticos, tan importantes, no pueden hacer olvidar los de naturaleza existencial, que no admiten remedio práctico pero están siempre ahí. Son la finitud, la soledad ontológica, el paso del tiempo, la muerte y la nada eterna. Su olvido nos empequeñece y disminuye, de manera que necesitamos meditar sobre ellos con regularidad, para asumir hasta el fin nuestra condición, evitando el simplismo politicista y la idea mentecata de la felicidad como destino humano deseable y posible.

23. Las soluciones politicistas, incluso las que en sí mismas son correctas y verdaderas, al ser una forma más de reduccionismo, de negar la complejidad inherente a lo humano, no resultan resolutivas, en buena medida porque construyen sujetos de una calidad muy baja. Al olvidar los asuntos convivenciales, morales, axiológicos, reflexivos y existenciales no logran movilizar a la totalidad de la persona. Por ello, Rodrigo Mora enfatiza, a pesar de la incomprensión de cierto público cegado por la elementalidad del activismo y la politiquería, la significación de lo ético y moral, de las convicciones íntimas y los valores, en tanto que dimensión axial, imprescindible por sí y para realizar efectivamente la transformación integral del orden constituido.

Primavera de 2010