
Cuando los sistemas audiovisuales y las pantallas están triunfando ampliamente sobre el texto y el libro creo necesario salir en defensa de éstos. Del libro en la forma concreta de mis libros. Porque el conocimiento que transmite lo escrito es mejor, mayor y superior, en profundidad, en densidad y en perspectiva. Las pantallas son engañosas, y la juventud está siendo atraída hacia ellas, con exclusión del libro, por medio de una operación de mixtificación demagógica que se propone hacerla analfabeta utilizable, iletrada estructural, inculta de por vida.
Las pantallas pueden ser un complemento a la lectura meditada y con base experiencial, pero no sus sustitutas. El conocimiento necesario no cabe en píldoras mercadotécnicas, que son el formato que adopta la publicidad comercial y la matraca politiquera partitocrática, aunque no el saber verdadero.
Además, no es real que una imagen valga por mil palabras, porque cualquier imagen es, en sí, mera visualidad empírica, e inclusive pura nonada sensorial, mientras que mil palabras dan para expresar conocimientos y razonamientos profundos. Ver no es equivalente a saber, a comprender, pues el acto visual por sí no suele tener reflexión, pensamiento, comprensión. De lo visual-sensorial hay que pasar a lo elaborado-reflexionado, y para ello el libro es apropiado.
Las pantallas, con su actual combinación de consignas e imágenes, sin el fundamento sólido e irreemplazable de los libros, devienen una forma peligrosa de manipulación mental y embrutecimiento planeado. Por eso, a veces me acaloro y denuesto a “la cloaca internet” …
Así pues, leer es imprescindible, algo así como un imperativo categórico sin Kant detrás sermoneándonos.
Hace años dije que haría una lista de los cien libros clásicos de la cultura occidental, antiguos, modernos y contemporáneos, que es necesario leer para alcanzar un estadio formativo y cultural suficiente. Publiqué veinte, me quedan ochenta. Pero lo haré. Además, añadiré una relación de los diez libros míos que sugiero se estudien con aquéllos cien, no porque crea que son obras clásicas, sino porque, modestamente, los he escrito con esfuerzo, cariño y dedicación, así como con dolor, sacrificio y sufrimiento, de manera que me gustaría que se les prestase alguna atención.
Entre mis libros destacaré los que siguen.
Está “Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad”, una obra de filosofía bajo la apariencia de análisis sociológico. En él campea la filosofía dialéctica de Hegel, en oposición a la lógica formal de Aristóteles, con la cual me propongo comprender mejor el desorden, desintegración y derrumbe de las sociedades modernas. Además, contiene un potente paquete de filosofía moral, con Epicteto y Cicerón en el centro. También, “Naturaleza, ruralidad y civilización”, libro necesario, que se sigue leyendo casi veinte años después de su publicación, concentrado en la condición civilizada de las sociedades rurales europeas, surgidas de la revolución altomedieval, lo que induce al abandono de las ciudades para retornar al mundo rural. Aunque no, estratégicamente hablando, a este mundo rural, sino a otro transformado cualitativamente por la revolución integral.
Me referiré ahora a “Feminicidio, o autoconstrucción de la mujer”, del que soy coautor, de actualidad porque hemos llegado al final del periodo en el que el feminismo de Estado ha sido ideología señera en el reino de España. Por ello, estamos ya en la etapa postfeminista, lo que requiere establecer las pautas concretas actuales para efectuar lo que afirma la segunda parte de su título, reconstruir a la mujer (y también al varón) tras la ola de destructividad inherente al feminismo de Estado, la peor y más agresiva expresión de patriarcado/neopatriarcado y misoginia de la historia.
Como derivación de él tengo “Erótica creadora de vida. Propuestas ante la crisis demográfica”, un trabajo pionero pues cuando fue editado, en 2019, no había conciencia popular de que la crisis demográfica sea una agresiva expresión de humanicidio. Hoy comienza a haberla. El futuro de la especie humana está en peligro cierto, por las manipulaciones doctrinales y mediáticas, unidas a tremendas operaciones de ingeniería social, que han realizado y siguen realizando las élites del poder, para deconstruir la humanidad conforme a sus intereses tiránicos, dictatoriales. La parte destinada al erotismo y al sexo es decisiva en él, aunque requiere de una explicación mayor, lo que efectuaré no tardando.
En “La democracia y el triunfo del Estado. Esbozo de una revolución democrática, axiológica y civilizadora”, hago el balance de las teorías sobre la creación de sociedades “perfectas”, realizadas desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX, a partir de sus resultados prácticos, deleznables hasta lo temible. Bajo la lupa pongo al liberalismo, al republicanismo, al marxismo, al nacionalismo o teoría del Estado nación, al anarquismo, a los fascismos y a otros ismos, con afán indagador veraz, y extraigo conclusiones. Una, decisiva, es que las revoluciones del futuro han de ser no sólo políticas y económicas tino también axiológicas, esto es, morales y civilizadoras, a la vez transformaciones sociales e individuales. En este libro trabajé diecisiete años…
“Sé el mejor medico de ti mismo. Yatrogenia, coronavirus y pandemias”, es un texto sintético sobre la salud integral del ser humano. Rechaza la yatrogenia[1] de los sistemas médicos actuales, los oficiales, o alopáticos, y los “alternativos”, o terapéuticos, cuyo fundamento es la falta de confianza en las capacidades naturales innatas del organismo humano para autocurarse. Con la imposición de un agente curativo externo al individuo, se llega a la yatrogenia, esto es, a enfermar en el acto de sanar. Mi criterio, sustentado en Hipócrates y en la experiencia, es que el individuo ha sido provisto por la naturaleza de un impulso innato hacia la salud y la vida, el instinto de supervivencia, que aquél denomina “vis natura medicatrix”, o fuerzas naturales sanadoras, que son lo más decisivo. En oposición a ello, médicos y terapeutas enfatizan los factores externos, presentando al ser humano como un enfermo habitual que sólo puede llegar a estar sano si es “ayudado” desde fuera, si se atiene a las muchas recomendaciones y efectúa los crecidos gastos dinerarios que unos y otros le demandan. Además, la vida ha de tener sentido, ha de ser concebida como una misión y un deber en pos de metas transcendentes, para que merezca la pena ser vivida, por tanto, para que las fuerzas curativas de la persona operen al máximo. Todo ello da un vuelco a las formulaciones habituales de oficialistas y “alternativos”.
Sobre “Ética y revolución integral. Reflexiones para una sociedad convivencial”, del que soy coautor, tengo que destacar el prólogo de Heleno Saña, quizá el único autor contemporáneo que cultiva la filosofía moral fuera de la academia, desde la vida vivida. El capítulo escrito por mí se ocupa de la relación entre el yo y la ética, ofreciendo un programa para la liberación moral de la persona desde su esfuerzo personal, conforme al principio de la primacía de responsabilidad individual en su constitución como sujeto entregado al bien y a la virtud. Tal programa se apoya en lo propuesto y practicado por diversos autores clásicos y, en sí mismo, convierte la moral en un hacer más que en un saber. La práctica de la autoconstrucción ética del yo es una de las tareas más revolucionarias que es dado efectuar. Sin ella no hay revolución social, ni política ni económica posible.
“Investigación sobre la II república española, 1931-1936” resulta ser una obra exhaustiva hasta casi lo agobiante. Los logros están a la vista, pues ha contribuido de manera notoria a desmontar el mito reaccionario de la II república en tanto que régimen “popular” e incluso “revolucionario”. Tal fabulación es la forma más colorista y pinturera que adoptó entre nosotros la ideología liberal y constitucional, con todas sus maldades y fullerías. El libro muestra que es el ejército español el que planea el advenimiento de dicha república, y que su objetivo era hacer frente al inmenso y poderoso movimiento popular, rural pero también urbano, en pos de la recuperación del comunal, no sólo de los bienes comunales sino de la cosmovisión, sistema de valores y relaciones interpersonales propias de la sociedad comunal, contra el avance del capitalismo y el ascenso del ente estatal. Así pues, la II república fue la reacción pura y dura, lo que se manifiesta en el enorme número de crímenes y matanzas que realizó su aparato policial y militar contra quienes salían a la calle para recuperar el comunal. Cuando el régimen republicano quedó arrollado por el levantamiento popular, el ejército intervino, dirigido por el general Francisco Franco, comenzando la guerra civil.
“El Comunal” es un libro singular, también porque es la transcripción de mi curso básico sobre el comunal, efectuado por un equipo de mujeres. En él están recogidos los principios y fundamentos de las sociedades comunales de los pueblos de la península ibérica, con el fin de constituir una sociedad liberada del capitalismo. Tiene como complemento a “Derecho consuetudinario y democracia directa”, que en el título manifiesta de qué se ocupa, de dos asuntos decisivos, el derecho consuetudinario como expresión jurídica de la soberanía popular, y la democracia directa como sistema viable y funcional de autogobierno de las clases populares sin Estado. Son dos libros que han de estudiarse juntos…
En mucho valoro la que es mi obra más personal, “Tiempo, historia y sublimidad en el románico rural”, un libro amplio y complejo, que trata de este estilo artístico medieval, siglos XI al XIII. Ha sido usado, también, como guía de viaje, para ir visitando los templos en él citados. En él solo me ocupo del románico concejil, de aquel que es obra de los concejos abiertos locales, y no del románico dinástico, que está casi del todo ausente. Mi infancia en Castilla, en medio del románico rural, ha dado origen, andando los años, a tal libro, si bien estudia bastantes monumentos del románico cántabro, el vasco (la portada es de una iglesia vasca), el leonés, el aragonés y otros. Mi atención al románico erótico descoloca a quienes padecen una interpretación equivocada del primer cristianismo y del monacato cristiano revolucionario.
Aunque no es un libro por sí mismo sino el Prólogo (extenso) a una obra escrita, deseo citar mi trabajo “Lengua y pueblo. Pasado y presente”, que ocupa tal lugar en el libro de Javier Goitia “El ADN del euskera en 1500 partículas”. En él vierto diversas consideraciones sobre lingüística popular, extraídas del estudio de las lenguas prerromanas, especialmente el celtibérico, y actuales, sobre todo el gaélico (la lengua del pueblo irlandés, de la familia celta, emparentada con el celtibérico) y el euskera. Ello lo aplico a entender los orígenes de mi lengua familiar, el castellano, y también su futuro, cuando el Estado español la está repudiando solapadamente, en beneficio del inglés funcionarial que la Unión Europea impone como lengua del futuro/presente Estado nación europeo, un asunto estremecedor.
Recientemente he publicado “Manual para una revolución integral comunal”, dos tomos, y, como obra colectiva, “Bagaudas. Los revolucionarios que cambiaron la historia”. Dos libros complementarios, uno sobre el presente en todas sus manifestaciones más importantes y otro sobre el pasado positivo que ha creado lo poco que queda de bien en el presente y alumbrado, en tanto que referencia, un futuro posible como revolución.
Además, tengo varios cientos de artículos, de temática bastante variada, en esta web.
[1] Por tal se entiende la enfermedad creada por los médicos y terapeutas al actuar como tales, al supuestamente buscar la sanación del paciente. Una parte de esa yatrogenia adopta la forma de hipocondría, o preocupación exagerada y morbosa por la propia salud corporal, lo que en sí mismo es una expresión de enfermedad psicofísica.