En noviembre de este año, 2023, ha habido hasta cuatro llamamientos de altos mandos del ejército español para que éste intervenga en política, uno de ellos especulando con la necesidad de aniquilar a 26 millones de personas. El motivo ha sido, dicen, la amnistía otorgada a los jefes del “independentismo” catalán. Este asunto es una querella interna a las élites del poder, de manera que me desentiendo de tal cuestión, no estando ni a favor ni en contra de dicha amnistía. Pero no podemos pasar por alto esta nueva amenaza del criminal ejército español.
En la situación de progresivo decaimiento y degradación de las estructuras de poder y del sistema productivo vigentes, el ejército aprovecha la ocasión para hacernos saber que sigue ahí y que continúa siendo tan violento y homicida como siempre. Por lo que pueda pasar, se lanza a enseñar los dientes, a meter miedo. Con ello muestra que “el poder viene del fusil”, y que quien tiene el poder marcial, el poder de las armas, tiene lo esencial del poder.
Al disponer del monopolio de la violencia, las élites mandantes realizan y afirman su dictadura en todos los ámbitos, político, económico, jurídico, ideológico, fiscal y comunicativo. El ejército, junto con las diversas policías, que están subordinadas a él, y con la aportación de los cada vez más vandálicos servicios de seguridad de las grandes empresas capitalistas[1], forman el bloque de la violencia institucional estructural. Ésta ahora opera, sobre todo, por medio del temor que suscita, pero mañana, cuando estalle la crisis social general que ya está en fase de gestación, pasará a reprimir violentamente la rebelión e insurgencia popular. Que nadie albergue la menor duda de que actuará de ese modo cuando se den dichas circunstancias.
No hay, por tanto, libertad ni sociedad libre ni sistema democrático posible mientras exista ejército profesional, policía profesional, grupos paramilitares de “seguridad” capitalistas y bandas neonazis para apalizar y matar. En todo programa político decente y realista la exigencia de liquidar estas instituciones espantosas es imprescindible, de manera que quien pase por alto esta cuestión debe ser criticado y descalificado.
¿Qué las sustituirán? Pues el armamento general del pueblo, pilar imprescindible y decisivo de la soberanía popular, así como de toda sociedad de la libertad. Es esta una institución decisiva, al mismo nivel que la democracia directa, el derecho consuetudinario, la economía comunal, el ideario moral y la autoconstrucción de la persona, como expongo en mi libro “Derecho consuetudinario y democracia directa”.
El ejército es parte, básica y decisiva, de la decadente y putrefacta sociedad actual y entrará en descomposición con ella. Eso sentará las bases para derrotarle y liquidarle, a él y a los cuerpos armados profesionales, fundamento del actual régimen de dictadura y tiranía política, constitucional, capitalista y partitocrática. Todo esto, en el plano personal, requiere de la épica, la voluntad de lucha y el espíritu de sacrificio, así como de la confianza en la victoria final. Ello tiene que formar parte del programa axiológico de cualquier persona que desee realizar su virtud personal aquí y ahora.
Todas las sociedades entran cada cierto tiempo en sucesivas crisis revolucionarias de una u otra naturaleza, en las cuales es la intervención del aparato militar-policial la que salva al conjunto de los dominadores y explotadores. En tales circunstancias, el enfrentamiento entre el ejército y el pueblo-pueblos es inevitable. A dicha pugna iremos con la decisión y la voluntad de alzarnos con la victoria.
Así pues, quienes están fabricando propuestas y programa políticos que “olvidan” la fundamental cuestión del ejército, no merecen ninguna atención. De mí no la van a tener. Peores son aún los que, siguiendo la estela de la extrema derecha atrabiliaria y procapitalista, respaldan al ejército y a los cuerpos policiales. Estos son mis enemigos.
Míos y del programa, proyecto e ideario de la Revolución Integral.
[1] Hay que añadir una cuarta fuerza criminal más, la de los grupos fascistas, neofalangistas y neonazis, que los estrategas militares están ahora formando y financiando. Tales, se sumarán a las operaciones de contrainsurgencia que tendrán lugar en el futuro, como carne de cañón y bandas de verdugos, esto es, de pistoleros y pegapalizas, de sicarios y ejecutores. No se puede olvidar tampoco al Eurogrupo, o ejército de la Unión Europea, del que España forma parte, ni a la ominosa OTAN. En mi libro, de pronta aparición, “Manual de la Revolución Integral”, trato de todo ello. La proximidad de una nueva guerra mundial acelera y multiplica la militarización.