RESUMEN
DE
“Francos en el norte y visigodos en el sur. El combate épico del pueblo vascón por su lengua, sistema de valores y modelo de sociedad en la Alta Edad Media”
Dicho artículo efectúa un análisis que busca ser objetivo de hechos y acontecimientos históricos fundamentales que, al consultar las fuentes documentales, resultan obvios en su significación, pero que la historiografía institucional no logra ni desea percibir, quizá porque altera sustantivamente sus dudosas narraciones y, más aún, sus indignos silencios.
Lo más llamativo es que el pueblo vascón/vasco, en el periodo comprendido entre el alzamiento bagauda de mediados del siglo V y la batalla de Simancas en el siglo X, (donde es exterminado un ejercito musulmán de 100.000 hombres mandado por el califa Abderramán III), choca con los cuatro imperios más importante del Occidente europeo, venciendo a los cuatro. No son derrotas absolutas, sin duda, pero si lo bastante importantes como para, por un lado, garantizar la supervivencia de los vascos, en lo político, étnico, lingüístico, cultural, económico, territorial y demográfico, y por otro para precipitar a esos cuatro imperios en situaciones de crisis y descomposición que aceleraron su final.
Los bagaudas vascones son una fuerza entre otras que apresuró el final del imperio romano de Occidente, con un efecto limitado, pero ni mucho menos desdeñable. La pelea de los vascos durante dos siglos y medio contra el reino visigodo de Toledo resultó ser determinante en la descomposición de esta formación social, que a partir del año 650 manifiesta ya signos de agotamiento. Más obvio es esto último en el caso del imperio carolingio, ese abigarrado compendio de horrores y disfuncionalidades, al que su derrota en Orreaga le arroja, a medio plazo, a la liquidación, situación que el mismo Carlomagno padece en sus últimos años. Concluyente es la significación política y estratégica de la batalla de Simancas, año 939, que inicia el ciclo de declive y decadencia del imperialismo islámico en todo el mundo, situación mantenida hasta el presente.
Así pues, los vascos, sin moverse de su territorio ancestral, sin caer jamás en tentaciones imperialistas (siempre libraron guerras defensivas, nunca de conquista, asunto que requiere una explicación, al ser un hecho raro a nivel mundial, que se deduce de manera natural de todo lo expuesto en el mencionado artículo), hacen retroceder y derrotan a los cuatro imperios que han marcado más decisivamente la historia altomedieval de Europa Occidental. Que el pueblo vasco exista hoy, y que sea como es, se comprende a través de esas cuatro victorias.
Explicar el porqué de esto exige leer las fuentes históricas con voluntad de verdad.
Lo que más resalta en ellas, sobre todo para el caso de Hegoalde, sobre todo, es que la sociedad vasca altomedieval carecía de diferencias clasistas e instituciones estatales, un régimen de democracia directa asentada en la institución magnífica del batzarre que establecía una igualdad política sustantiva, con libertad, democracia y autogobierno, entre todos los vascos. Derivada del batzarre y sirviéndole de pilar decisivo, estaba la milicia popular vasca, según el procedimiento de cada casa un combatiente, expresión épica y heroica del principio democrático sobre el armamento general del pueblo. Igualdad política que se complementaba con la igualdad económica, gracias a la institución del komunal, que hacía de la comunidad popular, y no de terratenientes y plutócratas, la propietaria de los principales recursos productivos. A ello se sumaba la igualdad social, como se manifiesta en el auzolan, entendido de una manera amplia, esto es, como modo de hacer real el trabajo libre, con superación de la esclavitud antigua, la gran lacra que impedía el avance de las sociedades de la Antigüedad europea. A todo ello hay que añadir la matrilinealidad, la igualdad entre hombres y mujeres en tanto que sujetos sociales. La institución de la familia extensa, del etxea, completaba el entramado institucional, junto con la atxolorra, o crianza vecinal y comunal de los niños. Existía, asimismo, como causa y consecuencia de la libertad y la soberanía popular instituidas, una alta calidad de la persona media, y una adhesión a la lengua vasca, en tanto que idioma-cultura con un sistema de valores, un orden axiológico, propio y singular. Porque aquel orden social fue al mismo tiempo una Sociedad de la Libertad, una Sociedad Komunal y una Sociedad Moral.
Bajo el dominio del imperio y el Estado romano esas instituciones no existieron, pero en la documentación escrita, que ya es abundante a partir del siglo X, van apareciendo, en particular el batzarre y el komunal. Si se estudian los fueros municipales, que son transcripciones complejas de algunas formulaciones del derecho consuetudinario oral vasco, se encuentran en ellos. Y ahí está la clave de logros tan decisivos.
Una formación social tan bien constituida en su entramado institucional, en su base económica y en sus fundamentos demográficos, con individuos de alta calidad, no sólo pudo hacer retroceder a los cuatro imperios perversos citados, sino que con su corrección misma otorgó a cada individuo motivos muy sólidos, objetivos y subjetivos, por los que pelear. En consecuencia, probó que era invencible al ser indestructible.
Las instituciones tradicionales vascas, constituidas con el gran movimiento revolucionario bagauda, contienen, en su núcleo o meollo más decisivo, respuestas para los problemas fundamentales de nuestro tiempo. Si se las despoja de sus formas coyunturales, altomedievales, y se las adecua a las condiciones del siglo XXI, sirven para realizar la tarea de refundar la civilización, en la península Ibérica y en toda Europa. Eso fue lo que ya hicieron entonces, eso exactamente, en un complejo y tortuoso proceso de más de medio milenio de duración.
Félix Rodrigo Mora
esfyserv@gmail.com
Un pueblo que se rija a sí mismo y desprovisto de ejército denota que no tiene miedo. Y cuando no se tiene miedo se es poderoso. Creo en la no violencia, y en la actualidad, más aún, pues la humanidad ha alcanzado un nivel espiritual que le permite actuar así, de forma pacífica, activista y empoderada. Y este empoderamiento va a más. De ahí que yo piense que los poderosos nos temen, aunque no lo quieran reconocer, porque ven peligrar su estado de poder.
Es mi opinión
Un saludo
ENCUESTA EN LOS MEDIOS: "Si te digo que los vascones enfrentaron a Carlomagno en Orreaga ¿de qué lado te pones? ¿Del vasco o del franco?" Luego cuento el resultado.
En aquellos tiempos no había España. Hispania, provincia, ya no existía. Los visigodos eran cosa del pasado cercano, pero pasado. Los vascones se enfrentaban a francos por el norte y a sarracenos por el sur.
Pues así fue, señoras y señores. La llamada batalla de Orreaga o Roncesvalles de 778 DC en la que se mitificó a Rolando tocando su olifante mientras moría heroico con su espada Durandarte "a manos de los traicioneros sarracenos" es falsa; no fueron los sarracenos, sino los vascones los que aplastaron a los francos con grandes rocas cuando las huestes de Carlomagno regresaban de arrasar Pamplona con su tesoro robado; los asaetearon después y machacaron lo que quedaba en el cuerpo a cuerpo, aprovechando su conocimiento de la geografía. No fue un ejército organizado, sino diversas fuerzas casi tribales mandadas por varios jefes, cada uno con su papel. La batalla se produjo probablemente en Valcarlos, no en la brecha de Rolando en Navarra. Preciosa de ver desde el refugio de Góriz, por un difícil camino.
Pues los que derrotaron a Carlomagno en Orreaga fueron vascos, actuales españoles de Españeta con su peineta. Y crujieron a Carlomagno que se retiró, sin tesoro, a Aquisgrán a llorar por su hermoso sobrino muerto.
Como la historia la escriben los poderosos, nunca pierden una batalla a no ser que fuera imposible de ganar, heroica. Y los vascones no pudieron escribirla porque no sabían escribir. Eso sí, le dieron una paliza a Carlomagno que no se olvidó. Los cronistas sarracenos no mencionan la batalla, luego no estuvieron allí, no la ganaron. Y los cronistas francos fueron al principio hablando de traicioneros bandidos hasta pasar, 200 años después, a hablar de 400.000 sarracenos, que resultaba más heroico.
Los franchutes no quieren reconocer derrotas de sus próceres. Y menos del primer emperador franco, Carlomagno, nieto de Carlos Martel, hijo de Pipino el Breve.
No creáis a esos bastardos. No fue la retaguardia, pues murieron los doce pares de Francia. Fue una derrota morrocotuda. Carlomagno venía de fracasar en Zaragoza y de devastar Iruñea (Pamplona). Exhausto su ejército, caminando 50 km hasta Valcarlos, fue machacado por los vascones. Esa es la verdad. Y no veo por qué molesta a nadie que no sea un admirador de la leyenda de Roldán y de los amores corteses posteriores.
¿Por qué es bueno que existiera Carlomagno? Porque la batalla de Poitiers la ganó Carlos Martel, su abuelo.
Por cierto, Carlomagno nunca supo escribir, igual que los vascones, aunque hablaba latín, aparte de su natal tudesco.
La estadística era la esperable, pero resulta triste: Poca participación y división. A la mayoría le importa todo un pepino, como si el pasado no tuviera nada que ver con el presente. Acémilas de carga camino del exterminio por puta ignorancia. Y hay que ver la cantidad de hijos de puta que, con tal de meterse con los vascos (por envidia simple, claro está, jamás tendrían sus cojones y se ponen de parte del mismo Estado que los expolia) son capaces de ponerse del lado de los francos, cuya estirpe caloringia formó Francia y, sustituida por la Capeto, nos dio bien por saco siglos.
Ha ganado la facción profranca frente a la provascona.
Inaudito. Menudas acémilas son los españuelos.