Europa es destruida por sus clases mandantes en la I y la II Guerras Mundiales, todo para decidir por la fuerza quién dominaría, si Alemania o Inglaterra (con la cooperación de Francia). En 1945 Europa está arruinada, desacreditada, mientras dos superpotencias de nuevo cuño sojuzgan al mundo, EEUU y la Unión Soviética, la primera manda en su parte occidental y la segunda en la oriental.
El viejo colonialismo europeo se bate en retirada tras aquel año decisivo en todas partes, mientras también en todas partes conquistan y vencen las nuevas superpotencias. Alemania, que está en la línea del frente, es reconstruida por Estados Unidos para desafiar a su rival, la Rusia supuestamente “socialista”, en realidad imperialista y fascista. Pasan los años, se viene a tierra la mascarada sangrienta del “socialismo real”, derrotado por el imperio rival, EEUU. Los países (Estados) del occidente europeo se van agrupando para mantener hasta donde sea posible su supremacía y privilegios a escala planetaria. Ese es el origen de la Unión Europa.
Se incorpora España en 1986 y llega el Tratado de Lisboa. No es una asociación de Estados iguales sino que hay un socio hegemónico, Alemania. Los demás países tienen que plegarse al imperialismo germano que, vencido en 1945, se convierte luego en vencedor. La Unión Europea es el dispositivo con que la plutocracia y los poderhabientes alemanes están realizando la política de Hitler, pero por otros medios. Y en ello están teniendo un éxito colosal, para desgracia de los pueblos europeos.
España es despojada por Alemania de la mayor parte de su tejido industrial, para quedarse reducida a un país de camareros, con un paro estructural irresoluble del 20%, que se hace del 45% entre los menores de 35 años. Fue la izquierda en el gobierno, en los tiempos de Felipe González, subvencionada por la socialdemocracia alemana, la que arrasó la industria para que el poder de la gran patronal alemana, cuyo fundamento es su colosal régimen fabril, fuera máximo.
Por todo ello el descontento es fuerte dentro de la UE. Políticos oportunistas lo canalizan en Inglaterra y hasta ganan el referéndum. Que nadie se alarme, si Inglaterra se ha arrojado por la ventana de la UE es sólo para volver a penetrar por la puerta de atrás. ¿A dónde va a ir la otrora reina de los mares y hoy imperio harapiento? La aparatosa “salida” es, por un lado, una concesión emocional a las masas que ven peligrar su identidad cultural y su nivel de vida y, por otro, un modo de forzar al amo de Europa, Alemania, a efectuar más concesiones.
Alemania, y las oligarquías locales a su sombra, cubren de injurias a quienes cuestionen la UE: “eurófobos”, “xenófobos”, “racistas”, “islamófobos”, “extrema derecha”, etc., etc., etc. Aún así, en Inglaterra la desesperación popular, aunque manipulada por los politicastros de turno, ha ganado el referéndum. No hay duda que la Unión Europea es un proyecto imperialista y es, sobre todo, la estrategia de Hitler en las nuevas condiciones, o sea, la conquista de Europa por Alemania.
¿Es solución estar fuera de la UE, recuperar la propia moneda, etc.? Fuera o dentro, la estructura social básica no cambia, y con el euro o las viejas divisas el capitalismo está ahí. En Francia por ejemplo, el Frente Nacional agita contra la Unión Europea pero ¿lo hace para abandonarla de verdad o con el fin de lograr que la dominación de Alemania no sea tan asfixiante para la burguesía gala? Si dentro de la Unión hay problemas fuera la situación puede ser incluso peor para los Estados que la forman.
Los pueblos europeos existen. No sólo hay individuos (atomizados y aculturados) y Estados: también hay pueblos en Europa. O sea, comunidades humanas con unas señas de identidad que son propias y privativas, un idioma, una cultura, una historia, una idiosincrasia… Pero Alemania hoy, igual que Hitler, no desea que haya pueblos sino una papilla de seres ¿humanos? que han sido despojados de su cultura, sin saberes sobre su ser histórico, amenazados en sus lenguas, llenos de complejos de culpa, sometidos a la ducha fría del racismo antiblanco, devastados por el autoodio, de rodillas ante religiones foráneas cuyo esencia es la violencia y la sobre-multi-opresión…
Los pueblos europeos tienen que levantarse en defensa de sí mismos, contra los capitostes de la UE, contra Alemania y sus lacayos en cada país, contra quienes no cesan de injuriarles. El proyecto revolucionario integral europeo ha de ser una fórmula para preservar y además desarrollar las culturas europeas. Los pueblos de Europa, que ahora viven culturalmente de rodillas, tienen que ponerse en pie.
El episodio de los refugiados sirios parece haber sido la gota que está colmando el vaso. Cualquiera que ponga en duda el atroz mercadeo con seres humanos que se está efectuando en la UE es agredido con el mayor furor: “racista”, “extrema derecha”, “xenófobo”, “islamófobo” etc. Todo ello para velar lo obvio, que el asunto tiene como fin proporcionar mano de obra barata al gran capital europeo, en especial al alemán, y de paso asestar un golpe más al depósito cultural de los pueblos de Europa, promoviendo además la sustitución étnica en el viejo continente.
Los nuevos mercaderes de esclavos y los herederos de los nazis llevan adelante sus operaciones de traslado de grandes masas de población en nombre de la “ayuda humanitaria”, la “tolerancia”, el “antirracismo” y demás palabritas mercadotécnicas, todo para que el gran capital europeo, en primer lugar el alemán, prospere mientras que los pueblos europeos declinan. Es delicioso oír a los que siguen a Ángela Merkel calificar de “racistas” a quienes están contra la emigración, cuando esa jerifalta y los suyos son meramente Hitler trasladados al siglo XXI.
La emigración es hoy tan rechazable como en el pasado, cuando la gente era llevada de acá para allá con una cadena al cuello y vendida en los mercados de esclavos. Es meramente una modernización de esa vieja práctica. Su denuncia, y la denuncia de los hipócritas y santurrones que la defienden manipulado los buenos sentimientos de las personas, es una de las grandes tareas de nuestro tiempo.
Europa tiene futuro a través de sus pueblos, no a través de sus Estados, ni a través de nuevas operaciones al estilo de la UE para relanzar el imperialismo europeo en beneficio sobre todo de Alemania. Ni agresora ni agredida, ni hegemónica ni humillada, y libre de sus clases mandates: así debe ser Europa. Eso es, y exige, una revolución.
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