Se trata de la iglesia de San Martín de Valdilecha y la iglesia de la Asunción de Pezuela de las Torres.
INTRODUCCION
Al situarse ante una manifestación de la creatividad artística hay que preocuparse tanto de sentir como de comprender. El arte es aprehende por medio de la sensibilidad, facultad que, como cualquier otra, es dado afinar y cultivar, pero que también puede embotarse e incluso extinguirse, en el individuo y en la sociedad. La capacidad de sentir la belleza y la pasión de una realización humana es una experiencia inefable; no requiere conocimientos especiales pues es independiente del intelecto y constituye el rasgo peculiar del posicionamiento del individuo y del grupo ante lo que denominamos arte. A menudo, en los textos y exposiciones académicas, el fárrago de la erudición y de las explicaciones cultas dificultan o incluso ahogan la capacidad de percibir interiormente la magnificencia y la grandeza de lo contemplado; en estos casos el intelectualismo (o peor aún, la acumulación de datos a menudo secundarios e insignificativos) mata la sensibilidad. Para evitar esto, hay que tener la voluntad de situarse ante el objeto artístico (en este caso, ante los susodichos edificios monumentales) en un estado anímico propicio -abierto e incluso anhelante- para que su belleza y significado civilizador nos penetre, creando en nosotros un nivel superior de conciencia, la cual nos mejora y dignifica.