Félix Rodrigo Mora, autor de Investigación sobre la Segunda República Española (1931-1936), publicada en Potlach Ediciones (Madrid, 2016), cuenta siempre con opiniones controvertidas y elude el lugar común. Comienza por decirnos que “La II República es un mito de la reacción izquierdista, de las fuerzas políticas y académicas burguesas que atan la conciencia popular a las soluciones dentro del sistema de dominación actual. Es la forma más agresiva de anti-revolución.«
FGR: ¿Qué te llevó a escribir este libro? Cuéntanos, a grandes rasgos, en qué consiste su específica aportación.
FRM: Tenía, desde hacía años, un enorme descontento con lo que los historiadores, políticos y activistas progresistas venían defendiendo sobre la historia de la II República, aunque los de la derecha no son mejores. Cada 14 de abril me indignaba con sus formulaciones, una suma grosera de mentiras. Desde hace muchos años he ido acumulando lecturas parciales y reflexiones que me han ido llevando a conclusiones antagónicas con las suyas. Esas lecturas las fui convirtiendo en resúmenes escritos que guardaba, los que aparecen como citas a pie de página en la obra (no todos, sólo una parte) y eso durante más de treinta años. En particular, me resultaban irritantes los embustes sobre la política agraria republicana, presentada como acorde con los intereses del campesinado cuando fue la más perentoria, por maquiavélica, afirmación del poder de la gran burguesía terrateniente en el agro. Sobre todo, la ocultación o manipulación de la matanza de Yeste (Albacete), realizada por la Guardia Civil siguiendo órdenes del gobierno del Frente Popular, el 29 de mayo de 1936, me puso radicalmente en contra de la República y de la izquierda frentepopulista. Allí fueron asesinadas a tiros 17 vecinos, por exigir la devolución al pueblo de las tierras comunales expropiadas unos años antes. Hice incluso un viaje a Yeste (esa zona es maravillosa, recuerda a Suiza…) e investigué más y más hasta averiguar que la carnicería que la izquierda gubernamental había realizado en esa población albaceteña era sólo una entre otras muchas, acaecidas en fechas similares, la sangrienta primavera de 1936… A partir de ahí en cuanto tuve algo de tiempo libre me puse con el libro. Su redacción me ha llevado dos años. Su investigación más de treinta.
FGR: La II República se ha convertido en un “intangible”, en el sentido que maneja Brian W. Aldiss, tanto para la Izquierda española, como para la Derecha. Ha sido objeto de una mitificación contumaz, de una novelización. Pienso en algo tan desmedido, inadecuado, zafio y contrario a la libertad de pensamiento como es la Ley de la Memoria Histórica (2007)…
FRM: La II República es un mito de la reacción izquierdista, de las fuerzas políticas y académicas burguesas que atan la conciencia popular a las soluciones dentro del sistema de dominación actual. Es la forma más agresiva de antirrevolución. Cada cual puede tener las ideas políticas que quiera pero lo que no resulta admisible es la mentira. Menos aún imponerla por la coacción y la intimidación. Los defensores de la naturaleza maravillosa y redentora de la II República han recibido mi libro con una conspiración de silencio. Es comprensible, pues no pueden refutarlo, dado que los estudios de naturaleza fáctica ya existentes, que son muchos y que están creciendo exponencialmente, se lo impiden. Ese sector tiene perdida la partida y en muy pocos años dispondremos de numerosas monografías que harán posible una comprensión exacta y profunda de la república burguesa, terrateniente y estatolátrica del 14 de abril de 1931. Dada su naturaleza ultra-represiva y brutal, la he calificado de “república del máuser”, debido al fusil utilizado en esos años por la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, el máuser, con el que asesinaron a decenas de miles de personas, bandera republicana al viento. El calificativo ha tenido éxito. En definitiva, mi libro desarticula el mito reaccionario de la II Republica, a lo que han contribuido vídeos excelentes que en base a él se han hecho, por ejemplo, el de Alicia Ninou.
FGR: Lo que estaba en juego era, tras el desastre del 98, la reconversión de España en potencia…
FRM: Sí, la cuestión del 98, el fracaso de España como Imperio, estaba en el centro. Era lo que se denominó, sobre todo por Ortega, “el problema de España”. El asunto enloquecía -literalmente- a las élites políticas, los poderes económicos y las vanguardias intelectuales. Era una forma de patriotismo virulento, acomplejado y vengativo. Fue lo que impulsó la dictadura de Primo de Rivera, la II República y el franquismo, que eran tres modos de afrontar la tarea de volver a hacer de España una gran potencia. La generación del 98 se revolvió contra la España popular-rural, a la que tenían por causa de todos los males “de la patria”, En particular Ortega escribió textos durísimos, pero muy esclarecedores, sobre esta materia. Tenían razón: la gente rural no era patriota, no quería imperios y no deseaba guerras, pues no lo había querido nunca, desde el tiempo de los Reyes Católicos…
FGR: Fue la II República, como comentas en tu libro, un régimen esencialmente represivo y sanguinario con los trabajadores… ¿Podrías darnos cifras?
FRM: Si, si, fue extraordinariamente violento, sangriento, represivo. La Guardia Civil y la Guardia de Asalto (cuerpo policial brutal creado por la República, hoy convertido en la Policía Nacional) realizaron carnicerías regulares de trabajadores, siendo de enorme importancia, además, las detenciones y torturas. Mi libro ofrece datos parciales, incompletos, dado que se requiere un esfuerzo mucho mayor (todo un equipo de investigación) para mejorarlos, pues la censura republicana impedía que muchos de esos hechos fueran conocidos, hasta hoy. Los períodos peores fueron el verano de 1931, todo el año 1933, el otoño de 1934 (aunque en este caso circunscrito sobre todo a Asturias) y en particular la primavera y verano de 1936, a cargo del Frente Popular en el gobierno, En mayo de 1936 tuvo lugar la matanza de Yeste (Albacete), perpetrada por la Guardia Civil siguiendo las órdenes del gobierno frentepopulista: en ella se anuncia ya la guerra.
FGR: Acaba de publicarse un libro que ha desatado el indignado rechazo de parte del establishment izquierdista instalado en nuestra penosa Universidad: “1936: Fraude y Violencia” de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García; en él se aduce con pruebas que las elecciones del 36, que llevaron al poder al Frente Popular, fueron un auténtico pucherazo. Tu opinión sobre este asunto.
FRM: El libro citado no expone, en puridad, nada nuevo, pues ya se sabían las muchas irregularidades que habían tenido lugar en los comicios del 16 de febrero de 1936, supuestamente ganados por el Frente Popular. La mentalidad de los jefes de la izquierda es la de imponerse por la fuerza y el engaño, contra las clases populares (como en el terrible año de 1933, en que el gobierno republicano-socialista hizo correr sin tasa la sangre de los trabajadores) y contra sus adversarios políticos. Pero mi análisis de las causas del fraude electoral difiere. No es posible que un partido tan fuerte y bien organizado como la CEDA, el principal de la derecha española entonces, desconociera lo que estaba sucediendo, es decir, ignorase el pucherazo, y mucho menos careciera de fuerzas para evitarlo, por ejemplo, con las correspondientes denuncias y la movilización de sus bases, que eran numerosas. Mi criterio es que la CEDA dejó hacer por cálculo político, pues le interesaba que fuera la izquierda la que reprimiera en la calle el ascenso de la revolución popular, que ya para esa fecha se manifestaba. Al dejar gobernar al Frente Popular enfrentaba a la izquierda con las masas trabajadoras, haciendo que aquélla quedase en una situación muy difícil. Así fue, pues las matanzas de trabajadores comenzaron al día siguiente del “triunfo” frentepopulista, lo que privó a la izquierda de base de masas. Tal estrategia fue definitiva, sobre todo, para la victoria de Franco en la Guerra Civil. En ésta la gente común no apoyó a la República sino que se mantuvo equidistante de un bando y otro, y ahí está la clave política de la derrota de la izquierda en 1939. Si hubiera sido la derecha la encargada de reprimir la revolución en la primavera del 36 se habrían fusionado la izquierda y el pueblo, lo que habría puesto al aparato de poder en una situación más vulnerable. La política institucional es siempre maquiavelismo…
FGR: Veo que tu libro se interrumpe con el comienzo de la “guerra civil”, ¿por qué?
FRM: La Guerra Civil es demasiado compleja para introducir su análisis en este libro, necesita otro, hecho exclusivamente sobre ella. Me interesaba analizar el régimen republicano en su periodo pacífico (relativamente pacífico, pues no pasaba una semana sin que las fuerzas policiales republicanas hicieran una matanza de obreros o campesinos), a fin de comprobar qué había realmente efectuado aquél. Pero, con todo, sí entro en algunas cuestiones de los primeros meses de la guerra, que son continuístas con los acontecimientos de la primavera del 36, cuando se produce una situación revolucionaria en desarrollo, sobre todo en las áreas rurales, que pone en peligro la existencia misma de la gran propiedad agraria, industrial, minera, pesquera, etc., así como el poder y autoridad del Estado. El capitalismo encarga al Frente Popular la represión de esa situación revolucionaria espontánea, a los partidos republicanos, al socialista y al comunista. Cuando el gobierno frentepopulista resulta desbordado, desde abril-mayo, ha de intervenir el Ejército: ese es el origen sociológico, el decisivo, de la Guerra Civil, y no las explicaciones politiqueras que se suelen aducir…
FGR: Muy interesantes tus considerandos sobre el Ejército como factor básico de la fascistización, que no pudo tener lugar mediante partidos de masas como si ocurrió en otros países; también la cuestión de la pequeña “yihad” que, a base de dinero y apoyo del clero islámico, permitió a Franco reclutar a miles de soldados aguerridos en nuestro vecino del sur.
FRM: El Ejército fue el partido fascista de España, que actuó cuando se constató que se estaba creando una situación revolucionaria en desarrollo, en particular en la ruralidad, y que el Frente Popular en el gobierno estaba fracasando en su represión, es más, que estaba siendo arrollado. Como no era posible construir un fascismo de masas, a imitación de Italia y sobre todo Alemania, dado que Falange nunca logró un apoyo popular significativo, hubo que valerse del aparato militar para imponer el orden fascista, que en nuestro caso se denominó nacional-sindicalista. La causa fue la idiosincrasia de la gente aquí, que sentía verdadera repugnancia hacia el despotismo y el totalitarismo, fuera fascista o comunista, debido a la gran tradición peninsular de amor por la libertad, en la forma de derecho consuetudinario, fueros municipales, derechos de la persona, orden concejil, comunal, etc. En efecto, el clero musulmán marroquí se unió al franquismo (con mucho dinero de por medio), aprovechando las enormes coincidencias doctrinales existentes entre la fe islámica y la ideología fascista. Proporcionó a Franco unos 100.000 combatientes, gracias a los cuales (junto con la intervención nazi e italiana) ganó la guerra. Dicha alianza entre Islam y fascismo ha sido escondida hasta hoy, aunque hay trabajos historiográficamente impecables -varios- que la analizan. Estos han sido y son ninguneados, conforme a la norma de que no está permitido decir la verdad sobre el Islam si le es perjudicial, pues de él sólo puede hablase apologéticamente, nunca de forma crítica. El gran dirigente anticolonialista Abd el-Krim, que llevó adelante la guerra contra España y Francia y fue derrotado en 1926 por estas dos potencias, se opuso a la recluta de tropas marroquíes para Franco, siendo perseguidos sus seguidores por el bloque clero islámico/falangistas/ejército español. En sus memorias, señala al “fanatismo”, o sea, al clero musulmán, como responsable de su derrota en 1926. Éste fue, en efecto, el agente interior principal del colonialismo español en Marruecos.
FGR: La ley de Reforma Agraria, una de las perlas de la Segunda República, fue un auténtico fiasco; háblanos de ello así como de la falsa visión sobre los problemas rurales que presuponía una España rural repleta de latifundios…
FRM: Uno de los mitos más frangollones sobre la II República es que, o bien resolvió el problema agrario, o bien que no lo resolvió porque los terratenientes, antirrepublicanos (esto es enteramente falso), no se lo permitieron. En mi libro estudio la Ley de Reforma Agraria de 1932, que mantenía y reforzaba el capitalismo en el campo, en particular el de la gran burguesía rural, examinando aplicaciones concretas de esa Ley en determinados municipios del sur. Hoy existen monografías bastante buenas sobre numerosos asuntos que hacen imposible seguir sosteniendo impunemente, como hasta hace unos años, los embustes en pro del régimen republicano, habituales en los ambientes de izquierda. Lo que hizo fracasar a la II República fue sobre todo el empuje de la ruralidad, motivado en primer lugar por la exigencia de que les fueran devueltas a las comunidades rurales las tierras y otros bienes comunales que les habían sido arrebatados por el Estado en aplicación de la infausta Ley desamortizadora de 1855. La República, que era ultra-liberal, se negó en redondo a deshacer lo que la revolución liberal había hecho, y esto creó un antagonismo total entre el mundo campesino, donde entonces vivía la mayoría de la población, y la II República, que fue derivando hacia una situación revolucionaria en desenvolvimiento, lo que culminó en la Guerra Civil. Particularmente hostil a la devolución del comunal fue el Frente Popular, o sea, los partidos y sindicatos de la izquierda, sobre todo PSOE y PCE (con el apoyo taimado de CNT). Los sucesos de Yeste, con 17 vecinos muertos a tiros y un centenar de heridos de bala, tuvo esa cuestión como motivo, el comunal arrebatado por la aplicación de dicha ley unos pocos años antes, lo que el Frente Popular dio por bueno pero no los vecinos, que se alzaron contra tamaño atropello. Que se presentaran unas 9.000 demandas de devolución del comunal, una por pueblo o aldea más o menos, indica la formidable determinación popular de volver a lo comunal.
FGR: Una de las partes más interesantes es la dedicada a la Iglesia católica y al anticlericalismo. Te cargas algunas mitologías muy difundidas. La Iglesia no era precisamente partidaria de la Monarquía borbónica del mismo modo que, en cuanto pudo, se bajó del autocar del franquismo para apadrinar el tren de vía rápida con destinon a lo que, los eunucos cognitivos, llaman “democracia del 78”. La Iglesia lleva uncida al rumbo del Estado desde…
FRM: En efecto, la Iglesia fue tan republicana como el Ejército, la Banca y los terratenientes el 14 de abril de 1931. Nadie apoyó a Alfonso XIII, nadie. El director general de la Guardia Civil, Sanjurjo, le hizo saber, la tarde del día 12, que aquel decisivo cuerpo policial ni le apoyaba y ni siquiera le protegería. La jerarquía eclesiástica se mantuvo totalmente apartada de la familia real en esos días, lo mismo que el Ejército. Por eso el Rey salió de estampida de Madrid, acompañado solo de su familia y exclusivamente preocupado por su integridad física. La Iglesia no era antirrepublicana en esa fecha simplemente porque no era necia: el sistema de dominación necesitaba un régimen nuevo, la Monarquía había fenecido y todos los grupos de poder estaban de acuerdo en ello en aquel mes de abril. Fue Manuel Azaña el que luego se enfrentó con la Iglesia, al ver fracasar la operación republicana en la calle, pues a las pocas semanas de la instauración del nuevo régimen las clases trabajadores se volvieron bravamente contra él. Así las cosas, necesita acudir al manoseado artificio de convertir al clero en chivo expiatorio. Los conflictos con la Iglesia, espoleados por Azaña, un burgués bilioso y fanático (la semblanza de él que ofrece Heleno Saña y que recojo en el libro es genial), sirvieron como cortina de humo para difuminar los asesinatos, las torturas, el uso del ejército en acciones represivas, la aplicación regular de “la ley de fugas” (ejecución extrajudicial por la policía de detenidos políticos y sociales, un atroz obrar bastante común en los años republicanos), etc.
FGR: Uno de los mitos de la Ilustración, desde sus lejanos tiempos despóticos en el siglo XVIII, es la Educación y el papel de los intelectuales. Al pueblo hay que llevarlo a la cultura…Eres extremadamente crítico con la manera que la II República actuó en este plano. Hace poco estuve en Las Hurdes y me quede sorprendido de ver la inadecuada imagen que dio Buñuel sobre esta región y que hizo mucho daño a sus gentes que no eran, ni son, precisamente salvajes sino todo lo contrario.
FRM: Mi libro reparte bastante leña a la intelectualidad republicana, casi toda ella pedante, cursi y despreciativa de las clases modestas, a las que concebía como salvajes necesitados de ser aleccionados por una bien remunerada recua de señoritas y señoras burguesas, mercaderes de palabras y jóvenes pijos, que se tenían por “selectos” y “superiores”. Particularmente repelente fue el obrar de las Misiones Pedagógicas, que recorrieron pueblos y aldeas para catequizar a sus gentes en la buena nueva republicana y progresista. Sin comprensión, aprecio y respeto por la cultura popular estos misioneros laicos se pasearon por la ruralidad durante años, perpetrando tropelía tras tropelía a la sombra de la Guardia Civil. En efecto, lo de Buñuel y Las Hurdes constituye un máximo del comportamiento infame, una expresión perfecta de hasta dónde puede llegar el fanatismo progresista en el falseamiento de la realidad y la agresión a las clases populares. Por eso hay pueblos en Las Hurdes en los cuales, todavía, te pueden arrojar al pilón de la fuente si citas favorablemente a Buñuel, con razón. Éste insultó muy gravemente a sus gentes, y lo hizo simplemente por dinero, como un mercenario del capitalismo que era. A tales asuntos mi libro destina muchas páginas…
FGR: Lo esencial, claro está, y lo destacas en tu trabajo es la resistencia del pueblo español (la mayoría de sus componentes vivía en el agro) a los procesos modernizadores… a los tributos, a las levas, a la privatización de los bienes comunales, al trabajo asalariado…
FRM: El rechazo a la modernidad, a un aparato estatal que lo dirige todo y se inmiscuye en todo, es lo primordial de nuestra historia desde 1808, e incluso desde el siglo anterior. Napoleón I se equivocó con los pueblos peninsulares, no comprendió que aplicar aquí las normas centralistas, liberticidas y totalitarias surgidas de la Revolución Francesa era lanzar a las gentes a la insurrección y a la guerra de guerrillas, como así fue, constituyéndose lo que se denomina “la úlcera española”, determinante para poner fin al despotismo imperial del dictador corso en Europa. El siglo XIX es un clamor popular permanente contra la Constitución de 1812 y sus continuadoras, tenidas como causa de extinción de las libertades populares reales (muy diferentes de las pseudo-libertades proclamadas y otorgadas propias de las revoluciones liberales e incluidas en las diversas Constituciones, todas ellas sangrientas trágalas para los pueblos) que venían de la revolución de la Alta Edad Media. En efecto, las gentes rechazan el sistema tributario, la recluta forzosa para el ejército, la legislación asfixiante, la Guardia Civil, la uniformización lingüística, el patriarcado del Código Civil, la escuela “pública”, el régimen salarial, la casi-liquidación del comunal, la sustitución del orden político concejil por los ayuntamientos constitucionales, etc., etc., etc. La II República es furiosamente modernizadora, apoyada por la más agresiva de todas las fuerzas de la modernidad capitalista-estatal, la izquierda marxista y anarquista. Por eso aquélla conoce la misma suerte que Napoleón I y los regímenes liberales decimonónicos: levanta al pueblo contra sí, y en este caso concreto además fracasa. Pero al mismo tiempo provoca como reacción a sus atrocidades una cuasi-revolución popular anti-partidos y anti-ideologías en la primavera de 1936, por lo que interviene el ejército para contener al pueblo, como había hecho antes tantas veces. Franco fue un espadón más, esta vez travestido de fascista, como lo fueron Riego (un demagogo y un majadero), Espartero (sujeto criminal donde los haya), Prim (un vesánico agente del colonialismo español) o Primo de Rivera (quizá el menos funesto de todos).
FGR: El papel del anarquismo organizado, la CNT sobre todo, llamando al voto en el 36 o participando en la Guerra Civil con ministros en el Gobierno es bastante patética. ¿Cual es tu opinión sobre esto? ¿Qué juicio te merece la figura del idolatrado Durruti, a mi juicio alguien que fue poco más que un gangster?
FRM: El movimiento anarquista es incapaz de asumir las responsabilidades contraídas durante la II República y la Guerra Civil. Sigue con el autobombo mientras se extingue. Mi libro dedica muchas páginas, inevitablemente críticas, a este asunto. Desde 1929 una buena parte de los anarquistas cooperan con los militares para traer la República, y luego se oponen a ella de manera oportunista, únicamente para ganar adeptos y no ser laminados por UGT. Está el ingrato episodio del Congreso de CNT en Zaragoza en mayo de 1936, en plena pleamar revolucionaria popular, donde no tienen en cuenta la situación para dedicarse a “sus asuntos”, o sea, a bobaditas, mientras el país se desliza hacia la revolución y, como respuesta del aparato militar, a la Guerra Civil. La falta de garra revolucionaria de ese congreso, y la anterior petición del voto para el Frente Popular, muestran que el anarquismo no es una ideología revolucionaria sino una versión entre otras del progresismo burgués, lo que ya había sido advertido por los trabajadores, que estaban dándose de baja en masa en CNT, pues entre 1932 y 1936 perdió más de la mitad de los afiliados. Ello se confirma con su actuación en la Guerra Civil, cuando todo el anarquismo se hace nueva burguesía y nuevo aparato estatal, en pugna con los comunistas, brutal reyerta por más poder donde son vencidos. El que tuvieran tres ministros en el gobierno Largo Caballero quizá es lo de menos, pues la clave está en su incomprensión de lo que es una revolución popular y de lo que es el pueblo, en su avidez por las ideologías del poder y por el poder mismo. Desde la Guerra Civil el anarquismo no ha logrado ser algo, debido a lo que entonces hizo, penoso, antirrevolucionario y execrable. A Durruti como personalidad política hay que situarle en ese contexto. Era un jefe anarquista, un integrante de la jefatura de dos docenas de personas que hacían y deshacían en CNT, meramente un sindicato-partido. En lo personal fue un trabajador honrado, bueno en su oficio de metalúrgico, decente en las cuestiones del dinero, simpático aunque un tanto infantil. Lo peor es que carecía de toda preparación para efectuar las tareas que le fueron correspondiendo. No tenía nivel reflexivo, no sabía desenvolverse, no servía y además carecía de espíritu realmente revolucionario. En el frente de Aragón actuó de una manera de lo más torpe e insensata, y además incurrió en el grave fallo moral de asignarse privilegios personales. Cuando murió fue mitificado con una campaña de propaganda descomunal, todo porque la nueva burguesía anarquista necesita una figura artificialmente legendaria tras la que esconder sus privilegios, es más, su función de nueva clase y nuevo integrante del aparato estatal. La conclusión final está en lo dicho, en que el anarquismo es un desarrollo colateral de la ideología ilustrada y progresista, anticlerical y burguesa modernizadora, y por eso cuando se vio inmerso en una situación revolucionaria no supo hacer otra cosa que ponerse del lado de la reacción progresista, ilustrada y republicana, de la que proviene genéticamente.
FGR: El pueblo era un obstáculo para la nacionalización de las masas como muy bien has expuesto. Hoy los procesos derivan hacia una sociedad global de corte aberrante donde proyectos manipulativos derivados de la tecnociencia amenazan la esencia misma de lo humano… ¿Es una continuación de la misma vieja historia en otros contextos?
FRM: Sí. El crecimiento de los aparatos de poder, formados por minorías y al servicio de minorías, se manifiesta como procedimientos para implantar la sobre-dominación del individuo y de las gentes del común. Con el fin de que la persona se adecue a la razón de Estado, cada vez más exasperada y brutal, hay que forzarla a prácticas antinaturales de toda condición, que invariablemente se presentan como exigencias del progreso, expresiones de la modernidad, avances fabulosos y así por el estilo. Los más aciagos ideólogos de la modernidad, los que sueñan con un mega-capitalismo hiper-productivo asentado en la destrucción de la esencia concreta humana, son devotos de la II República. Todo se une y enmaraña, las tecnologías de novísima generación, el totalitarismo político, el mito del “hombre nuevo”, la trituración descarada de la libertad de conciencia, la aculturación programada, las incesantes operaciones de ingeniera social que van instituyendo un orden social cada vez más deshumanizado del cual la soledad, la depresión, las drogas y el suicidio son elementos definitorios, y el mito republicano. Esto comienza ya en el siglo XVIII, con el crecimiento del ente estatal, y tiene en la II República uno de sus más destacados momentos, continuado por el franquismo, que en lo esencial y principal es continuador del orden republicano. Al final de dicho camino está lo que estamos viendo: una minoría cada vez más opulenta que se ha apropiado de casi toda la riqueza social y un Estado cada vez más feroz.
FGR: ¿Habrá Tercera República?
FRM: Con seguridad, si, habrá III República. Hubo I República, en 1873-1874, que fue un incluso más demagógica y abyecta que la II, con Pi i Margall, el ideólogo de la izquierda, entregado a perpetrar matanzas y crímenes de Estado, que luego negaban o justificaban, según los casos, él y sus discípulos. Hubo la II y habrá la III. En una situación de crisis grave del poder constituido, éste acudirá a lo que ya ha hecho dos veces, soltar lastre tirando por la borda a la institución monárquica, que en sí misma vale muy poco, siendo prescindible y reemplazable. Véase en Francia el furor, la fatuidad y la arrogancia con que opera el poder constituido, que es republicano desde hace más de dos siglos. Aquí lo mismo.
FGR: ¿Qué estás preparando ahora?
FRM: Estoy trabajando en algo que está relacionado, aunque indirectamente, con el libro de la II Republica, un tratado sobre filosofía moral, con tres amigos. El progresismo y la izquierda viven y nos hacen vivir en la mentira, como sucede en el asunto de la II República. Es más, han variado la noción de verdad en un sentido pragmático, de tal modo que ya no es la coincidencia entre lo pensado y la realidad sino meramente lo que interesa y es útil. Si es beneficioso mentir y engañar, beneficioso para “la causa”, sea cual sea ésta, mienten y falsean los hechos… Con ello, copiado por cierto del pragmatismo estadounidense (Peirce, Dewey, etc.), anulan la vida reflexiva y espiritual de la persona, a la que mantiene permanentemente engañada. No acepto esa situación y quiero contribuir a que la vida pública se sustente en la verdad, comprendida de la forma más sencilla, como correlación entre lo real y lo mental, en tanto que objetividad. La izquierda de este país es ideológicamente estalinista y está dispuesta a cometer todo tipo de desmanes al hacer suya la noción pragmática e instrumental de la verdad manifiesta, que simplemente es una facción burguesa, una sección del capitalismo. El Partido Comunista fue quien más respaldó y justificó las matanzas de trabajadores perpetradas por el Frente Popular, la de Yeste por ejemplo, y sus herederos actuales continúan en lo mismo, aunque ahora mucho más controlados por la opinión pública. De ellos provienen las agresiones hacia mis libros y persona. Su inmoralidad, de la que se jactan, es total. Yo quiero diferenciarme de ellos en todo, también en la cuestión de la verdad y, en general, en todo lo referente a la ética y los valores. En el libro que preparamos aparecen tratadas tales cuestiones.
ARTÍCULO PUBLICADO EN «EL PULSO»