EL HUMANISMO CÍVICO EN LA OBRA DE HELENO SAÑA

 
No es habitual encontrar a un autor contemporáneo que sea capaz de ocuparse de la filosofía y sobre todo de su rama hoy tal vez más decisiva, la filosofía moral, con talante creativo y un magnífico bagaje de conocimientos sobre lo mejor del pensamiento de Occidente. Estamos tan habituados a leer a meros glosadores, que fabrican libros sólo para hacer currículo académico y que en general no tienen ni noción de nada ni nada que decir, que los textos de Saña tienden a crear una impresión sobremanera agradable.
        
Se puede citar “Tratado del hombre”, “Antropomanía. En defensa de los humano” y en especial “Breve tratado de ética. Una introducción a la teoría de la moral”, probablemente el más logrado de los tres.
        
En éste hay verdadera filosofía, reflexiones existenciales y morales, a veces también de naturaleza epistemológica, de mucha profundidad, calidad, creatividad y verdad.
        
También sus obras tienen algo de bastante importancia aquí y ahora, una refutación de los ideólogos de la anti-fraternidad, Stirner y Nietzsche sobre todo, imprescindibles para el sistema de dominación, pues al enfrentarnos a los unos con los otros y al convertirnos en seres asociales e insociables no hacen dominados perfectos y para siempre.
        
En Stirner repudia lo que denomina “hedonismo pequeño-burgués y solipsista”, expresión ingeniosa, aunque incompleta, para calificar a quien es gran emisor de enormidades y simplezas, mera gramática parda, tomadas por muchos como la expresión más perfecta de lo “radical” y “antisistema”, cuando es el pensamiento burgués, y también fascista, más acabado. A tal grado de confusión hemos llegado.
        
Pero no queda ahí la cosa. Excelente es su refutación del hedonismo contemporáneo, en especial cuando se centra en Marcuse, uno de los ideólogos de la contracultura, que es presentado en su peor aspecto, como destructor de lo humano al reducir a la persona a sujeto inmaduro, infantil, sólo atento al juego y a la diversión.
        
Su reflexión sobre el dolor es magnífica, y también sobre el miedo. Al ahondar en la cavilación existencial, saltando por encima del politicismo y economicismo que nos degradan y destruyen, Saña sienta las bases en el terreno de las ideas para la recuperación de lo humano después de decenios y decenios de asistir impotentes a su destrucción planeada desde arriba, tarea en la que ha desempeñado una función de primera importancia casi toda la “radicalidad” política y sindical, hoy devenida en la manifestación más pura y concentrada de lo burgués.
        
Con todo ello, además, fundamenta la regeneración de lo que se llamó en tiempos mejores “el espíritu público”, esto es, esa cosmovisión que hace al sujeto capaz de ser combatiente por la libertad, contra los poderes ilegítimos del dinero, el gobierno y el Estado, con olvido de sí y disposición para arrostrar peligros y persecuciones.
        
Así es, sin humanismo cívico no puede darse la virtud cívica, que hace de la persona sujeto político, y no mero objeto manejado por las oligarquías partitocráticas, los mercaderes de palabras y los medios de comunicación.
        
Más aún, sin virtud cívica no puede haber revolución, porque ésta la hacen los seres humanos reales, las mujeres igual que los varones. No es algo que “sucede” o “acontece” sino una volición, un esfuerzo y un riesgo, además de un acto continuado de inteligencia y sociabilidad, pues sin verdad y colectivismo no hay cambio social posible. Dicho de otro modo, la revolución interior, personal, ha de avanzar en paralelo y al mismo ritmo que la revolución exterior, social. La suma de la una y la otra dan la revolución integral.
        
Quienes siguen ocupados en cominerías reivindicativas, aquellos que sólo desean medrar bajo el actual sistema y no les importa ni preocupa ponerle fin para crear una nueva sociedad, un nuevo ser humano y un nuevo sistema de valores y convicciones, nada de interés encontrarán en la obra de Saña.
        
Si la vida tiene como propósito metas ínfimas, lo que es grande y magnífico no se necesita. Eso origina una tragedia dentro del sujeto, que se embrutece y auto-destruye a medida que se implica más y más en compromisos reformistas y similares, siempre del tres al cuarto.
        
La obra de Saña muestra también la grandeza y vitalidad del pensamiento clásico de Occidente, que hoy el gran capital occidental, que ha renegado de su cultura y está deseando ser colonizado por infra-culturas y religiones foráneas, desea ahogar y destruir. Por eso exhorto a quienes pasan tristemente sus días pendientes de orientalismos de pacotilla, a los que giran hacia credos de corte totalitario, que ignoran no sólo la noción de libertad personal sino lo que es más grave, también la de persona, que lean a este autor.
        
Basta de alimentarse intelectualmente con bobadas sacadas de Internet, basta de acudir al bazar de los exotismos y las extravagancias. Seamos serios, estudiemos con esfuerzo para hacerlo con aprovechamiento, puesto que todo lo fácil nos degrada. Por eso los libros de Saña, sin tener ninguna dificultad especial en lo formal, son difíciles: porque son verdaderos, porque lo real es complejo, porque quienes sólo desean absorber papilla intelectual con sabores intrusos se hacen co-autores de su propia impotencia reflexiva y discursiva, además de práctica y transformadora. 
 
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Esta entrada tiene un comentario

  1. Anónimo

    Libro 100% recomendable. Lo he leído y subrayado. Y cuando tenga tiempo lo volveré a leer mas pausadamente.

    La única pega que tiene el libro, si intento explicarla, tu blog está tan lleno de trolls, que no es buena idea que la explique.

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