El capitalismo como inmenso mal

En mi canal de YouTube he ido editando siete intervenciones orales bajo el título “Contra el capitalismo, por una economía comunal”, para relanzar la acción popular contra el capital[1] en pos de una economía comunal.

Esto es decisivo, dada la creciente destructividad del capitalismo, el daño inmenso que hace a las personas y a la sociedad, su proclividad bélica y militarista, naturaleza liberticida, antihumanismo violentísimo, letalidad medioambiental y estructural inmoralidad.

Esto significa que no voy a tener ninguna relación con quienes rehúsen la acción anticapitalista revolucionaria, la presenten como una artimaña para salvar al capitalismo (es el caso de la doctrina de su “regulación” por el Estado) o la reduzcan a demandas salariales y asistenciales del Estado de bienestar. Es más, con tales voy a ir entrando en crítica o denuncia[2].

El capitalismo se halla en una fase de descomposición estructural, de decadencia productiva. Además, ha ido generando una colosal excrecencia tumoral, debido a su senilidad, que es el capitalismo financiero y especulativo, estrechamente unido a los aparatos estatales, el poder monetario número uno por la masa tan inmensa de capital dinero que recaudan con el sistema fiscal.

La economía comunal que lo reemplazará deviene del sentido común y de la sabiduría popular aplicados a los asuntos de la producción, el trabajo, la distribución, la ayuda mutua, la cooperación, el mercado, el dinero, las finanzas y la tecnología. Sus principios y valores son íntegramente opuestos a los del capitalismo. 

El retroceso de la productividad del trabajo, que es el rasgo senil cardinal del capitalismo contemporáneo, marca su agotamiento y abre el tiempo de su liquidación. Tal inefectividad en una primera fase aboca a la humanidad a la escasez y pobreza en auge, sobreexplotación laboral, ampliación inhumana de la jornada laboral, multidegradación del trabajo, represión policial y sobredominación tecnológica, militarismo y guerras, enfermedades y desesperación, caos, destrucción medioambiental y desintegración social. Todo ello va hacia la constitución de una situación revolucionaria que quizá devenga en revolución, de donde resultaría la economía comunal[3].

La izquierda se encuentra agotada en el terreno de las formulaciones económicas. Tras tantos años de ser la favorita del capitalismo, sus recetas se han desacreditado. Ahora ascienden la derecha y la extrema derecha, el neofascismo, el conspiracionismo y el neonazismo. Pero su programa económico resulta ser inconsistente y fulero por furiosamente defensor del capitalismo, sin nada que ofrecer una vez retirada la demagogia, aunque llega a todas partes por las ingentes sumas recibidas de las élites mandantes.

Hay que ser bobo para creer que Donald Trump, un multimillonario chupasangre, pueda hacer “algo”, cuando en los años que fue presidente de EEUU sólo atendió a que los beneficios de las grandes firmas crecieran en flecha con la sobreexplotación de los trabajadores. Estremece que algunos miren con benevolencia a un bufón como Javier Milei, anarcocapitalista y libertario, demagogo y parlanchín, agente del Estado argentino y siervo del imperialismo yanqui. Suscita hilaridad que se esperen “resultados” de la fascista y pistolera ahora presidenta de Italia, Giorgia Meloni. Da arcadas que algunos eleven a Putin al rango de “regenerador” de la humanidad, siendo el guardián del terrorífico grancapitalismo ruso, perpetuamente fusionado con el Estado y al servicio del aparato militar imperialista de Moscú, igual que lo fue Stalin. Se requiere una inteligencia mísera para creer a la tropilla de “justicieros sociales”, vendedores de milagros, ignorantes caradura, mercaderes de palabras y simples pícaros que hormiguean en internet.

Para refutar a esos esperpentos y a sus devotos, para saber cómo es la economía hoy y cuáles son las soluciones a los inmensos problemas que padece y origina, están mis vídeos en YouTube, mis libros y mis cursos.

[1] Cuando empleo la expresión capitalismo me refiero al gran capitalismo, a la gran empresa vinculada estrechamente al ente estatal y por él protegida y financiada de muchas maneras. La pequeña empresa, el pequeño negocio, en particular si es de naturaleza familiar, tienen todas mis simpatías y apoyo en su lucha contra la gran banca, la UE y el Estado.

[2] Estas siete intervenciones no son, ni de lejos, suficientes, así que estoy preparando un Curso sobre capitalismo, revolución y economía comunal, que podría tener entre 20 y 30 horas. También ayudará la próxima publicación de mi libro “Manual de la revolución integral comunal”, que dedica un tercio de su extensión a la economía, con atención a su parte más aberrante, el dinero y las finanzas.

[3] Esta no puede resultar por evolución del capitalismo, al ser tan sustantivamente diferente, así pues, yerran los reformistas de toda condición, los revolucionarios de opereta, los postcapitalistas infantiles. Sin revolución no puede haber economía comunal. Quienes tal proponen tienen como meta hacer del comunal la nueva máscara tras la que ocultar, e incluso regenerar, el capitalismo senil y achacoso.