Ante el ascenso de la extrema derecha y los neonazis. Nota a la gente de izquierdas

Por desgracia, la extrema derecha y los fascismos están en auge, en Europa, en América y en todo el planeta. Trump, Bolsonaro, Meloni, Putin, el Frente Nacional en Francia, que llegará al gobierno en las próximas elecciones. También en Hungría, Suecia, Alemania, Polonia, Grecia, Argentina y otros muchos países. En España se está construyendo un extremismo derechista con dos brazos, uno es Vox, el otro son los grupos y movimientos neofalangistas y neonazis, es decir, pegapalizas y matagente. Llama la atención la presencia e importancia que tienen las mujeres en dichos movimientos. Preocupa, así mismo, la expansión del antisemitismo, lo que muestra el auge temible de los neonazis.

Tras más de cuarenta años de hegemonía política, ideológica y cultural de la izquierda, ¿qué responsabilidad tiene en el tumultuoso avance del fascio? En realidad, la izquierda está menguando, decayendo, desintegrándose, y hay observadores que se preguntan si tiene futuro o si se convertirá en meramente testimonial.

El progresismo y la izquierda (en sus dos versiones, socialdemócrata y estalinista/fascista) aparece ante la opinión publica como una fuerza institucional, sumisa al poder. Lo cierto es que vive alejada de la masa popular, encerrada en los despachos de sus gerifaltes, ingresando suculentos honorarios y emolumentos, ya sin apenas militancia, y sin más influencia que aquélla que le otorga la televisión. Es un movimiento burgués, de las clases medias urbanas, de los funcionarios y los jubilados con buenas pensiones. Ha perdido ya a las clases trabajadoras y a la juventud, y ahora está perdiendo a las mujeres. Ha perdido así mismo la calle. Su conformismo y pancismo hace que sea despreciada por los sectores más dinámicos, que miran en torno a sí y creen encontrar en los fascismos lo que la izquierda ya no tiene, inconformismo y combatividad. Está sin intelectuales. Es incapaz de elaborar ideas y propuestas nuevas, por lo que carece de discurso de programa y de proyecto para el siglo XXI. Solo es hábil en censurar y prohibir, en insultar y agredir.  Ha sido barrida de las redes sociales, ahora hegemonizadas por la extrema derecha. Sus sindicatos son estructuras entregadas a la patronal y al Estado, con escasa influencia en las clases trabajadoras. Su última bobería siniestra fue Venezuela y el “socialismo del siglo XXI”, hoy absolutamente desacreditado y olvidado. Sigue, cada vez con menos convicción, jaleando a regímenes tan indefendibles como el de Cuba. China, monstruosa y ultrafascista, está dirigida por el Partido Comunista de China, y Vietnam, también gobernada por el partido comunista, es aliada de EEUU y neoliberal ultracapitalista en lo económico. Por lo que respecta a la izquierda socialdemócrata, los partidos socialistas han casi desaparecido del escenario político de la mayor parte de los países europeos. Lo cierto es que las teorías de la izquierda, en particular el marxismo, han sido aplicadas en numerosos países durante bastantes años y en todos ellos han fracasado. La izquierda necesita de un nuevo paradigma. O eso o su extinción.

Si la gente honrada de la izquierda desea frenar y liquidar el actual ascenso europeo y mundial de los fascismos de derechas, tiene que atender dos cuestiones. Primero, revisar radicalmente su política y programa, que arroja a las gentes a los brazos del fascismo. Segundo, exigir responsabilidades a sus actuales jefes y jefas.

Vayamos a lo concreto.

Bajo el poder gubernamental de la izquierda, la propiedad y la riqueza se han concentrado de un modo alarmante, de manera que nunca como ahora los ricos han sido tan ricos, tan insolentes, tan tiránicos y tan crápulas, habiéndose constituido un super capitalismo. Como consecuencia, la pobreza avanza en las sociedades europeas. En España el 26% de la población está bajo el umbral de la pobreza, lo que afecta sobre todo a los jóvenes, que vegetan de manera precaria, con un 40% de pobres, y a los que les espera un futuro aún peor. Igualmente, se ha ido constituyendo un aparato estatal saturado de furia y sadismo, un Estado policial y militarista, que pisotea las libertades individuales y colectivas con cada vez más insolencia. Como consecuencia de tal exceso de tiranía y dictadura, nuestra sociedad carece de futuro, se está desintegrando, marcha hacia una catástrofe no lejana. Pero a la izquierda ante todo le preocupa los derechos de los LGTBI, su monotema.

Hay varios asuntos que permiten a los fascismos crecer y crecer, debido al tratamiento reaccionario y estúpido que les otorga la izquierda institucional. La pobreza es uno de ellos, ya citado, supuestamente remediada con limosnas estatales, a la vez humillantes, degradantes, insuficientes y sin futuro. La emigración, con sus secuelas de sustitución étnica, racismo antiblanco y prácticas neonegreras. El feminismo de Estado, policiaco e inmoral, ya odiado por la mayoría de la población. El respaldo a la Agenda 20-30, el zafio programa del capitalismo fascista y depredador contemporáneo, destinado a convertir a las clases modestas europeas en esclavos. La explotación fiscal, con la agencia tributaria devenida en pozo sin fondo. Las terroríficas condiciones laborales en las empresas del último capitalismo tecnologizado, que empujan a la depresión y al suicidio a los trabajadores, sobre todo a las mujeres. La cuestión del ecologismo y las alteraciones climática, con la religión de la descarbonización en tanto que creencia obligatoria y la instauración por doquier de aerogeneradores y placas solares, rechazados con fuerza allí donde se colocan. El asunto del islam, prohibiendo el libre debate sobre él y otorgando privilegios múltiples a los musulmanes, para imponernos este fascismo religioso. El pisoteo de las libertades, como sucedió en la epidemia de covid, cuando la izquierda global apoyó o enmudeció ante la forzosidad de la mascarilla y la obligatoriedad de facto de las vacunas. El alineamiento de la izquierda con el bando occidental en la guerra de Ucrania, ocultando que es el primer episodio de una nueva guerra mundial. La prosternación ante la Unión Europea, una potencia imperialista hegemonizada por el neocolonialismo teutón, en la que España es vasallo de éste. El desprecio por la cultura/culturas propias, pues la izquierda venera el idioma inglés y consume subcultura basura yanqui ávidamente, y la mofa desdeñosa a que se entrega en relación la historia y el pasado de los pueblos de Iberia. El aferramiento al régimen autonómico español negando a los pueblos sometidos al Estado español su libertad y soberanía, su lengua y su cultura.

Hay más, mucho más, aunque lo citado es lo decisivo. Tal proceder ha llevado a un hartazgo popular con la izquierda y sus malignidades, lo que ahora se está convirtiendo en inquietante ida multitudinaria hacia la extrema derecha. Esto no es nuevo, pues en Alemania en los años 20 y 30 del siglo pasado, nadie ayudó de facto tanto a los nazis como la izquierda, institucional y no-revolucionaria. Ahora, la historia se está repitiendo…

El remedio está en que las personas de ideas izquierdistas reformulen su proyecto y programa político. Primero tienen que considerar autocríticamente lo que han venido defendiendo y haciendo, luego avanzar hacía un tratamiento revolucionario, anticapitalista comunal y de democracia directa no estatal, de los asuntos primordiales. Porque hoy ya no hay sitio para un antifascismo institucional, como lo hubo en el pasado, de modo que éste y la acción revolucionaria se han tornado sinónimos. En una sociedad en avanzada decadencia, que se desintegra y se está yendo a hacer puñetas de muchas maneras, lo que se requiere es un programa revolucionario. El periodo de bonanza, consumo y dinero fácil ha quedado atrás y ya no volverá. Avanzamos hacia una situación objetivamente revolucionaria, de crisis extrema de la actual sociedad, y por eso los poderes estatales y el gran capitalismo están constituyendo los movimientos y grupos de extrema derecha, neofalangistas y neonazis, para aplastar la disidencia popular por medio de la violencia, si los de “arriba” lo creen necesario, con un baño de sangre.

El movimiento de la Revolución Integral (RI) tiene mucho desarrollado en relación con el ideario y las ideas, el proyecto y el programa de la revolución. Resulta ser la única fuerza activa que lo posee, pues todas las demás están enfangadas en el posibilismo, el legalismo y el reformismo imposible utópico/distópico, cuando no son parte de la avalancha de excrementos políticos que se deslizan hacia la extrema derecha. Hay que comprender nuestro tiempo, entender su naturaleza profunda, percibir que todo en torno nuestro se esta desintegrando, y actuar en consecuencia. Muy pronto estarán publicadas las “Bases de la Revolución Integral”, un sólido y completo documento programático, en el que se establece el meollo de nuestro ideario. Sobre él haremos un sólido trabajo de organización, ampliación de nuestra influencia, presencia en la calle, formación de personas y esfuerzo combativo.

Por eso animo a la gente de izquierdas a que se aproxime a la RI, que lea sus textos esenciales y visualice sus vídeos, para, al mismo tiempo, derrotar a los fascismos y hacer la revolución.

NOTA. –  Libros míos que recomiendo a las personas de ideas izquierdistas que deseen formarse en el ideario revolucionario propio del siglo XXI, el de la RI, son “Autoaniquilación. El hundimiento de las sociedades de la última modernidad, Derecho consuetudinario y democracia directa, La democracia y el triunfo del Estado (mi obra más importante hasta ahora) y El conspiracionismo, la extrema derecha y el Estado. En breve tendré acabado y editado el “Manual de la Revolución Integral”, fundamental. Preguntar por ellos en luchayservicio@gmail.com