La convocatoria en este verano 2014 de un Congreso Libertario Estudiantil, titulado “defendiendo lo público, construyendo lo común”, ha dado a luz la nueva Federación Estudiantil Libertaria.
Me alegro sinceramente del esfuerzo por federarse y estar más juntos. El potencial que se levanta para la solidaridad, el apoyo y el aprendizaje mutuo es también un motivo de alegría.
Dicho esto, mi artículo sostiene que no se puede construir lo común defendiendo lo público, y que esta propuesta de defensa de lo público se inserta dentro de una lógica estatalista que lleva a la progresiva integración del anarquismo en las instituciones, a su creciente despotenciación como fuerza antisistémica y a la pérdida del carácter revolucionario del mismo.
La educación no es pública, si se utiliza este término en el sentido de comunal. La llamada educación pública es propiedad privada del Estado y además obligatoria. La frase izquierdista “El Estado somos todos” es una mentira, pero expresa a la perfección las intenciones del Estado, esto es, que Pueblo y Estado (cuya espina dorsal es el ejército) sean uno y lo mismo. El Estado, que es una corporación que busca en primer lugar su permanencia y crecimiento, está interesado en cambiar al pueblo para que piense como él y una de sus mejores herramientas para conseguirlo es la educación pública, dirigida por su Ministerio de Educación. Que la gente sienta que es necesario, que es imprescindible, es uno de sus objetivos innegables. Este quehacer sin descanso del Estado para que el Pueblo ya no sea lo que ha sido -y, en definitiva, destruirlo para darle nueva forma- nos ha llevado directamente a la era de la despersonalización, la masificación y la estandarización.