El alzamiento del pueblo trabajador de Dublín contra la violencia de los emigrantes musulmanes, que esta vez han herido gravemente a adultos y niños, marca un hito en la historia de Europa. Con once coches de policía incendiados, residencias de emigrantes en llamas, buena parte de las calles de la ciudad ardiendo y cerca de un centenar de detenidos, Dublín marca el camino. En los últimos años, unos 1.500 europeos ha sido asesinados por emigrantes islámicos, mientras que hasta el momento ningún emigrante ha sido matado por europeos civiles. Cientos de miles de mujeres europeas ha sido violadas por ellos, pero ninguna fémina musulmana ha resultado agredida sexualmente por europeos. Y todo sucede con la connivencia, el aliento y la complicidad de las policías estatales europeas, de manera que la explosión irlandesa era algo que necesariamente debía darse. Las autoridades de Dublín demonizan a los alzados, tildándoles de “extrema derecha”, “maleantes” y “ultras”, cuando ellos son unos mercenarios vendidos al capitalismo y al Estado, unos traidores a la causa de Europa.
Ha sucedido. Ya ha sucedido. Excelente.
Es el comienzo de la batalla en las calles de las ciudades y pueblos de Europa por su continuidad étnica, cultural y lingüística, así como por su supervivencia física. Contra el racismo antiblanco, expandido por las televisiones, la izquierda y las oligarquías capitalistas de Europa. Contra el insulto y la humillación permanente al europeo medio, el fomento del autodio y la falsificación de nuestra historia (pensemos en el embustero y liberticida mito de al Ándalus…). Contra el impedirnos y prohibirnos reproducirnos, tener hijos, para llenar el continente de emigrantes africanos. Contra el matonismo del clero islámico fascista, instrumento de los poderes constituidos europeos, capitalistas, empresariales, institucionales y estatales. Contra tener que soportar toda una chusma de musulmanes fascistas que en sus países de origen (Argelia, Egipto, etc.) ya habrían sido muertos o encarcelados de por vida por las autoridades de esos países. Contra los subsidios y ayudas formidables que se entregan a los emigrantes musulmanes para que se instalen en Europa. Contra el asesinato, ya casi diario, de europeos por musulmanes, y la violación impune de masas compactas de mujeres europeas. Contra la demanda de los empresarios españoles para que entren en el país 250.000 emigrante cada año, y contra la exigencia de las autoridades fiscales españolas de que los llegados alcancen los 300.000 anuales. Contra los traidores a Europa que invocan “los delitos de odio” para encarcelar a quienes resistimos al nuevo fascismo, el islámico.
La Unión Europea tiene sus raíces en la política de Adolfo Hitler de unificar el continente bajo el poder del imperialismo alemán. Una parte de esa estrategia era islamizar Europa, como Hitler expuso en varias ocasiones[1]. Por eso hoy la Unión Europea persiste en su política pro-islam, y lo hará mientras exista.
Por eso la extrema derecha levanta la bandera de la oposición al islam perpetrando un gran engaño. Es el caso del partido del político profesional Geert Wilders en Holanda, que se ha valido del fortísimo sentimiento anti musulmán que existe en ese país para, torticeramente, ganar las elecciones. Pero ¿hará algo consistente contra el islam? No, por el contrario, tomará nuevas medidas, más maquiavélicas, para favorecerlo. Lo mismo Vox en España, el gobierno de la fascista G. Meloni en Italia y así sucesivamente. Ni tocarán al islam ni limitarán la emigración. El islam es la vía específica del siglo XXI hacia la fascistización en Europa, y ésta es una necesidad para los poderes empresariales y estatales europeos, así como para la UE. Mucho más ahora, cuando estamos en la primera fase de la tercera guerra mundial.
La línea de acción a seguir es la que se propone a continuación.
1) Tirarse a la calle con el máximo de energía (hemos de ser combatientes, no manifestantes) en cuanto los musulmanes fascistas perpetren un nuevo crimen, o cuando haya traídas masivas de emigrantes, etc.
2) Dirigir el ataque a las causas últimas del mal, los poderes capitalistas y estatales europeos, que traen a los emigrantes desde África y se sirven del islam como nuevo movimiento fascista, para dar continuidad al capitalismo y otorgar larga vida al ente estatal.
3) Diferenciar entre los musulmanes no fascistas, no extremistas, a tratar cortésmente, y los musulmanes fascistas. Estos son el 15% del total, una banda de facinerosos y asesinos que tampoco en sus países de origen los quieren.
4) Denunciar a la izquierda pro-islam, exponiendo que es su odio a la libertad, su adhesión al totalitarismo político y económico, lo que la hace islamofílica, además de las cuantiosas sumas de petrodólares que reciben de las monarquías musulmanas. Dado que esta izquierda se está desintegrando, es fácil hacer la denuncia.
5) Aprovechar la crisis de credibilidad y de estrategia que mina al islam desde la aventura del Estado Islámico para expandir la información objetiva sobre su historia y presente. La verdad es el gran enemigo del islam, lo mismo que la libertad. Hay que hacer que la información circule, burlando la actual censura, también en lengua árabe.
6) Denunciar el buenismo destructor, las oenegés dedicadas al comercio de seres humanos, neonegreras, desmontando sus monsergas sobre la multiculturalidad, la “tolerancia”, el “mestizaje”, el “racismo”, la “alianza de civilizaciones” y similares, conquistando la libertad de expresión en este asunto, que hoy apenas existe. Presentar todo aquello como el acompañamiento que necesita el fascismo europeo del siglo XXI, es decir, el islam, para prosperar.
7) Constituir por todas partes grupos de autodefensa, para la supervivencia de las etnias y los pueblos de Europa. El matonismo de los fascistas musulmanes en Europa es grande hoy porque apenas nadie les hace frente, pues cuando los pueblos europeos despierten y salgan a la calle decaerá muchísimo.
8) Estudiar soluciones estratégicas dadas a este mismo problema en el pasado, desde la expulsión de los moriscos en el siglo XVII hasta el modo sangriento cómo han aplastado en Argelia, Egipto y otros países al fascismo islámico en los últimos decenios.
9) Demandar que en los países ahora sometidos al clero islámico tenga lugar una revolución total, que establezca una sociedad de la libertad, con librepensamiento, libertad de información, libertad de crítica y libertad de expresión. Aplicar a dicho clero un proceso desamortizador, esto es, expropiarles sus inmensas riquezas, como se hizo con el clero católico en el siglo XIX. Romper así la formulación del imperialismo yanqui sobre que los países musulmanes son intocables e incambiables.
10) Denunciar la demagogia de la extrema derecha, los neofascistas y los neonazis sobre el islam, mostrando que son aliados naturales de éste, no sus enemigos. Meter en el mismo saco a todos los fascistas, sean clericales o hitlerianos, musulmanes, católicos o ateos, presentándolos a todos como colegas contra los pueblos de Europa y la revolución.
11) Que los europeos y europeas tengan hijos.
Vencimos y venceremos.
[1] ¿Cuándo admitirán los izquierdistas, buenistas, antifascistas de pega y otros que Hitler era un admirador del islam y deseaba islamizar Europa? Los textos del jefazo nazi loando al islam son fáciles de encontrar. Y, ¿cuándo entenderán todos ellos que la supuesta política “islamofóbica” de los neonazis es un mero engaño, un miserable truco para ganarse a las masas descontentas con promesas embusteras, como hacen todos los partidos políticos? La teoría política del fascismo, así como su práctica es, en lo esencial, igual a la del islam. Y, así mismo, la teoría política del estalinismo resulta ser la misma que la del islam y el fascismo de derechas. Por eso la izquierda y el islam ahora van de la mano en Europa: su odio a la libertad les unifica. Y pronto se sumará al bloque el neonazismo, en cuanto le quitemos la máscara populista y embustera con que hoy se camufla. Por eso el movimiento por la revolución integral, cuya meta estratégica es una Revolución de la Libertad, se opone a todos ellos.