Este artículo es el primero de varios que es mi intención publicar cuando se cumplen los 40 años del óbito de Franco. Habrá, además, uno dedicado a la Transición política (1974-1978) y otro de tipo personal, que recogerá recuerdos y reflexiones de mis experiencias como luchador antifascista.
La catástrofe de 1939, con la derrota, el exilio, las torturas y fusilamientos masivos, la reespañolización de los pueblos peninsulares singulares, la aniquilación de la sociedad rural y la degradación radical de la comunidad popular urbana, el gran salto adelante del capitalismo con industrialización, salarización y monetización, la pérdida del sentido ético y la ruina de la espiritualidad natural, la preterición del pensamiento reflexivo y creador, la aculturación global de la masa popular, el auge de Madrid y las demás grandes ciudades a costa del mundo agrario, la devastación del ser humano y de lo humano produciendo los seres nada, el crecimiento del poder, mando y presencia del aparato estatal y el colapso civilizacional, provocados por la victoria del franquismo, o forma castiza de fascismo, sigue necesitando, 76 años después, un estudio objetivo, bien documentado y ajeno a intereses partidistas, teorías e ideologías.