Todos necesitamos un rincón de felicidad, de amistad, de cariño. Eso es tan esencial como comer para los seres humanos, pero hay momentos en los que no podemos regodearnos en la propia felicidad como señoritos satisfechos, momentos en los que se impone luchar por algo que ponga freno a la infelicidad que nos rodea.
Emilio Lledó
Vivimos tiempos extraños. Miremos a donde miremos, se ensalza el deseo de ser feliz por todas partes, en redes sociales, en la publicidad, en los medios de comunicación, en los manuales de autoayuda en las librerías, en las felicitaciones que en determinadas fechas recibimos de nuestras familias y amistades y, curiosamente nos lo desean también políticos y empresas. Por otra parte, se ha generado toda una nueva ciencia de la felicidad en el mundo de la psicología, las neurociencias, las terapias, la genética, la fisiología, el coaching, la medicina, la educación…
“Por supuesto, tanta felicidad no puede ser real”, afirma Wilson en su libro “Contra la felicidad”, y sigue: “¿Cómo puede haber tanta gente feliz con la enorme cantidad de problemas que acucian a nuestro planeta, no solo los males colectivos y apocalípticos que acabo de mencionar, sino también aquellas irritaciones particulares que atormentan nuestra existencia cotidiana, aquellos temas de dinero y riñas conyugales, aquellas asfixiantes vacaciones y atardeceres solitarios».
Al mismo tiempo se realizan encuestas y se llevan a cabo estudios para medir el estado de felicidad de sus ciudadanos por parte de muchos Estados. También contamos con toda una línea editorial de autoayuda enfocada en la felicidad, que vende millones de ejemplares por todo el mundo. Conviene preguntarnos si esta intensa preocupación e interés por el conocimiento de la felicidad, responde a una situación de felicidad general y la aspiración de perfeccionar la misma, o por el contrario, al desconocimiento y déficit general por la misma, o responde en realidad a otros intereses diferentes a los reales de las personas por alcanzar una vida interesante y plena.
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Exactamente lo contrario del anarquismo. La prédica de la resignación cristiana, la manzana y el pecado original.