
Los coloquios sobre el imperialismo ruso que estoy haciendo con Adrià García y Aliaksandr Sarokin, el amigo bielorruso afincado en Iberoamérica, que se pueden visualizar en mi canal de YouTube, proporcionan una colosal y enciclopédica masa de información, análisis, reseñas históricas, interpretaciones, fechas, evaluaciones etc., que son imprescindibles en las circunstancias actuales, pero que contienen el peligro de sepultar, bajo tal montaña verbal, las formulaciones más sustantivas y esenciales sobre los dramáticos acontecimientos de Europa del este hoy, y de todo el mundo.
Es cierto que en mi “Manual para una revolución integral comunal”, dos tomos, efectúo los necesarios subrayados, valoraciones, evaluaciones y puntualizaciones en relación con los asuntos citados, pero no está de más que enfatice ahora ciertas cuestiones.
Mi apoyo al pueblo ucraniano no equivale, ni tampoco significa, que otorgue apoyo al Estado ucraniano. No. Ya sé que esto no puede ser comprendido por los adeptos a la burda teorética patriotera del Estado nación, que no diferencia entre pueblo y Estado, dado que en la cual sólo existe este último. Pero yo sí lo hago, porque el pueblo son los oprimidos y el Estado, cualquier Estado, los opresores, de manera que los primeros deben oponerse a los segundos, combatir a “su” Estado y, cuando se dé una gran crisis revolucionaria, poner fin a su existencia, derrocándolo, para establecer un régimen de democracia directa, con economía comunal, derecho consuetudinario, cultura popular, lengua propia, armamento general del pueblo, sociedad moral y calidad autoconstruida del individuo. Eso es la revolución.
El Estado ucraniano es una dictadura sobe el pueblo ucraniano, una dictadura virulenta. Está, además, entregado a la OTAN, al imperialismo occidental, es decir, al imperialismo EEUU y al no menos despreciable imperialismo UE, o europeo, “nuestro” imperialismo. Por el momento, el Estado y el pueblo ucraniano combaten juntos, aunque no siempre revueltos, contra el feroz imperialismo ruso, pero lo deseable es que en el transcurso de dicha lucha el pueblo ucraniano se arme, aprenda el arte de la guerra y cuando los invasores rusos hayan sido expulsados de Ucrania, vuelva las armas contra su propio Estado y realice la revolución popular.
Similarmente, mi rechazo del imperialismo ruso va unido al afecto más profundo y más sincero por el pueblo ruso, al que admiro y con el que empatizo de corazón. Éste, desde hace muchos siglos, ha sido y sigue siendo víctima de aquél, de “su” Estado hiper militarista, criminal, explotador y genocida. Lo ha sido con los zares, con los comunistas y ahora con el régimen liberal autoritario de Putin. En la guerra de Ucrania, cientos de miles de jóvenes rusos, así como de las otras nacionalidades no rusas, hoy mantenidas a la fuerza dentro de la Federación Rusa, están muriendo en Ucrania, al mismo tiempo que millones de personas pasan miedo, penurias económicas, represión política, anulación de las libertades básicas y otras calamidades en el interior de Rusia.
Algunos reclutas mandados a combatir a Ucrania ya están volviendo sus armas contra los oficiales rusos que les utilizan como carne de cañón, al mismo tiempo que entre la gente rusa cada vez es mayor el descontento y la justa ira contra la sinrazón imperialista y militarista del Kremlin. Incluso están apareciendo grupos rusos que efectúan sabotajes armados a la máquina de guerra del Kremlin.
El enemigo del pueblo ruso no es el pueblo ucraniano sino el Estado ruso, de manera que es posible que, en un futuro, los pueblos ruso y ucraniano se unifiquen fraternalmente en la lucha contra sus respectivos opresores y dominadores, militaristas, capitalistas y criminales. Eso sería un gran acontecimiento revolucionario, de significación mundial.
En algunos sectores, mínimos, pero no desdeñables, existe la creencia de que se debe dar apoyo a Rusia con el fin de oponerse a la OTAN, a los EEUU y al imperialismo europeo. Eso equivale a diferenciar entre imperialismos “buenos” e imperialismos “malos”, ignorando la existencia de los pueblos, de la gente común, para dar respaldo a un poder imperialista o a otro. Quienes carecen del ideal revolucionario, aquéllos para los que sólo existen los poderes estatales, la única salida es apoyar a un imperialismo contra otro imperialismo. De ese modo jamás se sitúan al lado de la revolución, al lado de la gente común. Eso significa que son unos contrarrevolucionarios.
Es de sentido común que se ha de estar contra todos los imperialismos y a favor de todos los pueblos, contra todos los dominadores y con todos los dominados, para que fluya la acción revolucionaria y se realice la fraternidad entre la gente común.
Otro dislate es presentar a Putin y a su gobierno de oligarcas, multimillonarios y megacapitalistas como “anticapitalistas”, por tanto, como alguien a quien otorgar respaldo porque, dicen, estatizan algunas grandes empresas del gran capitalismo privado ruso. Pero se oculta que tales operaciones no se quedan ahí, pues un tiempo después suelen ser devueltas al grancapitalismo privado, aunque esta vez como propiedad de los oligarcas amigos de Putin, cuando no directamente propiedad de éste, un multimillonario corrompido y malvado, que expropia policialmente a sus adversarios políticos para lucrarse él y sus compinches.
Por lo demás, el capitalismo estatal es tan funesto como el capitalismo privado. Ahí está el caso de Rusia bajo el régimen comunista-fascista, 1923-1991, donde la economía fue llevada a un despeñadero descomunal por, entre otros elementos causales, el capitalismo estatal. Para los trabajadores que son explotados, maltratados y embrutecidos por el régimen laboral asalariado no existen diferencias entre capitalismo estatal y capitalismo privado. Ambos son igualmente aciagos y rechazables. Y ambos son indistintamente contrarios y opuestos a una economía comunal con trabajo libre (individual o asociado) que es el único sistema realmente anticapitalista en Rusia, en Ucrania y en todo el planeta.
Otros, no menos alucinados, presentan al gobierno actual del Kremlin como una entidad regeneradora de significación planetaria, opuesta al decadentismo occidental, en tanto que régimen vigoroso, sano, vital, moral, honrado y juvenil. Esto es absolutamente contrario a la realidad, una vil majadería. Lo cierto es que Rusia hoy resulta ser un hervidero de militarismo corrupto, matonil y putrefacto, de represión policiaca ilimitada, de oligarquías mega millonarias que se lucran con la pobreza de la gran mayoría. Es un país donde el Estado alcoholiza a las gentes, donde la natalidad se ha desplomado (cada año pierde un millón de habitantes), donde las mujeres son tratadas como basura, al existir un patriarcado estatal infernal, donde reina la desesperación, la violencia interpersonal, la corrupción a una escala colosal y la ausencia de ética, social y personal. No, tal cloaca a cielo abierto no es menos decadente que Occidente, lo es igual o incluso más, si ello fuese posible. Una demostración palmaria de ello es, según se ha dicho, la catástrofe demográfica que sufre Rusia, una prueba decisiva, a mí juicio, de que es una sociedad senil, moribunda y degradada, corrompida y envilecida, al borde de su definitiva liquidación. O, quizá, más cerca de un estallido revolucionario de lo que muchos creen…
Así pues, sería bueno que quienes se han dejado engatusar por la propaganda del Kremlin, por los que se denominan “influencer Z”[1], esto es, creadores de contenidos a sueldo de aquél, recapaciten, reflexionen, y cambien de posición. Rusia tiene perdida la guerra, y avanza hacia una gran explosión social. En ella, cuando estalle, quienes dan respaldo al gobierno actual de Moscú, se van a ver en una difícil situación.
[1] Se refiere a un grupo de youtubers, blogueros y otros asalariados de las redes sociales en Rusia que, dependiendo financieramente del gobierno, o del ministerio del Interior, o del ministerio de Defensa ruso, hacen publicidad mercenaria a favor del belicismo y de la agresión al pueblo ucraniano. La Z es porque los carros de combate, camiones y otros vehículos militares rusos participantes en la invasión, suelen llevan pintada tal letra, aunque no se sabe qué significa. Tales inmorales atrapadinero están lucrándose a lo grande con la guerra, haciendo anuncios de colonias caras, bebidas de marca, dachas (palacetes rusos), etc. Aquí en Occidente también tenemos a nuestros “influencer Z” no menos corrompidos. El pueblo ruso los odia cada vez más, pues son causa importante de que la guerra continúe, con la muerte de cientos de jóvenes rusos cada día, y, en su momento, los someterá al severo dictamen de la justicia popular.