La crisis del sistema partitocrático y la extrema derecha en Europa

Tras tantos años de ser la izquierda y el progresismo quienes se han llenado los bolsillos con la politiquería, ahora le toca a la extrema derecha. Aquéllos han perpetrado tantas maldades al servicio del grancapitalismo y han sido sicarios tan brutales de los aparatos estatales que se han ganado el repudio de sectores cada vez más amplios de la gente europea.

Pero la extrema derecha, en todas sus variantes, son los mismos perros con distintos collares.

Desde la crisis económica de 2008-2014, originada por la incapacidad productiva del sistema capitalista en su fase senil, el malestar se ha ido extendiendo por Europa, lo que está creando una desafección en avance hacia las instituciones. Hubo intentos de utilizar esto a favor del sistema, pero lo realizado se ha desacreditado con sorprendente rapidez[1]. Puestas en evidencia la izquierda y el progresismo, el sistema de poder tiene que valerse de la extrema derecha, de fascistas, conspiracionistas y otros detritus.

Cuando estos advenedizos llegan al gobierno no hacen nada diferente a lo que hicieron la izquierda y el progresismo, de modo que cunde la decepción respecto a ellos, aunque una minoría de fanáticos persiste, al estar muy bien aceitada con cantidades descomunales de dinero. Ha sido y es el caso de Trump en EEUU, del mega demagogo Bolsonaro en Brasil, de Vox en Andalucía y otras autonomías, del Partido de los Finlandeses en su país, de la pistolera fascista Meloni en Italia, del payasete Milei en Argentina[2] y así sucesivamente.

La extrema derecha y los neonazis son los instrumentos politiqueros de los poderes estatales constituidos y del capitalismo, de modo que están obligados a hacer lo que estos les ordenen. Una cosa es la demagogia, el palabreo, y otra sus actos de gobierno, un calco de los de la izquierda, con algunos cambios cosméticos y lingüísticos.

La extrema derecha está siendo promovida e impulsada desde los centros de poder europeos para terminar de realizar el programa global de la izquierda, que ésta, dado el descrédito y repulsión que el hecho de comenzar a implantarlo le ha provocado, no está en condiciones de culminar.

Veamos algunos ejemplos. Dicen estar en contra de la emigración, pero matizan que sólo contra la “emigración ilegal”, que es el 2%, o únicamente contra “la emigración masiva”, término vago que nada significa[3]. Se declaran contrarios al islam, pero la extrema derecha y los neonazis han llegado para culminar la islamización de Europa. Porque, ¿cómo va a ser Meloni opuesta al islam, cuando su ídolo, Mussolini, fue “espada del islam”, o sea, defensor de esa “religión” con las armas en la mano? En Holanda, el Partido de la Libertad ganó las elecciones generales hace meses con su supuesta oposición al islam como punto decisivo, pero su objetivo real en el gobierno va a ser, está siendo, islamizar Holanda. Vox vociferó contra el feminismo, para ganarse el apoyo de quienes ven en él una monstruosidad totalitaria y criminal, pero ¿qué ha hecho en su contra una vez aupado a algunos gobiernos autonómicos? Institucionalizarlo, ofrecerle aún más dinero, más cargos, más poder, manteniendo todo ello en silencio.

Aprendamos la lección. El capitalismo ha vivido en Europa una edad dorada precisamente cuando estaban en los gobiernos de los diversos países, y en el de Bruselas, partidos políticos que se presentaban en sus programas y teoréticas como “anticapitalistas”. A más “anticapitalismo” verbal más pro capitalismo real, tal era y es su agenda. Y, ¿por qué ahora va a ser diferente con la extrema derecha? Quienes más aúllan contra la emigración vienen a llenarnos de emigrantes. Los que son “islamófobos” de larga data triunfan en las urnas para hacer del islam la religión oficial del nuevo Estado nación europeo. Aquéllos que anhelan recoger la animadversión popular contra el feminismo y la “ideología de género” están institucionalizando el feminismo, haciéndolo pasar de un movimiento de activistas a un sistema de funcionarias bien remuneradas. Los que llevan años denostando el “globalismo” de la UE por anular supuestamente la soberanía de los Estados nacionales, ahora cogen el dinero que muy generosamente les da Bruselas, se presentan a las lecciones europeas y arriman el hombro en la construcción de esa enormidad que es “los Estados Unidos de Europa”. Cuando la guerra con Rusia está ahí, la extrema derecha se declara “pacifista” a la par que “patriota”, en un galimatías de discordancias. Denigra aquélla la voracidad fiscal de la izquierda sólo para subir los impuestos cuando llega al gobierno. Su grotesco “patriotismo” es compatible con la destrucción de las culturas y las lenguas europeas, así como con la imposición del idioma inglés macarrónico y la homogeneización totalitaria de Europa. Loan a Trump, que es pro sionista, y al mismo tiempo son antisemitas. Y así en todo.

Mentirosos, farsantes, codiciosos, fulleros, oportunistas, engañabobos, inmorales. O sea, fascistas.  

Otra cosa es la calle. Es en la acción popular callejera, de denuncia, de refutación, de enfrentamiento, de movilización, donde está nuestra oportunidad y nuestra victoria, no en la escoria de fascistas y neonazis institucionales, pagados por los Estados europeos, la gran patronal y la UE. La lucha está en la calle y no en los parlamentos.

Así pues, marchamos hacia un escenario de enorme inestabilidad política/politiquera. Con partidos de izquierda y progresistas en decadencia, sustituidos por otros de extrema derecha que entran pronto en descrédito, lo que a su vez estimula el retorno de la izquierda, que rauda se pone en evidencia una vez más, y de nuevo vuelve la extrema derecha y así sucesivamente. Ese escenario es inmejorable para el desarrollo del ideario revolucionario, pues la danza agónico-convulsiva de todos los actores politicistas logra que el conjunto se autodestruya y que los mecanismos partitocráticos de control de las masas se hundan.

La extrema derecha europea, además, está dividida por un sinnúmero de rencillas e incoherencias, con numerosos partidos y grupos, todos peleando por conseguir más dinero y más cuotas de poder. Al mismo tiempo, su obsesiva adhesión al capitalismo entra en contradicción con la desintegración económica de las sociedades europeas, que se ven abocadas a una situación de pobreza cada vez mayor, sin acceso a la vivienda y con salarios menguantes, con las prestaciones del Estado de bienestar en retirada y un sistema sanitario que produce espanto, con una parte creciente de la juventud europea arrojada a la pobreza, etc. Padecemos la tercermundización de Europa. Además, la extrema derecha y los neonazis son bandas de patanes y tarugos, sin ningún nivel intelectual ni cultural[4].

La etapa de mirar hacia la extrema derecha, esperando “algo” de ella, es una fase intermedia en el movimiento de ida de los pueblos europeos hacia la revolución.  Necesitamos un plan de acción coherente para este periodo.

Hay que pelear en dos frentes, contra la izquierda pancista, la izquierda fascista y la extrema derecha. El componente revolucionario anticapitalista es decisivo. La sordidez, incultura, zafiedad, impreparación e incompetencia de los neonazis ha de ser puesta en evidencia.  Es muy pertinente mostrar la distancia abismal que hay entre sus promesas embusteras y sus actos, de servilismo absoluto hacia el poder. Se ha de rechazar toda propuesta de institucionalización, todo lo que sea integrarse en la trama estatal, negándose a votar en las elecciones, etc., culpando a la extrema derecha de ser meramente un apéndice del poder constituido, que opera por dinero. Conviene mostrar a la opinión pública las múltiples desavenencias y reyertas que existen entre las bandas, partidos y organizaciones de extrema derecha. Hay que denunciar a los neonazis infiltrados aquí y allá, localizándolos por su teorética sobre el “poder por encima del poder”, su antisemitismo y su fe demente en “la conspiración judeo-masónica”. Hay que expulsarlos de todas partes. Nuestro antifascismo no puede ser pro parlamentarismo ni socialdemócrata ni legalista, como el del pasado, sino revolucionario, a favor del sistema de democracia directa, por una sociedad moral y una economía comunal.

El movimiento por la RI (Revolución Integral) lo hará. Uníos a nosotros si os sentís antifascistas revolucionarios.

[1] El ejemplo de ello es Podemos, campeón del fascismo de izquierdas. A pesar de los miles de millones de euros que el sistema de poder español invirtió en lanzar y sostener a este partido “anticapitalista” y feminazi, su existencia como fuerza política con influencia ha sido efímera. Hoy es un montón de ruinas, de manera que su fase de esplendor ha sido de sólo cinco años. Demasiados gastos para tan escasos resultados… Lo que ha triturado a Podemos es no cumplir ni una sola de sus muchas y tremendas promesas, una vez que fue partido de gobierno. Ese es también el camino que están siguiendo sus herederos y continuadores de la extrema derecha patrañera. La patulea de memos, crédulos, listillos y catetos que en su día siguió a Podemos, dando por buenas sus promesas embusteras, ahora comienza a ver con simpatía a la demagogia no menos fullera de la extrema derecha. Son gentes que necesitan ser engañadas y burladas cada cierto tiempo.

[2] No nos dejemos llevar a pedantes debates sobre si éste sigue a la “escuela austriaca de economía”, o si es anarcocapitalista y libertario. Su programa se dirige a imponer la sobreexplotación de las clases trabajadoras argentinas, con salarios de hambre, impuestos brutales y jornadas de trabajo interminables. Milei y toda la extrema derecha mundial se aferran al llamado capitalismo manchesteriano, a la explotación más salvaje y despiadada de los trabajadores, para ayudar al capitalismo a sobrellevar su crisis de productividad decreciente. Eso es lo que se propuso conseguir Trump en sus cuatro años de presidente de EEUU… La extrema derecha europea ataca la Agenda 2030 porque posee otra agenda incluso peor, la del expolio total y la pobreza absoluta. Su meta es la chinización de la economía europea: salarios de hambre, 14 horas de trabajo diario y un solo día de descanso al mes. Este es al mismo tiempo el programa económico de los comunistas chinos y de la extrema derecha neofascista europea. Por eso hay que combatir a los dos fascismos, al de izquierdas y al de derechas. Los dos son, en esencia, el mismo.

[3] Mi libro en pdf No a la emigración está sirviendo como cantera de ideas a los demagogos de la extrema derecha. Toman de él determinadas formulaciones para rechazar su parte revolucionaria, a saber, que los movimientos migratorios masivos existirán mientras los poderes constituidos encuentren en ellos satisfacción a sus necesidades estratégicas, abastecerse de mano de obra barata y aniquilar étnica y culturalmente a los pueblos europeos para crear una nueva “Europa” servil.

[4] Al respecto, consultar el libro El conspiracionismo, la extrema derecha y el Estado, José F.E. Maenza, Félix Rodrigo Mora. La ignorancia de tales sujetos es oceánica, inconmensurable. Sólo puede compararse, por su colosal tamaño, con su cara dura e inmoralidad.