
Ya está publicado, tras tantos años de trabajo.
Me refiero al libro “Bagaudas. Los revolucionarios que cambiaron la historia”, de Antonio Hidalgo Diego, José F.E. Maenza, Javier Pérez de Pasamonte y Félix Rodrigo Mora. Con él, he visto realizada uno de mis anhelos personales más decisivos, e incluso más emocionales.
Cavilaba, hace ya muchos años, que el comunal no pudo existir bajo la sociedad romana, ni tampoco en las sociedades germánicas que sustituyeron a Roma. Y que no podía resultar evolutivamente desde aquéllas, por su esencial e inerradicable antagonismo[1]. Tenía que haber habido una ruptura revolucionaria, pero no sabía cuál pudo ser ni cuándo. Leía y leía sobre los años finales del maléfico imperio romano sin encontrar respuesta. Tuve que, literalmente, tragar una enorme cantidad de interpretaciones disparatadas, asombrosamente erradas. Pero seguía buscando. Y así trascurrieron muchos años.
Un día, por pura casualidad, llegué al libro de un historiador de la Antigüedad, José María Blázquez Martínez (1926-2016), titulado “La crisis del Bajo Imperio en la obra de Salviano de Marsella”, 1985, que nadie, al parecer, ha leído. Yo conocía a Salviano de nombre, por citas a pie de página, pero la presión censora institucional sobre la historia es tan tremenda que las lecturas efectuadas me habían llevado a la errada conclusión de que era simplemente un cronista y nada más. Blázquez[2] lo presenta de otro modo, como un revolucionario consciente del siglo V, que había dado apoyo público argumentado a los bagaudas galos e hispanos, radicalmente opuestos al Estado, a la iglesia y a los superricos de entonces. Así pues, estos eran revolucionarios…
Fue una revelación. Muy pobre y muy confusa pero esperanzadora.
Mis conocimientos de los bagaudas eran ínfimos en esos años. Buscaba y buscaba, pero sólo encontré dos tipos de historiadores en relación con ellos. Unos los ignoraban totalmente, los más, otros los dedicaban unas cuantas líneas frías y desdeñosas. Escudriñé en textos del País Vasco, pues los bagaudas peninsulares eran vascones. En vano. Los ninguneaban o desestimaban incluso más[3]. Algo espantoso.
El paso siguiente fue conseguir un ejemplar de la obra principal de Salviano, “Sobre el gobierno de Dios”, en la que loa y exalta a los bagaudas, escrita en torno al año 460. Pero nada, no estaba en ninguna parte, salvo alguna antigua edición en latín, el idioma en que fue escrita, y no sé latín. Tras consagrar mucho tiempo y efectuar bastantes gastos, llegué a una edición bilingüe latín/francés. Hice fotocopias y con ella tuve que contentarme durante bastante tiempo.
Los pocos autores que se acordaban e los bagaudas sostenían que estos habían sido derrotados en el año 454, e interpretaban “derrotados” como equivalente a exterminados, en lo que seguían a Hidacio, el cronista de la época abiertamente anti bagauda. Si era así, tampoco podían ser los creadores de la sociedad comunal, concejil, de derecho consuetudinario, calidad autoconstruida de la persona y armamento general del pueblo. Así que me encontraba en un callejón sin salida. Seguía sin poder explicar el origen del comunal, del que quedan en el reino de España unos 7 millones de hectáreas, todavía…
Años después localicé el libro de Juan Carlos Sánchez León, “Los bagaudas: rebeldes, demonios, mártires. Revueltas campesinas en Galia e Hispania durante el Bajo Imperio”, 1996, obra más extensa, aunque confusa, reaccionaria e insípida. Según Sánchez, los bagaudas fueron aniquilados por una coalición de tropas romanas y visigodas en el año citado arriba. Esto es, dicho autor sigue acríticamente a Hidacio, el obispo lusitano que arrojaba espuma por la boca, de pura rabia, cada vez que se refería a los revolucionarios de las diversas bagaudas.
Nuevo atasco. Pasaron más años, hasta que fui invitado a hacer una conferencia en la comarca del Sobrarbe, Huesca. Me documenté previamente, y leí por primera vez sobre los fueros del Sobrarbe, normas legales ancestrales muy antiguas y muy respetadas. En Aínsa, la capital del Sobrarbe, me hice fotos ante el monumento a los fueros, y observé que el escudo de la localidad es un árbol, al que en tiempos posteriores se le añadieron chirimbolos políticos y religiosos, manipuladores y oportunistas. Esto me puso en alerta, pues los bagaudas hacían sus leyes “bajo el árbol”, igual que los vascos en Gernika.
Me pregunté si los míticos fueros del Sobrarbe, nunca escritos, derecho consuetudinario altomedieval puro, no tendrían alguna relación con el levantamiento armado bagauda. La zona está dentro de su teatro de operaciones, además de ser el territorio con más elevación de los Pirineos, el más agreste, y, en consecuencia, óptimo para dar cobijo a un levantamiento en retirada tras ser derrotado, lo que sucedió en lo que hoy es la provincia de Lleida.
Eso equivalía a romper con la suposición gratuita de que “derrota” equivalía a exterminio. Vale decir: derrotados sí, pero exterminados no. Sólo eso podía explicar la actitud reverencial de tantos textos medievales hacia los fueros de Sobrarbe, anteriores a los fueros escritos. Y con el añadido de “bajo el árbol”. Y con la aportación esclarecedora de que en Euskal Herria al derecho consuetudinario se lo denomina “derecho pirenaico”.
Todo comenzó a encajar.
El libro “Bienes comunales” de Alejandro Nieto[4], enfatiza un argumento de sentido común, que el comunal no puede provenir del periodo romano porque el derecho romano es antagónico con él. Lo mismo sucede con el derecho de los pueblos germánicos, suevos y visigodos, que es en lo principal derecho romano. Añade que los primeros documentos escritos que se refieren al comunal son del siglo X, por tanto, el comunal tuvo que ser creado, formado, constituido, entre el final de Roma y esa última centuria, entre los siglos V y X. ¿Hubo algún acontecimiento en ese periodo, el de la Alta Edad Media, con entidad suficiente para ser generador del comunal?
Sí, la revolución bagauda.
Siempre que se admita que fue vencida pero no exterminada, y que los bagaudas en retirada se refugian en los Pirineos y comienzan allí la construcción de la nueva sociedad concejil, comunal y consuetudinaria. En tales condiciones, un equipo de la RI, los amigos arriba citados como coautores del libro, se fueron uniendo a mí en el trabajo investigador. Especialmente meritorio y abnegado fue el actuar de José Francisco E. Maenza, que traduce y edita, por primera vez en castellano, la obra de Salviano de Marsella. Está además el riguroso esfuerzo indagador de Antonio Hidalgo Diego, y el delicioso Prólogo de Javier Pérez de Pasamonte.
Han sido muchos años de estudio, búsqueda, reflexión y reorganización de la mente, una vez detrás de otra, quehacer paciente, duro e incluso doloroso. Ello ha de servir para que, amigo, amiga, no tengas que pasar por tal tormento investigador y cavilativo, pues ahí tienes el libro. Léelo, estúdialo.
Es en formato de bolsillo, con 174 páginas y un pvp de 15 euros, en la Editorial Bagauda. Ésta lo distribuye, y yo también.
[1] La teoría de la “comunidad germánica” como originadora del comunal no es sólo políticamente reaccionaria, sino que manifiesta una radical incultura política, jurídica, moral y económica en quienes la defienden. Hasta Alejandro Nieto, que no es ningún lince intelectual, la niega en su enciclopédico “Bienes comunales” …
[2] Éste fue una persona sin ninguna pretensión política y de mentalidad conservadora. Pero tenia respeto por la verdad y una ética personal que apreciaba el trabajo bien hecho en su profesión, la de catedrático de historia antigua.
[3] Es el caso del libro “Historia de Navarra, el Estado vasco”, de Mikel Sorauren, 1999, que los dedica unas líneas, lamentables. Ciertamente, cuando domina la obsesión por el ente estatal como elemento benéfico y emancipador decisivo, tal como acontece en el nacionalismo e “independentismo” vasco, los bagaudas tienen que ser desechados, pues fueron radicalmente antiestatales. Claro que, al actuar así, aquéllos excluyen y condenan lo mejor y más decisivo de la historia de Euskal Herria. Por lo demás, ¿puede llamarse al Estado navarro Estado vasco cuando jamás utilizó el euskera? Los bagaudas sí fueron vascones/vascos pero el Estado de Navarra no…
[4] Quienes creen que lo saben todo sobre el comunal sin haber estudiado nada acerca de él, que son muchos, deberían leer este libro, no porque sea todo él correcto y apropiado, que no lo es en absoluto, sino para que dejan a un lado su habitual suficiencia y arrogancia, captando la colosal complejidad que posee el comunal. Y si les queda tiempo, que estudien también a Joaquín Costa, Rafael Altamira, Nicolas Tenorio, David Vassberg, Enrique Orduña, Antonio Muñoz, David Algarra y algunos más, sin olvidar mis libros sobre dicha materia, especialmente “Manual para una revolución integral comunal”, dos tomos.