Ni constitución, ni liberalismo ni grancapitalismo…

…DEMOCRACIA DIRECTA, ECONOMÍA COMUNAL  DERECHO CONSUETUDINARIO

La Constitución Española de 1978, estatal, burguesa, española, patriarcal, inmoral y grancapitalista, fue el triunfo político y doctrinal de los poderes facticos, el ejército y la gran banca en primer lugar, sobre los pueblos ibéricos que habían luchado contra el franquismo. Resultó de la coincidencia y alianza entre la izquierda marxista pro empresarial, sobre todo comunistas y socialistas, y la extrema derecha fascista y franquista.

Igual que entonces, hoy tenemos a la izquierda, ya senil y en declive, unida con la derecha y la extrema derecha, en el respaldo a la Constitución. Ahora asciende esta última, la extrema derecha, pero su demagogia no puede ocultar que, en coincidencia con la izquierda, se sitúa en el marco constitucional, dentro de la legalidad como partitocracia en auge, siendo financiada por la misma fuente de recursos monetarios que la izquierda, a saber, el Banco de España.

Los mismos perros constitucionales, pero con distintos collares partitocráticos.

Quienes actúan en el marco legal constitucional forman parte de “la nación española”, se llamen Bildu, UPG, ERC o Aliança Catalana. Todos ellos son uno y lo mismo, aunque pelean como gatos panza arriba entre sí para conseguir más votos, más escaños, esto es, más dinero, más poder, más prebendas. Pelean en lo secundario e ínfimo, pues en lo principal, todos están a favor del constitucionalismo, del régimen partitocrático, de la división de la sociedad en gobernantes, por tanto, mandantes, y gobernados, así pues, mandados. Y éstos además explotados, en primer lugar, por el aparato fiscal estatal.

El liberalismo está desde hace mucho agotado y caduco. Nada puede aportar. El constitucionalismo estatista es un engaño, con sus “libertades” otorgadas, su Estado policial y sus subsidios colosales y continuos a la gran empresa capitalista, la amoralidad impuesta, la degradación planificada de la persona, el culto maniático por el dinero y la desintegración global de la vida social.

Y las desdichas se acumulan, guerra mundial, militarismo, catástrofe demográfica, limpieza étnica, islamización, epidemia de enfermedades psíquicas (en consecuencia, físicas), declive productivo de la industria y la agricultura, pobreza en ascenso entre la escasa juventud existente, sobreinformación contra la libertad de conciencia, sistema educativo embrutecedor, destrucción de las lenguas y culturas de los pueblos ibéricos, infelicidad general, soledad patológica, el trabajo asalariado convertido en un tormento, drogadicción rampante y otras muchas y graves desgracias, inherentes al sistema.

Una muestra entre otras muchas de la gran farsa y enorme ficción totalitaria que es la Constitución Española de 1978 está en su artículo 47, que dice “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”. Sobran los comentarios, cuarenta y siete años después…

Pero quejarse sin parar, ser “hipercríticos”, ir de “pesimistas conscientes”, entregarse a la sinrazón conspiranoica/paranoica o esperar que la extrema derecha arteramente neofascista y neonazi, esto es, criminal y matonil, haga “algo” no es solución. No. Es agravar la situación. Quienes ahora corren tras la extrema derecha van a quedar tan defraudados y en ridículo como los que no hace tanto corrieron tras la extrema izquierda “anticapitalista”, feminista y “antirracista”.

Mi propuesta es preparar desde ahora ya las condiciones para reformular y rehacer la vida social y a la persona a partir de la crisis general en ascenso de la vigente formación social. Ésta es un grave problema, un mal, en efecto, pero al mismo tiempo y, sobre todo, es un bien, al ser una gran e inmensa posibilidad de dar origen a una nueva sociedad y un nuevo ser humano. Y para ello, difundo el ideario y el programa de la reconstrucción, de la revolución. De la revolución integral, junto con los demás integrados en el movimiento por la Revolución Integral, o RI.

Con democracia directa, economía comunal, cultura popular, derecho consuetudinario, cosmovisión del afecto, libertad de conciencia, ausencia de sexismos, sociedad moral, armamento general del pueblo y trabajo libre.

Lo hago más extensa y profundamente en mi libro Manual para una revolución integral comunal. A él remito.