
El feminismo, ya en descomposición, continúa con su lema “derecho al aborto”, esto es, aborto “libre” garantizado por el Estado y a cargo de la Seguridad Social. Pero lo que realmente se da, de facto, es el deber de abortar, pues hoy el aborto es una imposición del capitalismo. De los 110.00 abortos anuales, el 80% son exigidos e impuestos por las empresas grancapitalistas a sus empleadas. Éstas son conminadas a ello por los empresarios y sus agentes, quienes las amenazan con el despido, la persecución en el puesto de trabajo y el ostracismo laboral si llegan a ser madres.
El trabajo asalariado es una de las causas principales del invierno demográfico en progresión que padecemos. Y eso en todo el mundo, aunque más en el reino de España, debido a la particular irracionalidad del feminismo aquí. Para éste, las mujeres son mera fuerza laboral, carne de cañón productiva al servicio de los empresarios, que ha de esforzarse superlativamente en el trabajo no-libre (asalariado), para hacer más ricos a los patronos y más poderoso al Estado con los impuestos.
Los grandes empresarios y la mafia estatal son los entes sociales que el feminismo magnifica, mientras que los niños y las niñas quedan demonizados por él. Arguye que “los hijos explotan a las madres”, aserción monstruosa que llama a las mujeres a no ser madres, a “liberarse” evitando la maternidad, para regirse por impulsos tan inmorales y, al mismo tiempo, disfuncionales, como la codicia, la voluntad de poder y el hedonismo.
Con todo ello, el país se está desplomando por falta de nacimientos, a la vez que muchas mujeres están siendo arrastradas a formas cada vez peores de enfermedad psíquica por la prohibición feminista, esto es, capitalista-estatista, de tener hijos, junto con la obligatoriedad neoesclavista de trabajar sin descanso en sus empleos, hasta enloquecer y perecer.
Algunos concluyen que la “solución” es prohibir el aborto, tipificarlo como delito. No. Una mujer, sean cuales sean las circunstancias sociales, no puede ser obligada a ser madre a la fuerza, porque la maternidad es, por naturaleza, un inmenso acto de amor, que se desnaturaliza si se transforma en coactivo. El aborto no puede ser un delito, pero sí debe ser entendido como un acto indeseable e inmoral, lo que demanda su enérgica crítica y censura, individual y social. Estamos, por tanto, contra el aborto en tanto que inmoralidad, y difundimos esa idea para que se expanda por el cuerpo social, aunque siempre dejando libertad a las mujeres, a cada mujer, para elegir sin coacción jurídico-legal si desea consumar el embarazo o interrumpirlo.
Quienes somos partidarios de una reorganización integral de la sociedad para autogobernarse, lo que excluye al ente estatal, buscamos, en la gran mayoría de los casos, soluciones morales para los problemas sociales. Una sociedad libre y verdaderamente democrática o es una sociedad moral o no es.
El aborto es inmoral porque falta muy gravemente al amor al hijo o hija que nacería si no se realizase. Abortar en una explosión de odio, de desamor, de ferocidad, de maldad. Las feministas son maestras en la espantosa habilidad de enseñar a las mujeres a aborrecer a los hijos, a los niños, a las niñas. Amar al Estado, amar a los capitalistas y odiar a los niños y niñas es la esencia misma del feminismo. Y en ello reside su colosal inmoralidad. Por eso no puede construirse una sociedad sobre el ideario feminista, porque es odio ilimitado e inmoralidad multiplicada, todo lo cual deviene en violencia y aniquilación.
Las sociedades necesitan del amor para ser, porque el amor construye y el odio destruye, el amor otorga hijos y el odio los niega.
Tener hijos es uno de los mayores ejercicios de amor puro que puede realizar un ser humano. Hijos queridos, hijos amados. También, hijos necesarios. Sin ellos, no hay futuro. Así que nuestra decisión ha de ser la de conquistar la libertad para tener hijos y ser padres-madres.
Denunciemos y saboteemos, en consecuencia, al gran capitalismo abortista, así como a su colega el Estado, no menos abortista, no menos inmoral y deshumanizado. Conviene ir estableciendo redes comunales de ayuda y apoyo a la crianza de los hijos, para que las mujeres conquisten en los hechos la libertad para ser madres. La mujer madre tiene que ser presentada y entendida como una heroína, de la cual depende la continuidad de la especia humana. La épica del coito, el embarazo, el parto y la crianza debe ser una de las más decisivas formas de epopeya y heroicidad de nuestra época.
Al mismo tiempo hay que refutar la interpretación feminista[1] y sexológica ortodoxa del sexo, centrada en la pornografía, la frivolidad y la masturbación, para retornar al sexo y al erotismo natural y trascendente, magnifico y sublime, por amor-deseo, que es creador de vida. De vida humana.
Elaborar una nueva y grandiosa concepción del sexo, el erotismo y el amor es lo más decisivo contra el invierno demográfico, con el propósito de, entre otras cuestiones, recuperar el instinto reproductivo, el impulso sexual primario, que ha permitido ser y existir durante milenios a la especie humana, el cual ahora se está desvaneciendo.
[1] El feminismo es ya cosa del pasado, de manera que estamos entrando en una etapa posfeminista, o de las mujeres libres de odio e inmoralidad, asentadas en el amor y la revolución. Cómo ha de ser la nueva condición femenina y mujeril está por determinar. A ello algo aporta mi “Manual para una revolución integral comunal”, dos tomos.